Las megaestructuras alienígenas son un concepto que atrapa la imaginación de muchas personas. Podrían ser el indicativo de la presencia de una inteligencia alienígena en alguna estrella lejana. Sin embargo, hasta ahora no hemos tenido éxito en esa búsqueda…

Las megaestructuras alienígenas

Concepto artístico de una esfera de Dyson.
Crédito: Adam Burn

Corría la década de los 60 cuando Freeman Dyson y Nikolai Kardashov hicieron dos propuestas radicales. El primero propuso que las especies inteligentes podrían crear, llegado el momento, megaestructuras para controlar la energía de sus estrellas. El segundo, por su parte, proponía una clasificación de tres niveles para esos esas civilizaciones avanzadas. Lo hacía basándose en su capacidad de manipular la energía de su planeta, su sistema solar y su galaxia, respectivamente. En este artículo puedes leer sobre ambas propuestas en más detalle.

El caso es que, ahora, estamos en un punto en el que podemos detectar planetas extrasolares. Gracias al telescopio Kepler hemos confirmado la existencia de miles de mundos que giran alrededor de otras estrellas. Los científicos han estado atentos a posibles señales de megaestructuras alienígenas, pero por ahora no ha habido suerte. A finales de 2015 nos encontramos con la estrella de Tabby. Para explicar su extraño comportamiento, llegó a insinuarse que podría estar provocado una de estas construcciones. Sin embargo, no se han encontrado evidencias.

Aunque es una idea fascinante, la existencia de megaestructuras alienígenas presenta la misma debilidad que otros intentos de dar con vida inteligente. Si existen civilizaciones avanzadas en el Universo, ¿por qué no hemos logrado encontrarla? A este problema lo conocemos como la Paradoja de Fermi, que está en contraposición a la popular Ecuación de Drake, que intenta calcular cuantas civilizaciones existen en la Vía Láctea.

Buscando en los lugares equivocados

Concepto artístico de un enjambre de cometas alrededor de una estrella.
Crédito: NASA/JPL-Caltech

Ahora, un estudio procedente de la Free University of Tbilisi (una de las universidades privadas de Tiflis, en Georgia), intenta explicar por qué hemos fracasado. El profesor Zaza Osmanov plantea que puede deberse a que no estamos buscando en el lugar correcto. Antes de seguir, quiero asegurarme de que no hay confusión. No se ha llegado a plantear seriamente que las megaestructuras alienígenas sean la explicación más posible de alguna observación.

El equipo de investigadores de la estrella de Tabby fue el primero en salir al paso. En el caso del extraño comportamiento de la estrella que estaban estudiando, había explicaciones naturales mucho más plausibles. Por ejemplo, la presencia de una nube de cometas. También pudo estar provocado porque, en algún momento de su pasado, la estrella consumiese alguno de los planetas que tenía en órbita.

El profesor Osmanov ya publicó un estudio el año pasado. En él sugería que una civilización muy desarrollada (de tipo II en la escala de Kardashov) utilizaría megaestructuras en forma de anillo para aprovechar la energía de sus estrellas. Es una variación del concepto tradicional de la esfera de Dyson. En lugar de construir una esfera, se plantea que podría conseguirse el mismo objetivo con anillos.

Con la vista en púlsares

Concepto artístico de una esfera de Dyson.
Crédito: Eburacum45/SentientDevelopments.com

Además, Osmanov cree que estas estructuras no se encontrarían alrededor de estrellas. Si no de púlsares. También calculó que las dimensiones de estos anillos dependerían de la velocidad de rotación del púlsar. En el último estudio publicado, Osmanov extiende el problema de detectar megaestructuras alienígenas en el mundo de lo visible. Es decir, cómo podríamos detectarlas observando la firma de energía que dejarían en el espectro infrarrojo, y en qué distancias.

