Han pasado más de 40 años desde la última vez que un ser humano puso el pie en la superficie de nuestro satélite. Al hilo del eclipse total de Luna que pudimos ver esta madrugada, parece un buen momento para examinar por qué no estamos pensando en poner a otro astronauta en el cuerpo celeste más cercano a nuestro planeta en los próximos años…

No hemos olvidado la Luna

La Luna, vista desde el hemisferio norte de la Tierra. Aunque menos evidentes, esas diferencias en las tonalidades de la superficie lunar siguen siendo apreciables. Crédito: Gregory H. Revera

La Luna, vista desde el hemisferio norte de la Tierra. Aunque menos evidentes, esas diferencias en las tonalidades de la superficie lunar siguen siendo apreciables.
Crédito: Gregory H. Revera

Aunque hace más de 4 décadas que ningún ser humano ha puesto pie allí, en estos años hemos seguido investigando la superficie de la Luna por medio de misiones robóticas, que nos han ayudado a poder explorar la atmósfera, superficie e interior del satélite. A día de hoy tenemos varias misiones de India y China centradas en el satélite (y tienen planes para mandar astronautas allí en los próximos años), así como el Lunar Reconaissance Orbiter de la NASA, que sigue en órbita polar creando mapas detallados de la superficie. Es posible que, en un futuro no muy lejano, puedan ser usados para futuras misiones tripuladas y la construcción de posibles bases lunares. Pero hoy por hoy la Luna no está en los planes de la agencia americana.

En realidad, quizá es mucho más apropiado decir que, en lugar de dejar de investigar en nuestro satélite, también hemos comenzado a explorar más allá de nuestro vecindario del Sistema Solar. Hoy en día estamos explorando asteroides, planetas enanos, Marte, y el espacio en sí intentando encontrar respuestas a todo tipo de preguntas. Desde si estamos solos en el Universo, hasta cómo pudo haberse originado la vida en nuestro planeta o si podemos vivir en otros planetas, o incluso en el espacio en sí. Desde esa perspectiva, en realidad quizá es más correcto plantearse otra pregunta. ¿Necesitamos volver a mandar astronautas allí?

El programa Apolo fue principalmente político

La tripulación de la misión Apolo 11. Crédito: NASA

La tripulación de la misión Apolo 11.
Crédito: NASA

Aunque el Programa Apolo tuvo un gran impacto científico, no hay que olvidar que sus raíces fueron principalmente políticas. Después de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos y la Unión Soviética estaban enzarzadas en una carrera armamentística en la que ambos bandos avanzaban a pasos agigantados llegando a cohetes capaces de impactar en territorio enemigo en el otro extremo del mundo.

Con la atmósfera conquistada, el siguiente paso era la órbita baja de la Tierra y la Luna. La Unión Soviética puso a Yuri Gagarin en el espacio, el primer ser humano en hacerlo, en 1961, solo unos años después de poner en órbita el primer satélite: el Sputnik 1. El espacio se había convertido en una gran demostración pública de poderío tecnológico y militar, y ambos bandos estaban dispuestos a ir más lejos que el oponente para demostrar su superioridad.

En 1966, la carrera espacial llegó a su punto álgido: la NASA recibió su mayor presupuesto federal de la historia. Un 4,5% del total del presupuesto federal de la nación (unos 5.000 millones de dólares de la época, que vendrían a ser unos 43.000 millones hoy en día). Desde ahí, comenzó a decaer. Especialmente tras la llegada de la misión Apolo 11 a la superficie de la Luna en julio de 1.969.

El programa Constelación, cancelado en 2.010, tenía entre sus objetivos volver a la Luna y crear una base lunar en algún momento de las próximas décadas. Crédito: NASA

El programa Constelación, cancelado en 2010, tenía entre sus objetivos volver a la Luna y crear una base lunar en algún momento de las próximas décadas.
Crédito: NASA

En realidad, en aquel momento la NASA tenía planeado seguir con más misiones. Cinco más aterrizaron en el satélite (Apolo 13 no llegó a aterrizar debido a problemas mecánicos), pero en 1970 se vieron obligados a reorganizar sus prioridades. En aquel año se reiniciaron los planes para crear una estación espacial (llamada SkyLab) y la agencia se vio obligada a anunciar la cancelación de la misión Apolo 20 en su favor. En septiembre de aquel mismo año anunciaron las tres últimas misiones Apolo: 15, 16 y 17.

Ese cambio propició que Harrison Schmitt (que había estado entrenando para la misión Apolo 18) fuese trasladado a la misión Apolo 17. Quizá su nombre no te diga gran cosa en este momento, pero el motivo de su cambio fue por las presiones de los científicos…. ¿por qué? Porque iba a ser (y fue) el primer y único científico profesional en poner sus pies sobre la superficie de nuestro satélite. El programa Apolo concluyó en el 72, y pudo ser antes, porque en 1971 la Casa Blanca quería cancelarlo tras la misión de Apolo 15.

La atención está puesta en Marte

Concepto artístico de las naves y astronautas del proyecto Mars One, que pretende habitar Marte en 2.025. Crédito: Bryan Versteeg/Mars One

Concepto artístico de las naves y astronautas del proyecto Mars One, que pretende habitar Marte en 2025.
Crédito: Bryan Versteeg/Mars One

Hoy día todas las miradas están puestas en Marte. En cierto modo es comprensible. Para realizar experimentos en el espacio ya disponemos de la magnífica Estación Espacial Internacional. Para la exploración de la Luna disponemos de las diferentes misiones robóticas que nos proporcionan toda la información de la que disponemos. Además, es cierto que tenemos mucho más que aprender (y descubrir) estudiando el planeta rojo que yendo a nuestro satélite natural.

En resumen, la visión de algunos astronautas (como Buzz Aldrin) y astrónomos es que ya hemos estado allí, ya lo hemos visitado y lo estamos analizando extensivamente y por tanto enviar a un ser humano su superficie serviría para espolear el orgullo nacional (de los americanos, con toda probabilidad) y poca cosa más. No nos dejaría un legado científico reseñable, o, por lo menos, no tan reseñable como puede ser el que podemos descubrir en Marte. A eso hay que sumarle que seguimos estando bastante lejos de poder pensar, de manera realista, en tener bases lunares.

Este es un concepto de hábitat en Marte propuesto por la NASA en 1995.
Crédito: John Frassanito and Associates for NASA

Lo irónico es que nos sucede exactamente lo mismo con Marte. Ahora mismo estamos lejos de poder mandar a un astronauta hasta Marte sin poner en riesgo su vida debido a diversos factores (exposición a rayos cósmicos una vez haya abandonado la protección de la magnetosfera de la Tierra, sin ir más lejos) y encima sin tener ningún medio para contactar (y rescatarlos) si algo sale mal. Por lo menos, ningún medio rápido (en la Luna tampoco sería instantáneo, pero sí mucho más rápido).

En definitiva, ¿por qué no hemos ido a la Luna? Porque creemos que hoy en día no hay ningún motivo de peso para volver a enviar a un ser humano hasta allí (algo que en cierto modo, desde luego, es comprensible viendo la información de la que disponemos hoy en día) y porque Marte parece ser el próximo gran objetivo de los políticos del mundo. Que sea una locura, o no, solo el tiempo lo dirá… Para bien, o para mal.

Referencias: Wikipedia, io9, CNN