La recta final de cada año está marcada por una celebración esencialmente religiosa y cristiana: las Navidades. Pero, para los que no somos creyentes, ¿debería ser esto un problema? A fin de cuentas, no hay que olvidar que la celebración tiene un origen pagano…

El origen pagano de las Navidades

Las Navidades paganas y el papel de la religión...

En este árbol de navidad se ha colado… ¡hasta Batman!
Crédito: JD Hancock/Wikimedia Commons

Al mismo tiempo, hay que tener presente que el paganismo es, simplemente, otra religión. Lo único que la distingue del resto de religiones es el número de creyentes en ella. Así como su relevancia actual en mayor o menor medida. Las Navidades como las entendemos en el presente tienen un marcado origen religioso y cristiano. Es evidente si tenemos en cuenta que celebra el nacimiento de Jesús. Pero su origen no es cristiano y, en cualquier caso, no debería ser un impedimento para celebrar fechas que siempre han sido especiales.

Porque las Navidades han evolucionado a lo largo del tiempo gracias a la influencia de multitud de culturas del mundo. Cada una ha aportado algo a la festividad, dándonos más motivos (o tradiciones) por los que decidir celebrarlo. Durante miles de años, los seres humanos hemos celebrado fechas que, por su significado astronómico, eran útiles. Bien para regular algunos aspectos de nuestras vidas, como la agricultura, o bien por otros motivos.

Los solsticios y los equinoccios ayudaban a la gente a saber cuándo debían plantar semillas y cuándo era el momento de recoger lo sembrado. El solsticio de invierno marca el día del año con la cantidad de luz más corta y la noche más larga. Si viajásemos a la antigüedad, nos encontraríamos con muchas celebraciones diferentes. Todas ellas tenían lugar en torno al mismo fenómeno: la llegada del solsticio de diciembre.

Una festividad muy antigua

La celebración de Saturnalia.
Crédito: Antoine Callet

Así, descubrimos que para los antiguos romanos, las Navidades eran una festividad llamada Saturnalia, en honor al dios Saturno. Saturnalia consistía en festines y entrega de regalos. Así como un breve período de igualdad. Porque, en esas fechas, eran los amos los que servían a los sirvientes. Según los registros históricos, Saturnalia comenzó hacia el año 497 antes de nuestra era. Los historiadores modernos creen que quizá su origen sea incluso anterior.

Si nos ceñimos a la historia de la Biblia, por tanto, es una celebración medio milenio más vieja que el supuesto nacimiento de Jesucristo. Además, el nacimiento de Jesús ni siquiera fue una celebración inicialmente. Los judíos no celebran los nacimientos. Tuvieron que pasar varios siglos hasta que los primeros líderes de la iglesia decidieron que era un día que había que conmemorar. Y tuvo que pasar algún tiempo más hasta que se le asignase un día.

Porque los diferentes evangelios de la Biblia tampoco indican en qué día, exactamente, nació Cristo. De hecho, si nos fiamos de lo relatado en la Biblia, podemos concluir que su nacimiento no sucedió en invierno. Se menciona que, en aquel momento, los pastores cuidaban de sus ovejas durante la noche. Es algo que sucedía. Pero no en invierno, sino en primavera. En cualquier caso, es fácil ver que la recta final de diciembre siempre ha tenido un valor especial.

Por qué el 25 de diciembre

Ruinas del Templo de Saturno en Roma.
Crédito: Carla Tavares/Wikimedia Commons

Pero, ¿por qué exactamente el 25 de diciembre? Parece que fue el emperador Aurelio el que, el 25 de diciembre del año 274 de nuestra era, consagró el templo de Sol Invictus. Creó una festividad llamada Dies Natalis Solis Invicti (el nacimiento del Sol). Hacia el año 350, el papa Julio I declaró oficialmente que el 25 de diciembre marcaba el nacimiento de Jesús. Eso, a pesar de que no había evidencias que lo apoyasen.

Al contrario, el evangelio de Lucas es el que contiene la mención al cuidado de las ovejas. Por otro lado, tampoco hay ninguna regla que diga que la celebración de un día tiene que coincidir exactamente con su origen. Pero vamos a lo importante. En roma, en el siglo IV, había tres festividades que tenían lugar en una misma jornada: el 25 de diciembre. Eran Saturnalia, Dies Natalis Sol Invictus y el Dies Natalis de Cristo.

Así que, seguramente, no sorprende a nadie descubrir que las tres festividades terminaron afectando al resto. Porque, además, las tres giraban en torno a la misma idea. La tradición de los regalos de Saturnalia podía ser adoptada por los primeros cristianos como simbolismo de Dios regalándoles su primer hijo en aquel día. Con el tiempo, Roma se desvaneció pero el cristianismo siguió creciendo. Y, con él, sus celebraciones se extendieron a nuevas regiones.

Las Navidades en el norte de Europa

Una corona de Navidad.
Crédito: Mummelgrummel/Wikimedia Commons

Así, las Navidades llegaron a la población germánica. Ellos celebraban, también, la festividad del solsticio de invierno. De nuevo nos encontramos con un cruce de festividades. Los germánicos se vieron influenciados por la navidad… y viceversa. Celebraciones como el tronco de Yule, el muérdago, la decoración del árbol o las coronas de hojas, se convirtieron en parte de la tradición de las Navidades cristianas.

Los sajones, los vikingos, los victorianos e incluso los capitalistas han hecho sus propias contribuciones a la festividad que popularmente conocemos como Navidades. No hay nada de malo en esas tradiciones. Todas conmemoran una fecha que es importante, por un motivo u otro, desde tiempos inmemoriales. Nos guste o no, el papel de las religiones está muy presente en nuestra sociedad. ¡Incluso en nuestro día a día!

No hay que olvidar que nuestro calendario contiene menciones a los dioses romanos… (Miércoles por Mercurio, Viernes por Venus, Martes por Marte…). Las Navidades, en su forma actual, no son una simple celebración cristiana. Sino la herencia de multitud de celebraciones que tenían sus orígenes en diferentes lugares del mundo. No cabe duda de que, con el tiempo, seguirá evolucionando. Quizá en unos siglos, carezca de significado religioso alguno pero seguirá llamándose Navidad…

Referencias: Forbes