Cómo cambia la comunicación al vivir en marte

Concepto artístico de un explorador en la superficie de Marte. Crédito: Alberto Vangelista

Algún día llegaremos a vivir en Marte pero necesitaremos mantener comunicación con la Tierra. El ejemplo más simple, aunque sea temporal, es el de la primera misión tripulada al planeta rojo. Las simulaciones están mostrando cómo cambia la forma en que se comunican los seres humanos en esas condiciones…

La comunicación, al vivir en Marte u otros lugares, cambia notablemente

En algún momento de la década de 2030 (ahora mismo se piensa en 2035), se espera poder enviar seres humanos a Marte. El planeta rojo está llamado a ser uno de los primeros hogares del ser humano más allá de la Tierra. Pero aquellos que se embarquen en ese viaje, tendrán que enfrentarse a condiciones muy diferentes a las de nuestro planeta. Marte es un mundo frío, con una atmósfera irrespirable. Por si no fuese suficiente, esas personas tendrán que vivir en un aislamiento mucho más extremo que el vivido por cualquier ser humano.

Concepto artístico de una operación de minería en uno de los satélites de Marte. Crédito: NASA

En su distancia mínima, el planeta rojo se encuentra a más de 55 millones de kilómetros de la Tierra. Por lo que la comunicación sufre un retraso importante al vivir en Marte. Lo mismo sucede con los suministros, que no pueden enviarse con la misma facilidad que una misión a, por ejemplo, la Estación Espacial Internacional. Todo ello obliga a una tripulación a ser capaz de enfrentarse a condiciones muy estresantes por sí mismos. Con la dificultad añadida de disponer de recursos limitados mientras se encuentran en el viaje y en su destino.

El mayor problema, a la hora de entender todas estas dificultades y cómo afectan al ser humano, es que es muy complicado llevar a cabo una prueba en el espacio. Así que, en su lugar, normalmente se recurre a experimentos terrestres, para ver cómo se enfrentan los astronautas a esos retos. En un experimento en aislamiento, llamado Mars-500, se observó un despego de control de misión entre los participantes. Algo que provocó que surgiese preocupación porque, en una misión tripulada real, pudiese haber resistencia por parte de la tripulación a seguir cualquier comando.

Los experimentos han dejado algunas conclusiones claras

En 2017 y 2019, dos experimentos más en aislamiento, llamados SIRIUS (siglas de Scientific International Research in Unique Terrestrial Station) se realizaron a lo largo de períodos de 17 días y cuatro meses, respectivamente. Tuvieron lugar en una instalación en Moscú (Rusia) utilizando equipos internacionales mixtos. Estas misiones permitieron estudiar los efectos del aislamiento y confinamiento en diferentes aspectos. Desde la psicología humana a la fisiología y dinámica de equipo, para preparar mejor la exploración espacial a largo plazo.

Concepto artístico de una base lunar. Crédito: ESA

Ahora, un grupo de investigadores ha publicado un estudio repasando cómo se desarrollaron las comunicaciones en ambos experimentos. Querían observar cómo se comunicaban con el mundo exterior. Con el paso del tiempo, la comunicación no solo disminuyó, también provocó fricción en un inicio y, tiempo después, resultó en la cohesión del grupo. Así, explican, observaron que las tripulaciones, en este tipo de misiones, reducen su comunicación con control de misión durante el aislamiento. Cada vez comparten menos sus necesidades y problemas.

Solo en momentos importantes de la misión, como una simulación de aterrizaje, había contactos más frecuentes. Además, todos los miembros de SIRIUS mostraron una tendencia a utilizar el mismo estilo de comunicación. También mostraron una mayor cohesión a lo largo de la misión. Esto sucedió a pesar de que la composición de la tripulación era muy diferente. No solo por género, también por su procedencia cultural. Además, las diferencias entre cada individuo eran marcadas. El comportamiento fue medido exhaustivamente.

