Neptuno es el planeta más alejado del Sistema Solar. Quizá por eso no es sorprendente que, en el imaginario colectivo, se encuentre entre los planetas menos conocidos. Lo cierto es que tardamos mucho tiempo en saber de su existencia. Tanto es así, que supimos que estaba ahí gracias a las matemáticas…

Un planeta difícil de observar

Urbain Le Verrier

Urbain Le Verrier

En realidad, Galileo fue el primero en observar a Neptuno, pero no lo reconoció como tal (y por eso no se le atribuye su descubrimiento). Lo confundió con una estrella porque cuando lo observó (en diciembre de 1.612) Neptuno se encontraba casi estacionario en el cielo. Era el momento en que comenzaba su ciclo retrógrado y su movimiento era demasiado pequeño para ser detectado con el telescopio que utilizaba Galileo. En 2.009, el físico David Jamieson (de la Universidad de Melbourne) anunció que hay nuevas evidencias que sugieren que, al menos, Galileo era consciente de que la estrella que había observado se había movido en relación a las estrellas fijas (que, por si no lo recuerdas, son todas las estrellas que no parecen moverse en el firmamento a lo largo del año).

En 1.821, el astrónomo francés Alexis Bouvard publicó las tablas astronómicas para el movimiento de la órbita de Urano. En las observaciones posteriores, se vieron desviaciones muy notables que llevaron al propio Bouvard a elucubrar que la gravedad de algún cuerpo, no descubierto hasta el momento, debía estar influyendo en la órbita del planeta. Dos décadas más tarde, el matemático francés Urbain Le Verrier desarrolló los cálculos que le permitieron predecir la posición del nuevo planeta (y que terminó desembocando en el descubrimiento de Neptuno el 23 de septiembre de 1.846, con sólo un 1º de error respecto a la posición que Le Verrier había predicho.

Cómo es Neptuno

Neptuno, captado por la sonda Voyager 2 en 1.989. Crédito: NASA

Neptuno, captado por la sonda Voyager 2 en 1.989.
Crédito: NASA

Neptuno es un gigante helado (que es una subclasificación de los planetas gigantes) que contiene una densa mezcla de agua, amoníaco y metano congelado bajo su atmósfera. Con un diámetro de 49.528 kilómetros, es el planeta gigante más pequeño del Sistema Solar. Tanto Júpiter como Saturno (gigantes gaseosos) y Urano (gigante helado como Neptuno) tienen diámetros superiores. Aun así, es más masivo que Urano, y por tanto, mucho más denso.

De hecho, está a medio camino entre la masa de la Tierra (tiene 17 veces la masa de nuestro planeta y sólo su núcleo tiene tanta masa como nuestro planeta) y la de Júpiter (sólo tiene la decimonovena parte de la masa que el planeta más grande del Sistema Solar). No hay forma de estar en su superficie sin hundirse, pero si pudieras, experimentarías una atracción gravitacional muy similar a la que experimentamos aquí en la Tierra. La gravedad de Neptuno es sólo un 17% más intensa que la de nuestro planeta. No hay ningún otro objeto en el Sistema Solar que se acerque tanto a tener una fuerza de la gravedad tan similar.

Nubes en la capa alta de la atmósfera de Neptuno. Crédito: NASA

Nubes en la capa alta de la atmósfera de Neptuno.
Crédito: NASA

La atmósfera de Neptuno tiene un inconfundible y vívido color azul que no sabemos todavía de donde procede. Es decir, sabemos de qué se compone su atmósfera (la mayor parte, un 80%, es hidrógeno, un 19% es helio y hay una pequeña cantidad de metano) y sabemos que Neptuno absorbe la luz roja del metano que hay en su atmósfera, que es lo que le da ese tono azulado. Sin embargo, ese tono azulado difiere del de Urano (que es mucho más similar al cian). Como el contenido de la atmósfera de Neptuno es similar a la de Urano, hay algún compuesto desconocido que hace que su color sea diferente.

A pesar de la gran distancia que lo separa del Sol (de media se encuentra a 4.500 millones de kilómetros de distancia) y del poco calor que recibe de nuestra estrella, los vientos de Neptuno pueden llegar a alcanzar los 2.400 km/h. Son los vientos más rápidos que hayamos podido detectar en el Sistema Solar y resultan un tanto difíciles de explicar si nos ceñimos sólo a la atmósfera. Por ese motivo, asociamos ese viento con una gran tormenta que la sonda Voyager 2 (la única que ha visitado el planeta hasta el momento) encontró en 1.989. Era lo suficientemente grande como para contener en su interior todo el planeta Tierra y se movía en dirección oeste a casi 1.200 km/h. Sí, en pasado, a diferencia de la gran tormenta de Júpiter, gracias al telescopio Hubble sabemos que esta tormenta se desvaneció. Aunque, en los últimos años se han observado, al menos, otras dos grandes tormentas.

