La Vía Láctea está compuesta por 200 000 millones de estrellas. De ellas, las enanas rojas son las más abundantes. Suponen el 70% de todos los astros. Por si esto fuese poco, también destacan por ser las estrellas más longevas del cosmos. Podrían tener la clave para ayudarnos a descubrir si hay vida en otros lugares…

Las enanas rojas son pequeñas pero longevas

Impresión artística de exoplanetas alrededor de una enana roja.
Crédito: NASA/JPL

Las enanas rojas son mucho más pequeñas que el Sol. Tienen entre el 50% y el 7,5% de la masa de nuestra estrella. Aunque esto podría parecer contradictorio, son mucho más longevas que las estrellas más grandes. Nuestro Sol vivirá, de principio a fin, unos 10 000 millones de años. Las enanas rojas, sin embargo, tienen una expectativa de vida de billones de años. Próxima Centauri, la estrella más cercana (y enana roja) vivirá aproximadamente 4 billones de años.

A todo esto, hay que sumarle que son muy abundantes. De las 30 estrellas más cercanas al Sol, 20 pertenecen al grupo de las enanas rojas. Por todo esto, no es sorprendente saber que son uno de los grandes objetivos de la ciencia. Comprender sus características y el entorno que ofrecen a los planetas a su alrededor es importantísimo. Puede ayudarnos a comprender cuál es la probabilidad de encontrar vida en otros lugares de la galaxia y, por extensión, del universo.

En los últimos años y  meses se han publicado multitud de estudios al respecto. En Astrobitácora me he hecho eco de muchos de ellos. Como este, sobre las superllamaradas de las enanas rojas. O este otro, que plantea cómo podríamos encontrar señales de vegetación. No podemos olvidarnos, tampoco, de los descubrimientos de TRAPPIST-1 y sus siete planetas, o el hallazgo de Próxima b, el exoplaneta más cercano a la Tierra.

Las enanas rojas pueden ser muy violentas

Este concepto artístico muestra una enana roja orbitada por un planeta habitable.
Crédito: Christine Pulliam (CfA).

Uno de los problemas de las enanas rojas es, precisamente, su actividad. En sus primeras etapas pueden ser estrellas extremadamente violentas. Sus llamaradas son mucho más potentes que las del Sol. Si a esto le sumamos que sus planetas están mucho más cerca (todos los de TRAPPIST-1, por ejemplo, están en menos distancia de la que separa a Mercurio del Sol), el escenario se vuelve muy complicado para el desarrollo de la vida.

La pregunta, en realidad, se convierte entonces en cuántos planetas podrían ser capaces de retener su atmósfera frente al asalto incesante de su estrella. La respuesta es que probablemente no muchos. Solo los planetas rocosos más masivos que la Tierra podrían. Y ni siquiera en todas las condiciones. Pero hay un rayo de esperanza. No todas las enanas rojas parecen ser igual de violentas durante su juventud.

Ross 128 es conocida, precisamente, por ser una enana roja mucho más tranquila. Su nivel de actividad es comparable a la del Sol. Así que ofrece un entorno más favorable. Además, hace unos meses se descubrió que tiene un exoplaneta: Ross 128 b. En cualquier caso, haciendo balance, lo cierto es que ahora mismo parece que hay más estudios en contra que a favor respecto a la posibilidad de que la vida pueda desarrollarse en mundos en torno a las enanas rojas.

Queda mucho por investigar

No hay que perder la perspectiva. Llevamos apenas unas décadas buscando exoplanetas y queda mucho por descubrir. Con la llegada de mejores telescopios, será posible analizar la composición de sus atmósferas. Quizá en alguno de ellos se detecte una distribución de elementos similar a la de la atmósfera. Tarde o temprano, quizá, también se llegue a sospechar que podría haber vida en alguno de esos mundos.

De esto, y de muchas otras cosas, ¡hablo en el vídeo que publiqué el pasado fin de semana en mi canal de YouTube!