Ayer fue un día importante para la NASA. Como ya habían anunciado el pasado 20 de septiembre, tenían un anuncio muy interesante que hacer sobre Europa, uno de los satélites de Júpiter. Eso sí, para evitar que nuestras expectativas se desbordasen, ya nos dijeron (mitad en broma, mitad en serio) que no era el descubrimiento de alienígenas…

Penachos de agua en la superficie de Europa

Recreación artística de penachos de agua en Europa. Crédito: NASA

Recreación artística de penachos de agua en Europa.
Crédito: NASA

Comencemos por lo básico. Europa es uno de los satélites más interesantes del Sistema Solar. Siempre hemos sospechado que podría ser uno de los mejores candidatos para albergar formas de vida en el océano que hay bajo su superficie. En la conferencia de ayer, que estuvo compuesta por los miembros del equipo de investigación, explicaron que la última misión de observación del satélite joviano había revelado evidencias de penachos de agua salina procedentes de la superficie de Europa. De ser cierto, querría decir que el océano oculto bajo su superficie podría ser más accesible de lo que inicialmente se había pensado.

Con la ayuda del espectrógrafo del Telescopio Hubble, el equipo de investigadores realizó una serie de observaciones de Júpiter y Europa en el espectro ultravioleta a lo largo de un período de 15 meses. Durante ese tiempo, el satélite pasó por delante del planeta en 10 ocasiones diferentes. En tres de ellas, el equipo vio lo que parecían penachos de agua procedentes de la superficie. Calcularon que estas columnas podrían alcanzar una altura de 200 kilómetros, en la región suroeste del satélite, y se precipitaban sobre la superficie en forma de lluvia, depositando hielo y material procedente del interior.

Un hallazgo recurrente

Esta composición de imágenes muestra los posibles penachos de agua. Están en la parte inferior izquierda de la imagen, en lo que serían las siete de la tarde si fuese un reloj. Crédito: NASA/ESA/W. Sparks (STScI)/USGS Astrogeology Science Center

Esta composición de imágenes muestra los posibles penachos de agua. Están en la parte inferior izquierda de la imagen, en lo que serían las siete de la tarde si fuese un reloj.
Crédito: NASA/ESA/W. Sparks (STScI)/USGS Astrogeology Science Center

Lo más llamativo es que, en realidad, el objetivo de la observación era analizar la posible atmósfera extendida (también conocida como exosfera) que pudiese tener el satélite. El método utilizado por el equipo era muy similar al empleado para detectar atmósferas alrededor de planetas extrasolares. Es una técnica que no sólo es útil para examinar atmósferas de lugares muy distantes, si no que podemos emplear en el propio Sistema Solar.

Como explicó el jefe del equipo, la atmósfera de un planeta extrasolar bloquea parte de la luz de la estrella que tiene detrás (desde nuestra perspectiva). En el caso de Europa, si tiene una exosfera, tiene la capacidad de bloquear parte de la luz reflejada por Júpiter, y podrían verla como una silueta. Así que buscaron las líneas de absorción alrededor del satélite a medida que transitaba por delante del planeta.

Cuando lo observaron con esta técnica, detectaron que había pequeñas partes de la superficie que eran oscuras, indicando que en esa región se absorbía luz ultravioleta. Esto encajaba con un trabajo anterior, hecho por Lorenz Roth y su equipo de investigadores en 2012. En ese momento, habían detectado evidencias de vapor de agua que estaba siendo expulsado a la superficie en la región del polo sur del satélite.

Métodos diferentes, pero mismo resultado

Esta imagen es una comparación entre el tránsito de Europa por delante de Júpiter en 2014 (izquierda) y 2012 (derecha). Crédito: NASA, ESA, W. Sparks (izquierda) L. Roth (derecha)

Esta imagen es una comparación entre el tránsito de Europa por delante de Júpiter en 2014 (izquierda) y 2012 (derecha).
Crédito: NASA, ESA, W. Sparks (izquierda) L. Roth (derecha)

En 2012, el equipo de Roth también utilizó las observaciones en el espectro ultravioleta del telescopio Hubble. Observaron que había una cantidad coincidente de emisiones de hidrógeno y oxígeno, y llegaron a la conclusión de que debía ser el resultado de que la radiación de Júpiter estaba rompiendo el vapor de agua que estaba siendo expulsado a la atmósfera del satélite (en un proceso conocido como radiolisis).

Aunque los métodos utilizados en ese momento y ahora son diferentes, el equipo que dio la conferencia ayer también encontró esas mismas evidencias de penachos de agua y, además, en la misma región en la que ya habían sido observadas. Basándose en la información del espectrógrafo del telescopio Hubble, pudieron ver que la mayor parte de esas columnas se encuentran en la región polar sur del satélite, además de un penacho más que fue detectado en la región ecuatorial.