La comunicación al vivir en Marte podría ser muy esporádica y breve

Para realizar el análisis, los investigadores observaron las expresiones faciales y las características del diálogo. Se fijaron en cosas como la intensidad, frecuencia o variabilidad, en las grabaciones que la propia tripulación había realizado. Durante la misión SIRIUS-19, los investigadores registraron 320 conversaciones de audio, con observadores externos a la tripulación, acumulando un total de 11 horas en los primeros 10 días. Sin embargo, en los últimos 10 días, la cifra había caído a 34 conversaciones y un total de tan solo 77 minutos.

A los 11 días del experimento, se añadió un retraso artificial en la comunicación. Algo parecido a lo que se experimentaría si viviésemos en la Luna, Marte o más allá. A lo largo de los cuatro meses, la cantidad de mensajes de vídeo enviados a control de misión fue disminuyendo. De los 200 de la primera semana en aislamiento, se pasó a entre 115 y 120. La duración de los vídeos también se redujo notablemente. En estas condiciones, los investigadores también observaron diferencias en cómo se comunicaban los hombres y las mujeres.

En ellas, había más manifestaciones de emoción y tristeza. Ellos, por su parte, mostraban más irascibilidad. Curiosamente, aunque estas diferencias eran notables en el primer mes de comunicación con control de misión, durante el resto de la misión, las diferencias en ese estilo de comunicación disminuyeron. Sea como fuere, los investigadores explican que, en condiciones de aislamiento, el equipo se vuelve autónomo. Cada vez depende menos de la participación de control de misión para poder llevar a cabo sus tareas.

¿Qué implica este experimento?

Los investigadores explican que, en estas condiciones, las tripulaciones tienden a aumentar la cohesión entre sus tripulantes. Las relaciones se vuelven más cercanas y las diferencias entre ellos desaparecen. No importa cuáles sean las diferencias personales o culturales. Son síntomas que resultan muy prometedores cuando se piensa en la futura exploración tripulada del Sistema Solar. También se puede aplicar en nuestro propio planeta. Es algo que también es válido para cualquier equipo que trabaje y viva en un entorno aislado en la Tierra.

Concepto artístico de una base en Marte. En este caso, la zona de horticultura está bajo tierra. Crédito: NASA Ames Research Center

Pensando en el futuro, los investigadores quieren analizar más datos del último experimento en aislamiento, SIRIUS-21, que comenzó el 4 de noviembre de 2021. Algo que resultará muy útil al permitir ampliar la cantidad de datos que tienen. Generalmente estos experimentos, por sí solos, producen una cantidad pequeña de información. El estudio resulta interesante porque plantea preguntas que habrá que tener en cuenta antes de enviar seres humanos a lugares como Marte. Hay aspectos positivos, pero también negativos.

El hecho de que una tripulación se vuelva más independiente de la Tierra es, sin duda, positivo. Que con el paso del tiempo sea un equipo más unido también les ayudará al enfrentarse a problemas en el desarrollo de la misión. Por otro lado, esa falta de comunicación, o posible oposición por parte de la tripulación, podría suponer un problema para aquellos que también trabajan en la misión desde nuestro planeta. Todavía queda un largo camino que recorrer hasta ver seres humanos en Marte, pero la experiencia, sin duda, transformará a las personas que viajen…

Estudio

El estudio es N. Supolkina, A. Yusupova, D. Shved et al.; «External Communication of Autonomous Crews Under Simulation of Interplanetary Missions». Publicado en la revista Frontiers in Physiology el 9 de noviembre de 2021. Puede consultarse en este enlace.

Referencias: Phys

Alex Riveiro: Divulgador científico. Autor de "Hacia las estrellas: una breve guía del universo", "Más allá de las estrellas: ¿estamos solos en el universo?" y la saga de ciencia ficción "Ecos de un futuro distante". Colaborador en eltiempo.es y Otros Mundos. También en Twitter, YouTube, Twitch e iVoox.
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