La popularización del turismo espacial plantea preguntas que habrá que contestar en los próximos años. Algunas son tan simples como definir qué se considera astronauta. Otras serán más complejas, como definir, por ejemplo, a qué nacionalidad pertenecerá un ser humano nacido en el espacio…
El turismo espacial nos obliga a enfrentarnos a muchas preguntas
Julio de 2021 ya es un mes histórico para la exploración espacial. En el espacio de unos pocos días, hemos visto como Richard Branson y Jeff Bezos, en sus respectivas naves y con tripulaciones diferentes, ponían rumbo al borde del espacio. En el caso de Branson, la nave VSS Unity le llevaba a una altura de unos 85 kilómetros sobre la Tierra, junto a otras cinco personas. El fundador de Amazon, Jeff Bezos, volaba en la cápsula New Shepard, junto a su hermano, Mark, y las personas más joven y anciana en viajar al espacio, hasta los 106 kilómetros de altura.
En ambos casos, los viajeros disfrutaron de varios minutos de ingravidez y pudieron observar la Tierra desde el espacio. Ambos vuelos crearon una avalancha mediática y dispararon la popularidad de las compañías de ambos, tanto Virgin Galactic como Blue Origin se han visto gratamente beneficiados. Además, se ha disparado el interés en el turismo espacial y la industria asociada que veremos avanzar en los próximos años. Miles de personas tendrán la oportunidad, en un futuro cercano, de viajar al borde del espacio… y hasta permanecer allí.
Hay que recordar, sin embargo, que no es la primera vez que vemos turistas espaciales. No solo eso, en 2021 se cumplen 60 años desde que Yuri Gagarin se convirtiese en el primer ser humano en viajar al espacio. Desde entonces, casi 600 astronautas profesionales han viajado al espacio. La cantidad de turistas espaciales es muy inferior. El primero fue Dennis Tito, multimillonario estadounidense, que pagó unos 20 millones de dólares para permanecer seis días en la órbita de la Tierra, a bordo de la sección rusa de la Estación Espacial Internacional en abril de 2001.
Vuelos suborbitales, estancias en la órbita terrestre…
Tito pasó tres meses entrenando en el complejo Star City en Rusia. Sus pasos fueron seguidos por otros turistas orbitales. El último, por ahora, en visitar la estación, fue Guy Laliberté, fundador del Circo del Sol, en 2009. Su billete tuvo un coste aproximado de 35 millones de dólares. En comparación, Richard Branson y Jeff Bezos han llevado a cabo algo mucho más modesto. Han realizado un vuelo suborbital. Es decir, sin alcanzar la velocidad necesaria como para poder establecer una órbita alrededor de la Tierra. Además, fueron vuelos muy breves.
En ambos casos, no se superaron los 15 minutos de duración. Los vuelos suborbitales son mucho más sencillos y, en teoría, más baratos que los viajes orbitales. Aun así, siguen siendo lo suficientemente caros como para estar lejos del alcance de la mayoría de los bolsillos. Además, nos encontramos con la dificultad de definir qué es el espacio exterior. No existe un límite definido de forma oficial. La línea de Kármán, a 100 kilómetros de altura, se ha utilizado a menudo como esa referencia. Sin embargo, no coincide con el límite de ninguna de las capas de la atmósfera.
Algunos expertos han planteado, en su lugar, que la altura correcta debería ser 80 kilómetros. Pero no se puede perder de vista el hecho de que, en el fondo, la política también tiene un papel que desempeñar en todo esto. A fin de cuentas, a los países más grandes no les interesa, probablemente, definir hasta qué altura llega su soberanía. Sea como fuere, estos vuelos son un aperitivo de lo que podríamos esperar ver en los próximos años. No solo eso, también abre el debate de qué es lo que se considera un astronauta…
¿Quién es un astronauta y quién regula esta actividad?
En ambos vuelos vimos como, sin complicación alguna, los viajeros eran calificados como astronautas. Sin embargo, el tratado del Espacio Exterior de las Naciones Unidas, de 1967, establece como astronautas a los enviados de la humanidad al espacio exterior. Algo que encaja perfectamente con las misiones del programa Apolo. En 1968, las propias Naciones Unidas establecieron otra definición, en su Acuerdo de rescate de astronautas, lo define como personal de una nave espacial. Algo que daría a entender que no todo el mundo, a bordo de una nave, es un astronauta.