La órbita y el campo magnético de Neptuno

Las tormentas de Neptuno (la tormeta más grande, en el centro a la izquierda, y una más pequeña en el sur). Crédito: NASA/Voyager 2 Team

Las tormentas de Neptuno (la tormeta más grande, en el centro a la izquierda, y una más pequeña en el sur).
Crédito: NASA/Voyager 2 Team

Neptuno tiene un campo magnético muy potente. Es 27 veces más intenso que el de la Tierra y se encuentra inclinado 47º respecto a los polos geográficos del planeta y su orientación es, muy probablemente, el resultado de la circulación de los líquidos en el interior del núcleo del gigante helado. Al igual que el resto de planetas gigantes, Neptuno tarda menos de 24 horas en completar una vuelta sobre sí mismo. Concretamente, completa una cada 16 horas.

La órbita de Neptuno es elíptica, y le mantiene, de media, a unos 4.500 millones de kilómetros de distancia del Sol. O lo que es lo mismo a 30 UA, por lo que no resulta visible a simple vista. Completa una vuelta alrededor del Sol cada 165 años, así que, desde su descubrimiento en 1.846, sólo ha completado una vuelta (la terminó en 2.011). Cada 248 años, además, Plutón entra en la órbita de Neptuno durante unos 20 años. La última vez fue hace sólo unas décadas: de 1.979 a 1.999.

La órbita de Neptuno también tiene un profundo impacto en la región colindante, conocida como el cinturón de Kuiper (de una manera muy similar a la influencia que ejerce Júpiter en el cinturón de asteroides) que define su estructura y que ha provocado que, a lo largo de la vida del Sistema Solar, ciertas regiones se volvieran estables o inestables según su resonancia orbital. Por ejemplo, la región a 40-42 UA de distancia está vacía por ser inestable, mientras la región con resonancia 2:3 con Neptuno es estable y es el hogar de multitud de objetos enanos y de Plutón.

Las lunas de Neptuno

Tritón, observado por la sonda Voyager 2. Crédito: NASA / Jet Propulsion Lab / U.S. Geological Survey

Tritón, observado por la sonda Voyager 2.
Crédito: NASA / Jet Propulsion Lab / U.S. Geological Survey

Neptuno tiene 14 lunas conocidas, que reciben sus nombres de dioses y ninfas menores de la mitología griega, relacionadas con el mar. La más grande es Tritón, que es, además, la única luna a su alrededor con forma esférica. Es el único satélite en el sistema solar que orbita a su planeta en sentido contrario a la rotación del mismo. Esa órbita retrógrada indica que, con toda probabilidad, Tritón originalmente debió ser un planeta enano que fue capturado, en lugar de formarse en el mismo lugar que Neptuno. En el futuro lejano, la gravedad del planeta destruirá el satélite (puedes leerlo más en detalle en el artículo que he enlazado anteriormente).

El resto de lunas, todo sea dicho, resultan bastante menos interesantes. Todas son muy pequeñas: Proteo, la segunda más grande sólo tiene 420 kilómetros de diámetro, muy lejos de los 2.700 kilómetros de Tritón. Todos los satélites de Neptuno están clasificados según sean regulares (giran en la misma dirección que la órbita de Neptuno y están en el mismo plano orbital) o irregulares. Los regulares, en teoría, se formaron con el planeta, mientras el resto fueron capturados en algún momento del pasado del Sistema Solar.

Las lunas regulares son: Náyade, Talasa, Despina, Galatea, Larisa, S/2004 N 1(fue descubierto en 2.013 y todavía no tiene un nombre formal) y Proteo. De ellas, las 5 primeras están tan cerca de Neptuno que están siendo deceleradas, así que terminarán colisionando con la atmósfera del planeta o se descompondrán y formarán un sistema de anillos.

Las lunas irregulares son: Tritón, Nereida, Halimede, Sao, Laomedeia, Nezo y Psámate.

Los anillos de Neptuno

Imagen de los anillos de Neptuno tomada por la sonda Voyager 2. Crédito: NASA

Imagen de los anillos de Neptuno tomada por la sonda Voyager 2.
Crédito: NASA

Neptuno tiene un pequeño sistema de anillos, no es uniforme pero sí tiene algunas áreas muy brillantes. Consta de tres anillos principales: el anillo Adams a 63.000 kilómetros de distancia, el anillo Le Verrier (a 53.000) y el anillo Galle a 42.000. El primero fue detectado en 1.968. Son anillos muy inconsistentes, hasta el punto de que en 1.984 ocultaron una estrella sólo durante parte de toda la ocultación.

Hoy en día sabemos que estos anillos son muy inestables y experimentan grandes cambios en poco tiempo. En 2.003 se tomaron imágenes del sistema que fueron comparados con las imágenes tomadas por la sonda Voyager 2 y las diferencias eran muy evidentes, hasta el punto de que se sospecha que el arco de uno de los anillos (Liberté, en el anillo Adams) podría desaparecer en menos de un siglo.

Sea como fuere, parece que por ahora esto es todo lo que sabremos de Neptuno. No hay planes de visitar el planeta en el futuro cercano y parece que, como mínimo, hasta la próxima década no habrá ninguna discusión realmente firme para visitar a este gigante helado de nuevo. Ha habido discusiones al respecto en el pasado reciente (alguna llegaron a sugerir visitar Neptuno y Tritón) pero todas, por un motivo u otro, han quedado en el dique seco…

Referencias: Wikipedia, Space, Universe Today