Al calcular, de manera completamente diferente, la cantidad de material que sería necesaria para crear esas líneas de absorción, el resultado que obtuvieron era muy similar a lo que ya habían visto los investigadores de 2012. Las estimaciones de masa, y de la altura alcanzada por los penachos, son muy similares. La latitud de dos de las columnas observadas se corresponde con las mismas que ya habían sido vistas en el pasado.

Un fenómeno intermitente

Europa, satélite de Júpiter. Crédito: NASA / Jet Propulsion Lab-Caltech / SETI Institute

Europa, satélite de Júpiter.
Crédito: NASA / Jet Propulsion Lab-Caltech / SETI Institute

De todo esto también se desprende una conclusión interesante, y es que probablemente nos encontramos ante un fenómeno que sucede de manera intermitente. Europa es un satélite que está en rotación síncrona, es decir, siempre vemos el mismo lado cuando pasa por delante de Júpiter (y siempre tiene la misma cara apuntando al planeta en todo momento), y podemos verlo cada 3,5 días, dándonos muchas oportunidades para realizar observaciones.

Que las columnas hayan sido vistas en algunos lugares del satélite y no en otros, también parece indicador de que su aparición es periódica. De hecho, una semana después de su observación, se intentó detectar la aparición de una de esas columnas. No lograron encontrarla, por lo que podría ser una señal de que los penachos de agua podrían tener una duración breve.

Todo esto es importante por dos motivos. Por un lado, son más evidencias de que existe un océano templado y salino debajo de la superficie congelada de Europa. Por otro lado, también quiere decir que cualquier misión futura que se diseñe para visitar el satélite podrá acceder a ese océano con mucha más facilidad de lo que se había creído hasta el momento. Las posibilidades que se nos presentan son, como mínimo, intrigantes.

Un océano que podría estar habitado

Detalle de la superficie de Europa

Detalle de la superficie de Europa

Desde que la sonda Galileo visitase el satélite, los científicos han sospechado que bajo su superficie se escondía un océano gigantesco. Tanto, que podría contener de dos a tres veces la cantidad de agua que podemos encontrar en todos los océanos de la Tierra. Sin embargo, la estimación del espesor del hielo varía entre los 10 y los 30 kilómetros de profundidad, con una capa de hielo más maleable que podría llegar a aumentar su espesor hasta los 100 kilómetros de profundidad.

Saber que el agua llega periódicamente a la superficie a través de fisuras en el hielo supone que cualquier misión futura (que podría incluir algún tipo de submarino) no tendría que realizar excavaciones muy profundas. Podríamos tener un acceso relativamente sencillo a ese océano interior que se encuentra entre los lugares del Sistema Solar en el que más esperanzas tenemos de poder encontrar vida extraterrestre.

Más puntos a favor para una misión a Europa

Concepto artístico de una columna de agua en Europa, con Júpiter y el Sol en el cielo. Crédito: NASA/ESA/K. Retherford/SWRI

Concepto artístico de una columna de agua en Europa, con Júpiter y el Sol en el cielo.
Crédito: NASA/ESA/K. Retherford/SWRI

No debería resultar sorprendente que este anuncio haya despertado el interés de las personas que, en estos momentos, están desarrollando una misión a Europa propuesta por la NASA, que podría ser lanzada en algún momento de la década de 2020. Aunque no es una confirmación absoluta, todas estas evidencias dan mucha solidez a la existencia de penachos de agua allí. Desde la Tierra, incluso con la ayuda del telescopio Hubble, será muy complicado conseguir resultados que sean completamente concluyentes.

Con una nave que viaje expresamente al sistema joviano, sin embargo, podríamos confirmar, o desmentir, la presencia de estas columnas, así como echar un vistazo a otros aspectos de este satélite helado. Ahora mismo, los planes de la agencia americana consisten en enviar una sonda que realice diferentes sobrevuelos de Europa a lo largo de la próxima década. Los instrumentos de la sonda serían capaces de estudiar su superficie con un nivel de detalle inédito.

Si los penachos existen, una sonda podría observarlos directamente y hasta examinar su composición. Hasta ese momento, sin embargo, los investigadores tendrán que conformarse con las herramientas que tenemos a nuestra disposición, como el telescopio Hubble, y también su sucesor, el telescopio James Webb, que será lanzado en 2018 y que seguramente nos permitirá poder realizar observaciones más precisas del satélite.

Todavía no se puede confirmar

Aunque el anuncio es muy importante, todavía no estamos en condición de afirmar la existencia de columnas de agua en Europa. Eso es algo para lo que tendremos que esperar. Tanto el telescopio James Webb, que podrá observar el satélite en infrarrojo, como las próximas misiones, nos ayudarán a confirmarlo. Veremos qué nos depara el futuro. Si finalmente se confirma que este fenómeno sucede, la posibilidad de explorar un océano en otro objeto celeste del Sistema Solar será muy real.

El paper del estudio está disponible aquí. No quiero terminar este artículo sin compartir este breve vídeo de la NASA, que muestra una simulación de los penachos de agua en Europa:

Referencias: Universe Today, NASA