Un turista espacial no necesita, siquiera, estar cualificado para operar la nave en la que viajará al espacio (ya sea en un vuelo suborbital u orbital). Sea como fuere, con una mayor cantidad de vuelos tripulados al espacio, no cabe duda de que es necesario preguntarse qué pasará cuando algo salga mal. Por desgracia, el mundo de la astronomía es plenamente consciente de los peligros del viaje espacial. El viaje espacial tripulado siempre ha conllevado un grado de riesgo para astronautas entrenados profesionalmente.
Pero en el caso del turismo espacial, estamos ante algo diferente que necesitará de los estándares de seguridad más altos posibles (si bien esos mismos estándares se aplican en cualquier misión tripulada). Los viajes espaciales comerciales necesitarán de un sistema de responsabilidades para aquellos casos en los que un turista espacial sufra alguna lesión. Los turistas espaciales, ni sus familias, pueden pedir compensación alguna según el Convenio sobre Responsabilidad de la ONU. En términos espaciales, solo se aplica a colisiones entre objetos espaciales (satélites o basura espacial).
Las preguntas del turismo espacial sobre las leyes
En el caso de las leyes nacionales, sin duda habría posibilidad de demandar y reclamar compensaciones. No parece absurdo pensar que, en el caso del turismo espacial, se pedirá a los viajeros que firmen documentos detallados donde se exima de responsabilidad a la empresa. Lo mismo sucederá con la ley internacional aérea, que se aplica a aeronaves. Una designación que los operadores de turismo espacial también querrán evitar. Dicho de otro modo, puede que sea necesario desarrollar un sistema de leyes aeroespaciales.
Algo que permita regular estos vuelos suborbitales, así como el posible transporte transorbital. Viajes que, a bordo de una nave espacial, permitirían viajar rápidamente entre dos puntos de la Tierra. SpaceX, en un vídeo sobre este concepto, explicaba que un viaje entre Nueva York y Madrid, por ejemplo, podría completarse en apenas treinta minutos. La llegada del turismo espacial también implica la llegada de posibles actividades espaciales. ¿Debería permitirse el uso de publicidad desde el espacio? ¿Podrían instalarse casinos más allá de la Tierra?
¿Qué base legal podría impedir estas cosas? Del mismo modo, ¿cómo encaja el turismo espacial en la filosofía de la ley espacial, que planteaba que el uso del espacio exterior debería ser en beneficio e interés de todos los países? ¿Y qué sucede con el daño que puede suponer para el entorno de la Tierra? La contaminación que puede generar, si la industria del turismo espacial crece lo suficiente, no es nada desdeñable. Por supuesto, un mayor volumen de vehículos en el espacio supone, también, un mayor riesgo de colisión con basura espacial.
¿Cómo proteger el legado de la exploración espacial?
Otra de las preguntas del turismo espacial tiene que ver con el propio legado del ser humano. Tarde o temprano, existirá la posibilidad, plenamente real, de que los turistas puedan viajar a la Luna. En ese caso, podrían contaminar o dañar los lugares de exploración previa. Cosas como la huella de Neil Armstrong. ¿Cómo se evitará que esto pueda suceder? No es una pregunta menor, aunque en estos momentos, naturalmente, estemos lejos de pensar en nuestro satélite como un lugar de interés turístico, ya que ni siquiera tiene presencia humana permanente.
No solo eso, si el turismo espacial se convierte en un sector accesible a nivel mundial, será necesaria una infraestructura considerable en el espacio. Probablemente, también personal. Dicho de otra manera, podría haber personas que vivan de forma permanente en asentamientos espaciales. Quizá incluso tengan descendencia que nacerá como ciudadanos espaciales. ¿Qué derechos legales tendrá alguien que nazca, por ejemplo, en una base lunar? ¿Se verán sujetos a las leyes terrestres, o a alguna variante de las leyes actuales para el espacio exterior?
Son solo algunas de las preguntas que se plantean en el futuro del turismo espacial, y de la exploración espacial en su conjunto. Todavía estamos lejos de ver a grandes multitudes viajando más allá de la Tierra, pero terminará sucediendo tarde o temprano. El espacio exterior es la última frontera. Cada vez estamos más cerca de romperla y de expandir nuestra presencia más allá de nuestro planeta natal. Pero eso no quiere decir que, en el camino, se pueda convertir en un lugar en el que no haya leyes que rijan su funcionamiento…
Referencias: The Conversation
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