Comenzó su funcionamiento en marzo de 2009. Ahora, casi una década después, llega la recta final del telescopio Kepler. Se está agotando su combustible y, con él, el tiempo para seguir operando y descubriendo exoplanetas…

Un telescopio muy prolífico

Recta final del telescopio Kepler: se agota el combustible

Concepto artístico del telescopio espacial Kepler en el espacio.
Crédito: NASA

El telescopio Kepler es muy especial. En la actualidad conocemos más de 3.740 exoplanetas alrededor de otras estrellas De ellos, 2.649 han sido descubiertos por Kepler. Eso a pesar de que no ha estado exento de diferentes dificultades técnicas. La más conocida, probablemente, fue el fallo de dos de sus volantes de reacción. Limitaron seriamente la capacidad del telescopio para llevar a cabo su misión original.

Sin embargo, el equipo que lo opera logró que el telescopio volviese a tener una configuración estable utilizando pequeñas cantidades de combustible para compensar el fallo de esos volantes. Fue el inicio de la llamada campaña K2. Originalmente, el objetivo era observar una misma región de forma constante. Tras el fallo, se rediseñó la misión, observando cuatro regiones diferentes durante tres meses cada una.

Ahora llega la recta final del telescopio Kepler. Se está agotando el combustible. Según la NASA, al ritmo al que se está consumiendo, la misión terminará en solo unos meses. Así que habrá que aprovechar las últimas observaciones. Eso sí, no hay que perder la perspectiva. Tanto por lo que ha conseguido el telescopio, como por el hecho de que está en funcionamiento mucho más allá de lo inicialmente previsto.

La recta final del telescopio Kepler

Este concepto artístico muestra diferentes descubrimientos planetarios hechos hastas la fecha con la ayuda del telescopio Kepler de la NASA.
Crédito: NASA/W. Stenzel

Durante años, Kepler ha localizado planetas alrededor de estrellas lejanas utilizando el método de tránsito. Consiste en observar el brillo de las estrellas en busca de caídas periódicas de su luz. Esas caídas son el producto del paso (o tránsito) de un planeta por delante de la estrella. De todos los métodos utilizados, este es el que ha resultado ser, de largo, el más fiable y prolífico. 2.900 planetas han sido descubiertos así.

Pero que llegue la recta final del telescopio Kepler no tiene que ser una noticia negativa. Desde luego que es una pena que se acabe la misión más fructífera que se ha hecho hasta el momento. Pero su longevidad es digna de mención. Desde que arrancase la campaña K2, el telescopio ha tenido que rotar su campo de visión cada tres meses para poder observar una región diferente del firmamento.

Originalmente, la expectativa del equipo del telescopio era que había suficiente combustible para hacer 10 fases de observación. Sin embargo, Kepler ya ha completado 16 y acaba de arrancar la 17ª. Todavía queda combustible para unos meses, pero seguirá operativo hasta el último momento. Los instantes finales se utilizarán para enviar todas esas observaciones de vuelta a la Tierra. Se quiere aprovechar hasta el último momento.

No hay alternativa

Concepto artístico del telescopio Kepler observando exoplanetas en tránsito por delante de su estrella.
Crédito: NASA Ames/W Stenzel

Es difícil estimar cuánto combustible le queda, exactamente, al telescopio. No tiene un indicador. Así que el equipo ha estado observando las señales que indicarían que está bajando el nivel. Cosas como una caída de presión en el tanque de combustible, o cómo funcionan los motores. Pero solo es una estimación. Es, en base a esos datos, lo que les ha llevado a concluir que todavía pueden recolectar datos científicos durante algunos meses más.

No cabe la posibilidad de reabastecer el telescopio. Así que esperan recoger datos y detenerse con la cantidad de combustible necesaria para girar el telescopio hacia la Tierra y transmitir toda esa información de vuelta. Es una práctica habitual en las misiones de la NASA. Se reserva una pequeña cantidad de combustible para ejecutar una última maniobra. En el caso de Kepler, enviar esa información a nuestro planeta.

En el caso de la sonda Cassini, por ejemplo, fue para un propósito diferente. Se la hizo descender en la atmósfera de Saturno para evitar que chocase con alguno de sus satélites y contaminase un entorno que, quizá, pudiese tener vida. Como es el caso de Encélado o Titán. Con los satélites artificiales también sucede algo similar. Su última maniobra suele ser para garantizar que no chocan con otros o que caen sobre la Tierra.

Un final sin riesgos

Este es Kepler 1649b, un mundo similar a Venus, que orbita alrededor de una estrella a 219 años-luz.
Crédito: Danielle Futselaar

La recta final del telescopio Kepler no plantea ninguna de estas amenazas. Ni puede contaminar un entorno que quizá sea habitable, ni puede chocar con otros satélites. Así que simplemente se aprovechará para recolectar datos hasta el último momento posible. Los próximos meses serán, por tanto, muy interesantes. Además, la cantidad de datos recogida por Kepler es inmensa. Se seguirá estudiando durante mucho tiempo.

El fin de Kepler no es, ni mucho menos, el final de la búsqueda de exoplanetas. Todo está preparado para que los telescopios de próxima generación recojan el testigo y nos permitan seguir profundizando en nuestro conocimiento de la Vía Láctea. Es el caso del Transiting Exoplanet Survey Satellite (TESS) que seguirá buscando detecciones de tránsitos y que, salvo imprevisto, será lanzado en abril de 2018.

Ya en 2019, el telescopio espacial James Webb (si es que no sufre mas retrasos) entrará en funcionamiento. Sus instrumentos, especializados en el infrarrojo, nos permitirán seguir cazando exoplanetas. Se acerca el final de un telescopio venerado, pero por suerte, lo realmente interesante solo acaba de comenzar. Todavía quedan muchos mundos por descubrir en la galaxia.Y, con ellos, nos esperan muchas sorpresas.

Referencias: NASA