Un nuevo estudio plantea que la influencia de los planetas del Sistema Solar puede moderar la actividad solar. Algo que serviría para entender por qué, aparentemente, nuestra estrella es más tranquila que otras similares. Sería una pista más sobre las particularidades de nuestro rincón de la galaxia…

¿Es una rareza que los planetas puedan moderar la actividad solar?

Un nuevo estudio explica que el Sol es unas cinco veces menos activo, magnéticamente hablando, que otras estrellas similares. Por lo que todo apunta a que estamos ante un caso especial. La razón podría deberse a que los planetas del Sistema Solar parecen tener la capacidad de moderar la actividad solar. En los últimos 10 años han desarrollado un modelo que explica prácticamente todos los ciclos conocidos de actividad solar, a partir de la influencia que ejercen las fuerzas de marea de los planetas. Algo que muestra una relación muy interesante.

Los planetas pueden moderar la actividad solar
El Sol, fotografíado en falso color en el espectro ultravioleta. Crédito: NASA

Esa sincronización externa limitaría automáticamente la actividad solar. En estos momentos, el Sol se está acercando (o quizá ya ha llegado) al nivel máximo de su actividad. Es el máximo de lo que conocemos como el ciclo solar, que tiene una duración de unos 11 años. El máximo solar explica por qué en ese momento vemos más auroras polares, se producen más tormentas solares y las condiciones en el clima espacial son mucho más revueltas. Esto afecta desde los satélites en el espacio hasta la infraestructura en la superficie del planeta.

Pese a ello, en comparación a otras estrellas similares, los investigadores explican que las tormentas más intensas del Sol son de 10 a 100 veces más débiles. Esto genera un ambiente relativamente tranquilo que podría ser una condición clave para comprender por qué la Tierra es habitable. Por eso, los físicos quieren entender exactamente qué es lo que rige la actividad solar. Lo que se sabe es que hay muchos patrones en esa actividad. Fluctuaciones con periodos más largos y cortos. Algunos de cientos de días, otros de miles de años.

El papel de las influencias externas

Los investigadores tienen diferentes maneras de explicar los mecanismos físicos responsables. El modelo que han desarrollado utiliza a los planetas como si fuesen una especie de marcapasos. Así, cada 11 años, Venus, la Tierra y Júpiter combinan sus fuerzas de marea y las centran en nuestra estrella. Por medio de un mecanismo físico complejo, lo que provocan es que, cada vez, le den un pequeño impulso al interior magnético del Sol. En combinación con el movimiento orbital del Sol, en forma de roseta, esto provoca fluctuaciones periódicas de diferentes duraciones.

Eso es, precisamente, lo que se observa en el Sol. Los investigadores explican que todos los ciclos solares conocidos serían una consecuencia lógica del modelo que han desarrollado. Destacan que es muy consistente y tiene una gran capacidad de explicación. A medida que lo refinan, descubren más correlaciones en los períodos observados. En el trabajo que han publicado ahora, se incluye la oscilación casi bienal (QBO, por sus siglas en inglés). Es una fluctuación que sucede, aproximadamente, cada dos años y afecta a diferentes aspectos.

Lo interesante es que, en el modelo que han desarrollado, la QBO tiene un período preciso y, además, desencadena automáticamente una actividad solar moderada. Esto resulta muy interesante porque, hasta ahora, los datos del Sol apuntaban a que el QBO tenía un período de entre 1,5 y 1,8 años. En trabajos anteriores, otros investigadores habían apuntado a una posible conexión entre la QBO y algo denominado episodios de aumento a nivel del suelo. En estos episodios esporádicos, las partículas solares, ricas en energía, provocan un aumento de la radiación en superficie.

Moderar la actividad solar puede perdurar a lo largo del tiempo

Los investigadores explican que un estudio de 2018 muestra que los episodios de radiación medidos cerca del suelo ocurrieron más a menudo en la fase positiva de una oscilación que tiene un período de 1,723 años. Esta observación indicaría, por tanto, que se trata de un proceso cíclico. Teniendo en cuenta estos datos, revisaron de nuevo la cronología de la actividad del Sol. Encontraron una correlación para un período de 1,724 años. Está muy cerca de ese valor de 1,723 que aparece en el modelo que han desarrollado.

Una aurora boreal. Crédito: Joshua Strang, United States Air Force

Dicho de otra manera, todo hace pensar que esa es la duración de la QBO. Así nos encontramos con que el campo magnético del Sol oscila entre máximos y mínimos en ese ciclo de 11 años, mientras la QBO añade otro patrón adicional, de un período mucho más breve, que afecta a la intensidad del campo magnético. Esto provoca que la intensidad general del Sol se reduzca y no mantenga su valor máximo durante tanto tiempo.

El modelo muestra que hay dos picos de actividad que provocan que la intensidad media del campo magnético del Sol se reduzca (y sería una consecuencia inevitable del QBO). El efecto es muy importante porque el Sol puede ser muy activo cuando su campo magnético está en la máxima actividad. Basta fijarse en el evento Carrington, de 1859, que provocó auroras que fueron visibles en lugares tan lejanos como Roma o La Habana. Si el campo magnético se mantiene en un nivel más bajo durante mucho más tiempo, se reduce la probabilidad de esas grandes tormentas.

Estudio

El estudio es F. Stefani, G. Horstmann, G. Mamatsashvili y T. Weier; «Adding Further Pieces to the Synchronization Puzzle: QBO, Bimodality, and Phase Jumps». Publicado en la revista Solar Physics el 6 de agosto de 2025. Puede consultarse en este enlace.

Referencias: Phys