Estas estructuras emitirían una cantidad diferente de radiación infrarroja. El investigador cree que podríamos detectarla con las herramientas de las que disponemos en la actualidad. Todo es cuestión del diámetro que creamos que podría tener un anillo de Dyson. En su estudio, Osmanov menciona que en el ejemplo de la esfera de Dyson se utiliza un caparazón que rodea a un astro a una distancia de 1 unidad astronómica.

A esa distancia, suponiendo que fuese una estrella como el Sol, estaríamos dentro de la zona habitable, y por tanto la temperatura de la estructura estaría en el rango de  los -70 a los 25ºC, por lo que sería detectable en el espectro infrarrojo. Si hacemos la extrapolación a un púlsar que rote lentamente (que tarde medio segundo en completar una vuelta), nos iríamos a una zona habitable de 0,1 UA. Si hubiese una megaestructura alienígena a esa distancia, su temperatura rondaría los 116ºC.

Una construcción observable

Concepto artístico de un enjambre de Dyson, formado por multitud de anillos.
Crédito: Falcorian/Wikipedia Commons

Así que estaríamos ante algo que no sólo podríamos observar en el espectro infrarrojo, también en el visible. Apoyándose en esto, el profesor Osmanov concluye que los telescopios infrarrojos modernos, como el VLTI y WISE, tendrían la capacidad de observar los púlsares más cercanos en busca de megaestructuras alienígenas. Si los utilizásemos con estas intenciones, el investigador creer que su alcance sería de unos 200 pársecs (algo más de 650 años-luz).

Si dibujásemos una esfera de 200 pársecs alrededor del Sistema Solar, esperaríamos encontrar alrededor de 64 púlsares en nuestro vecindario. El margen de error es bastante grande, por lo que en el peor de los casos podríamos encontrarnos sólo con 43, y en el mejor con 85. Sea como fuere, estaríamos ante una buena cantidad de objetivos que estudiar con la ayuda de WISE y VLTI en busca de posibles estructura.

Más allá de este rango, hasta los 1000 pársecs (3260 años-luz), necesitaríamos recurrir a otros instrumentos. Ninguno de los dos telescopios tiene la resolución angular suficiente para poder observar anillos en torno a púlsares que estén más lejos. Para poder observar más allá, necesitaríamos telescopios que puedan analizar la banda ultravioleta, pero no existen instrumentos tan sensibles por ahora.

Un concepto tentador, pero polémico

Concepto artístico de un anillo de Dyson.
Crédito: Falcorian/Wikipedia Commons

Así que, aunque puede parecer que sería un volumen pequeño de espacio, podríamos analizar entre 43 y 85 candidatos a tener anillos de Dyson a su alrededor. Lo podríamos hacer con la tecnología que tenemos a nuestro alcance, así como los telescopios de próxima generación que están por llegar, como el telescopio espacial James Webb y el Telescopio Europeo Extremadamente Grande.

El concepto de las megaestructuras alienígenas es un tanto controvertido. La posible evidencia de cualquiera de ellas es, simplemente, el oscurecimiento de una estrella. Ese oscurecimiento se puede explicar fácilmente de muchas otras maneras. Además, existe cierto riesgo de que nuestro propio deseo de encontrar vida extraterrestre inteligente nos lleve a malinterpretar los datos que podamos encontrar en estas observaciones.

Aun así, la búsqueda de vida inteligente extraterrestre es un campo fascinante, y necesario. Es la llave para la respuesta a una de las preguntas más cruciales de la astronomía. ¿Estamos solos en el Universo? Descubrir que hay otras formas de vida nos permitiría ver qué aspectos pueden tener. También podríamos saber si toda la vida está basada en el carbono, o si hay otras posibilidades. Lo que está claro es que, de una manera u otra, en algún momento podremos responder a la pregunta planteada por la paradoja de Fermi…

El estudio es Z. Osmanov.; «Are the Dyson rings around pulsars detectable?». Enviado a arXiv el 11 de mayo de 2017. Puede consultarse en este enlace.

Referencias: Universe Today