Como probablemente sepas, los colores que vemos en las fotos de muchas de las imágenes procedentes de la NASA, y de otras agencias espaciales, no son exactamente reales. No es que quieran engañarnos, es que tienen buenos motivos para retocarlas…

Una cuestión de perspectiva

Esta es la Nebulosa de la Quilla, en la que también se encuentra una de las estrellas más luminosas conocidas: Eta Carinae. Crédito: ESO

Esta es la Nebulosa de la Quilla.
Crédito: ESO

Nebulosas extremadamente coloridas, que nos permiten apreciar los pequeños detalles de sus estructuras, o lo que está sucediendo en su interior y cómo están siendo erosionadas por las estrellas que se han formado en su interior, supernovas, planetas… y podríamos seguir con la lista. Seguro que se te ocurren ejemplos de imágenes llamativas que hayas visto. En todos esos casos, hay cierto grado de mentira. Es cierto, con un telescopio, no verías la nebulosa con esos colores.

Pero vayámonos a lo esencial, a los telescopios y lo que hacen para obtener estás imágenes. Especialmente aquellos que tienen una cámara digital. Un telescopio no es más que un conjunto de tubos, espejos y lentes que permiten que el instrumento capture tanta luz como sea posible. Tiene la capacidad de capturar mucha más luz que el ojo humano, y por tanto, no es sorprendente que sea capaz de captar cosas que nunca llegaríamos a ver a simple vista a menos que nos embarcásemos en un viaje de unos cuantos millones de años de duración.

La segunda tarea del telescopio es recoger toda esa luz procedente del espacio y concentrarla en un pequeño punto. Esa acción de enfoque también amplía el tamaño de las imágenes, hace que veamos cosas con un tamaño más grande del que tienen en la vida real. Es decir, en el nivel más esencial del arte de enseñarnos el firmamento, ya estamos percibiendo una construcción artificial de la realidad.

El papel de nuestros ojos

Imagen de la Nebulosa del Cangrejo, en la que se combinan el espectro óptico y el infrarrojo. Crédito: ESA/Herschel/PACS/MESS Key Programme Supernova Remnant Team; NASA, ESA and Allison Loll/Jeff Hester (Arizona State University)

Imagen de la Nebulosa del Cangrejo, en la que se combinan el espectro óptico y el infrarrojo.
Crédito: ESA/Herschel/PACS/MESS Key Programme Supernova Remnant Team; NASA, ESA and Allison Loll/Jeff Hester (Arizona State University)

Nuestras retinas tienen sensores especiales (bastones y conos) que son capaces de captar diferentes colores. Los sensores digitales (en los que se incluyen las cámaras), por contra, no son sensibles a los colores. Sólo pueden medir la cantidad de luz que les llega. Así que para corregirlo se utilizan filtros, y o bien se utilizan diferentes conjuntos de sensores, o se combinan diferentes lecturas procedentes del mismo sensor.

En cualquier caso, el resultado es el mismo. Una avalancha de datos sobre las propiedades de la luz que ha llegado hasta el dispositivo en el mismo momento en que tú estabas capturando la imagen. Por medio de algoritmos de software, es posible reconstruir todos esos datos y transformarlos en una imagen que, hasta cierto punto, se aproxima a lo que tus ojos verían sin la asistencia del medio digital.

La ciencia en la fotografía

Esta imagen de la Nebulosa del Cangrejo corresponde al espectro visible.

Esta imagen de la Nebulosa del Cangrejo corresponde al espectro visible. Crédito: NASA/ESA

Para bien o para mal, la exposición y la iluminación tal y como los entiende un ordenador no son exactamente iguales a lo que nosotros captamos. Si alguna vez has jugado con los filtros antes de hacer una foto, lo estás haciendo por un motivo muy sencillo: quieres que la foto salga mejor.

Los científicos persiguen, precisamente, ese mismo objetivo. En tu caso, seguramente lo haces por un motivo artístico. Ellos, sin embargo, lo hacen por un motivo científico. Las imágenes obtenidas del espacio les permiten descubrir cosas sobre su funcionamiento, y un poco de contraste aquí, o un poco de brillo allí, pueden ser suficientes para poder comprender las estructuras complejas que pueden observar y su funcionamiento. La NASA no retoca la foto simplemente para darle un aspecto más artístico, si no para que sea útil científicamente hablando.

El color del universo

La nebulosa Trífida vista en infrarrojo. Crédito: Jeff Hester (Arizona State University), Palomar telescope

La nebulosa Trífida vista en infrarrojo.
Crédito: Jeff Hester (Arizona State University), Palomar telescope

Pero… ¿qué colores se usan? En el universo, de forma natural, no es descabellado decir que los dos colores más comunes son el rojo y el azul. Si estás viendo una imagen del telescopio espacial Hubble, y está principalmente compuesta por esos dos colores, seguramente sea una representación bastante fiel de lo que captaría tu ojo si pudiese ir hasta ese lugar y observarlo por tus propios medios.

¿Qué pasa con el verde, el naranja o el morado que se pueden ver en algunas fotos? Los mecanismos astrofísicos no suelen dar como resultado estos colores. Se suelen añadir, de manera artificial, para poder distinguir algún elemento o alguna zona compleja que los científicos están intentando estudiar. Cuando los elementos se calientan, brillan en una longitud de onda de luz muy específica. A veces, esa luz está dentro de la percepción del ojo humano, pero aparecerá obstruido por otros colores de la imagen. En otros casos, directamente, la onda de luz no sería visible.

En cualquier caso, lo que se busca es dónde está un elemento en particular en una nebulosa o en un disco protoplanetario. Así que los científicos utilizan esta característica para poder conseguir indicios sobre el origen y estructura de algo complejo. Para nosotros puede ser un simple color, pero para los investigadores puede indicar que un disco protoplanetario, alrededor de una estrella recién formada, podría estar rodeada por oxígeno (por poner un ejemplo).

Fuera de lo visible

La Nebulosa Trífida. Crédito: Imagen original de Lorand Fenyes

La Nebulosa Trífida.
Crédito: Imagen original de Lorand Fenyes

Desde que Sir William Herschel descubriese la radiación infrarroja de manera accidental, los científicos saben que la luz está compuesta de más cosas que la luz visible. Lo más rojo que los rojos más profundos que podemos percibir es infrarrojo, microondas y radio. Lo más violeta que los violetas más profundos que podemos ver es ultravioleta, rayos X y rayos gamma. Los científicos tienen telescopios capaces de detectar cualquier tipo de radiación electromagnética, desde diminutos rayos gamma, del tamaño de una bala, a ondas de radio de varios metros de longitud.

La tecnología de los telescopios siempre viene a ser la misma. Recogen la luz que reciben, la acumulan y la concentran en un punto. Los científicos crean un mapa de colores para toda esa información. Por ejemplo, ¿de qué color es un rayo gamma que llega de una supernova muy lejana? ¿De qué color es la emisión de radio de una galaxia activa? Para poder hacer que sean algo observable por los sentidos humanos, necesitamos asignarles colores de manera artificial. Si no se hiciese así, no sería posible hacer ciencia.

Referencias: Space.com