Un investigador plantea que los satélites coorbitales, objetos que comparten la misma órbita que la Tierra, podrían ser un buen lugar en el que intentar encontrar señales de alguna inteligencia extraterrestre, que hubiese podido estudiar nuestro planeta desde su ubicación…

Los satélites coorbitales reúnen muchos requisitos

Imaginemos que la Vía Láctea esté habitada por civilizaciones extraterrestres. Algunas de ellas, por fuerza, serán más antiguas que la nuestra. Con una mejor tecnología, no es descabellado pensar que podrían explorar la galaxia e identificar planetas que pudiesen ser prometedores. Pero, ¿cómo analizar un planeta, como la Tierra, por ejemplo, sin levantar sospechas de sus habitantes? La respuesta está en los satélites coorbitales. Pequeños objetos rocosos que se acercan a nuestro planeta, aunque no tanto como la Luna.

Los extraterrestres podrían utilizar satélites coorbitales
La Tierra vista desde el espacio. Crédito: NASA

Comparten la órbita de nuestro planeta y, por tanto, cada año se acercan. Si realmente hubiese alguna civilización tan avanzada, que hubiese enviado alguna nave a esta región de la galaxia, podría haber visto los satélites coorbitales como una herramienta muy interesante. Podrían ser una fuente de material, de energía solar constante, un punto de anclaje para la sonda que analice el planeta. Y, lo más importante de todo, si no se desea que se sepa de la existencia de otras civilizaciones, permitiría que estuviese oculta para la civilización del planeta.

Estos objetos no han sido muy estudiados en el campo de la astronomía. En el de la búsqueda de vida extraterrestre, ni siquiera se han llegado a tener en cuenta. Por ello, el investigador James Benford plantea que podríamos considerarlos lugares idóneos para ocultar sondas de alguna civilización extraterrestre, mucho más antigua que la nuestra. Probablemente, esa sonda sería robótica. Con una fuente de energía, quizá, incluso podría enviar la información de sus hallazgos hacia el sistema natal de la civilización que lo hubiese creado.

Arqueología extraterrestre

El razonamiento, en el fondo de toda esta cuestión, resulta bastante lógico. Es una forma de hacer arqueología a escala espacial. Si se encontrase alguna sonda de este tipo, tendríamos la confirmación de que, por lo menos, hubo vida más allá de la Tierra en el pasado. Si no se encuentra nada, querría decir dos cosas: O bien que nadie ha visitado esta región de la galaxia, o bien que no hay ninguna civilización que esté mucho más avanzada que la nuestra. Porque la presencia de la vida en la Tierra es muy antigua. Es una información sencilla de obtener.

Concepto artístico de la vela solar LightSail 2. Crédito: The Planetary Society/Josh Spradling

Desde hace miles de millones de años, es posible observar la Tierra, desde la distancia, y determinar que debería albergar vida (aunque, probablemente, deducir que esa vida podría ser inteligente debería ser mucho más complejo). Los satélites coorbitales se convierten en objetos muy interesantes por este motivo. Además, son cercanos a nuestro planeta y, por tanto, el acceso a ellos es sencillo. Se pueden estudiar desde la distancia, analizando su espectro, por ejemplo. De hecho, en el futuro se va a estudiar uno de estos objetos.

Se trata de 2016 HO3, el satélite coorbital más pequeño, cercano y estable de los que comparten la órbita de la Tierra. A decir verdad, el nombre de satélite coorbital podría llevar a engaño. La Luna es el único satélite de nuestro planeta, si bien hay pequeños objetos que, temporalmente, pueden compartir la misma órbita. China ha anunciado que tiene planes de investigar 2016 HO3 en los próximos años. Este estudio es solo uno más en la lista de planteamientos imaginativos para intentar encontrar señales de comunicación interestelar.

Los satélites coorbitales son solo una posibilidad más

Ha planteado otros posibles métodos. Como, por ejemplo, que se puedan enviar pequeñas ráfagas de microondas para llamar la atención. Como si fuese un faro enviando destellos. O utilizar haces electromagnéticos para enviar naves espaciales, muy ligeras (como nuestras velas solares) a la exploración de otros lugares de la galaxia. Esta última propuesta difiere de las anteriores porque plantea que, quizá, podríamos encontrar, directamente, reliquias de esas hipotéticas civilizaciones. Pequeñas naves que ya no estuviesen operativas.

Concepto artístico de WF9 2016, un asteroide cercano a la Tierra. Crédito: JPL/NASA

Pero hay que tener claro que este estudio es, principalmente, eso, una vuelta de tuerca imaginativa a la posibilidad de que haya vida en otros lugares de la galaxia. El razonamiento es sencillo. Si hay otras civilizaciones, y alguna existe desde mucho antes que la nuestra apareciese, podrían haber explorado otros lugares de la galaxia, más allá de su sistema natal. En esa exploración, podrían haber visto que la Tierra es habitable y haber decidido, en su misión, dejar o enviar alguna nave que estudiase el planeta mucho más de cerca.

La probabilidad de encontrar una reliquia, de una civilización extraterrestre, sin embargo, parece extremadamente pequeña. No solo por la inmensidad de la galaxia, 120 000 años-luz, sino porque, si tuviesen que elegir al azar, entre un puñado de planetas habitables que hubiesen detectado, es posible que la Tierra no estuviese entre esas opciones. O, quizá, ni siquiera hubiese sido observada y se hubiese detectado. Pero no deja de ser un planteamiento más para intentar descubrir si la vida podría haber aparecido en otros lugares…

Estudio

El estudio es J. Benford; «Looking for Lurkers: Objects Co-orbital with Earth as SETI Observables»; publicado en The Astrophysical Journal el 20 de septiembre de 2019. Puede ser consultado en arXiv.

Referencias: Phys