Durante mucho tiempo, Venus ha sido visto como el hermano de la Tierra: tiene un tamaño casi tan grande como el de nuestro planeta, y casi el 90% de la masa. Hasta la década de los 60, muchos elucubraban con la posibilidad de que el segundo planeta del Sistema Solar fuese un paraíso tropical. Pero, cincuenta años después, sabemos que Venus es un mundo muy diferente…

No sólo no se trata de un paraíso tropical. Venus es el planeta más cálido del Sistema Solar, con una temperatura media de unos 460º C. Más bien, se trata de un auténtico infierno, dominado por una capa de nubes extremadamente densa, y una presión atmosférica 92 veces superior a la que experimentamos aquí (o dicho de otro modo, si pudieses estar en la superficie de Venus, experimentarías la misma presión que en el fondo del mar).

Su infernal atmósfera se compone de ácido sulfúrico y dióxido de carbono

Venus brilla con tanta intensidad que, bajo las condiciones adecuadas, puede proyectar sombras en nuestro planeta.
Crédito: Wikimedia Commons/Brockeninaglory

Si en la superficie la temperatura hace imposible que haya vida (el agua sólo puede existir en forma de vapor), la atmósfera no es tampoco nada agradable. Para poder encontrar un punto con una presión similar a la de la Tierra, habría que elevarse a 50 kilómetros de altura sobre su superficie. La NASA ha sugerido que, quizá en algún momento, podríamos explorar Venus con el uso de naves aéreas (que no aviones). Incluso podría ser más eficiente que viajar a Marte, ya que está más cerca de nosotros.

A pesar de todo, Carl Sagan sugerió allá por los 60 que podría haber formas de vida en la atmósfera, especialmente afines al ácido (si es que alguna vez hubo vida allí).

La superficie de Venus es igual de terrorífica que su atmósfera

La superficie de Venus podría ser la representación más fiel de Mordor...

La superficie de Venus podría ser la representación más fiel de Mordor…

La lava fluye libremente por la superficie de Venus, y sabemos que es un lugar lleno de volcanes (aunque los astrónomos no están completamente seguros de cuál es la actividad geológica del planeta, y por tanto, de qué parte de «culpa» tienen en que sea un lugar con unas condiciones tan sumamente extremas).

Por si no fuera suficiente, la superficie de Venus se ve azotada por vientos huracanados de 360 km/h.

No tiene estaciones y además sigue frenando su rotación

El eje de Venus no está inclinado respecto a su plano (a diferencia del de La Tierra), y por tanto, no experimenta variaciones estacionales. Además, tarda más en girar sobre sí mismo (243 días) que en orbitar alrededor del Sol (224), y, sorprendentemente, su rotación sigue frenando (desde 1990, los astrónomos estiman que la rotación de venus se ha ralentizado en unos 6 minutos).

Además, es el único planeta, junto a Urano, que tiene rotación retrógrada, es decir, gira sobre si mismo en sentido contrario al que lo hace el resto de planetas. Desde su superficie, el Sol sale por el oeste y se pone por el este (unos 116 días después).

Puede que no siempre fuese un infierno

Durante mucho tiempo, se creyó que Venus estaba poblado por frondosos bosques tropicales…

Hay evidencias, de las diferentes misiones que han explorado Venus, que hacen pensar a los astrónomos que, antiguamente, el planeta pudo tener un clima muy similar a la Tierra, y una superficie formada por océanos y continentes. Es difícil saber si en su superficie pudo llegar a haber vida (mucho menos vida compleja), pero sí está claro que, en el caso de nuestro planeta hermano, la falta de un campo magnético fuerte pudo haber sido el principal responsable de que no haya retenido una atmósfera más similar a la nuestra (Venus tiene un campo magnético bastante débil, generado por la interacción de la ionosfera con el viento solar, pero nada generado por el núcleo del planeta, lo que podría apuntar a que su núcleo se ha solidificado por completo, algo que no se ha podido demostrar con certeza hasta el momento).

La interacción de la radiación solar con la atmósfera del planeta debió arrancar de ésta los iones de helio, hidrógeno y oxígeno, mientras las moléculas más pesadas (como las del dióxido de carbono) permanecían en la atmósfera. Esta erosión atmósferica probablemente produjo la pérdida de la mayor parte del agua de la superficie durante los primeros miles de millones de años tras su formación, y facilitó, a su vez, la creación del efecto invernadero que hoy asfixia al que, quizá, en un pasado muy lejano, pudo haber sido el espejo de La Tierra.