Una de las preguntas más fascinantes que nos podemos hacer es si hay más vida inteligente en la Vía Láctea (y por extensión, en el Universo). Hasta ahora, a pesar de que hemos intentado hacernos una idea aproximada con planteamientos como la Ecuación de Drake, no hemos sido capaces de encontrar a otros seres inteligentes. De ahí, ya en su momento, surgió la popular Paradoja de Fermi. Ahora, un nuevo estudio propone un nuevo lugar en el que podríamos intentar detectar señales de vida inteligente…

Mirando a los cúmulos globulares

Un planeta en un cúmulo globular. Crédito: Rolf Wahl Olsen

Un planeta en un cúmulo globular.
Crédito: Rolf Wahl Olsen

He hablado en varias ocasiones sobre los cúmulos globulares. Son conjuntos de estrellas increíblemente compactos que, tradicionalmente, hemos considerado demasiado hostiles como para permitir el desarrollo de la vida inteligente en los planetas que pueda haber en torno a sus estrellas. La versión resumida vendría a ser que la proximidad entre estrellas haría que los planetas estuviesen en órbitas muy inestables. Sin embargo, un nuevo estudio plantea que podrían ser lugares excelentes para que se desarrolle la vida compleja y, eventualmente, aparezcan civilizaciones.

Lo ha explicado la directora del estudio, Rosanne Di Stefano, del Centro de Astrofísica del Harvard-Smithsonian, en una reunión de la Sociedad Astronómica Americana que tuvo lugar ayer, 6 de enero. Es importante remarcar que, en este caso en particular, estamos hablando de civilizaciones avanzadas. Los cúmulos globulares pueden ser muy extensos (pueden llegar a tener diámetros de centenares de años-luz). Los que conocemos en la Vía Láctea tienen unos 10.000 millones de años, y el universo se formó hace 13.700 millones de años, por lo que podrían ser lugares en los que las civilizaciones, si hubiera emergido alguna, tendrían tiempo más que suficiente para volverse complejas.

El dilema de la metalicidad

Este es un concepto artístico de uno de los planetas que, en 2014, ESO (el Observatorio Europeo Austral, en Chile) descubrió alrededor del cúmulo de Messier 67. Crédito: ESO

Este es un concepto artístico de uno de los planetas que, en 2014, ESO (el Observatorio Europeo Austral, en Chile) descubrió alrededor del cúmulo de Messier 67.
Crédito: ESO

Uno de los principales inconvenientes, sin embargo, es que las estrellas de los cúmulos globulares son muy antiguas, de hecho, las clasificamos en algo que llamamos Población II y tienen una cantidad de metales pesados (es decir, elementos más allá del hidrógeno y el helio) muy baja (el Sol entra dentro de la Población I). Sin esos elementos, los discos de material que hubiera alrededor de las estrellas recién formadas deberían ser incapaces de crear esos planetas y sin planetas que habitar es imposible que haya civilizaciones.

Contra ese argumento, Di Stefano y su equipo destacan que, aunque es cierto que los gigantes gaseosos parecen orbitar sólo en torno a estrellas con más metalicidad, los mundos rocosos, más similares a la Tierra, pueden encontrarse alrededor de estrellas con cantidades de metales más bajas y, por tanto, es prematuro decir que no hay planetas en los cúmulos globulares. No sólo eso, nuestros métodos de detección y la distancia a los cúmulos más cercanos (miles de años-luz) hace muy difícil que podamos identificar planetas en sus interiores. De todos modos, eso no nos evita preguntarnos si esos sistemas estelares necesitarían la presencia de un gigante gaseoso que hiciese algo similar a lo que, sospechamos, hizo Júpiter en las primeras épocas del Sistema Solar

La densidad de los cúmulos globulares

El cúmulo globular Messier 15, observado por el telescopio Hubble. Crédito: NASA, ESA

El cúmulo globular Messier 15, observado por el telescopio Hubble.
Crédito: NASA, ESA

Hay otro factor que parecería, al menos en teoría, jugar en contra de la existencia de civilizaciones en los cúmulos. Tomemos como ejemplo el Sol. La estrella más cercana (el sistema triple de Alfa Centauri), se encuentra a 4,24 años-luz de distancia (a unos 39 billones de kilómetros). Aunque en términos cósmicos es, literalmente, muy cerca, lo cierto es que está tan alejada que su gravedad no afecta al Sistema Solar, ni a las órbitas de los objetos que orbitan en torno al Sol.

En un cúmulo globular, esas distancias entre estrellas se reducen enormemente. Pueden estar hasta 20 veces más cerca. A esa distancia, podrían perturbar no sólo la Nube de Oort de los sistemas vecinos, si no incluso las órbitas de los planetas, expulsándolos de su zona habitable (o peor aún, precipitándolos contra otras estrellas o planetas). En contra de este argumento, Di Stefano y su equipo mencionan que las estrellas más brillantes (como el Sol), hubieran vivido su ciclo dejando sólo aquellas estrellas enanas que tienen una secuencia principal muchísimo más larga.

El cúmulo Arches, visto en infrarrojos. Es una zona tan densa que, en la distancia que separa al Sol de Próxima Centauri, ¡hay 100.000 estrellas! Crédito: NASA/ESA

El cúmulo Arches, visto en infrarrojos. Es una zona tan densa que, en la distancia que separa al Sol de Próxima Centauri (4 años-luz), ¡hay 100.000 estrellas!
Crédito: NASA/ESA

Esas estrellas enanas, además, necesitan que sus planetas orbiten mucho más cerca de ellas para poder mantener agua líquida en su superficie y por tanto, los planetas que pudieran orbitar a su alrededor deberían estar protegidos de las perturbaciones que pudieran sufrir por la presencia de astros vecinos. Además, no es descabellado pensar que alrededor de una estrella muy vieja pueda haber planetas muy viejos.

En la Tierra, la vida apareció hace unos 3.500 millones de años (nuestro Sistema Solar tiene unos 4.500 millones de años). En un planeta de 10.000 millones de años hay mucho tiempo para que la vida pueda florecer, evolucionar hacia especies inteligentes y tecnológicas y, eventualmente, convertirse en una civilización interestelar.

Vecinos cercanos

Un mundo alienígena. Crédito: Emmanuel Shiu / www.eshiu.com

Un mundo alienígena.
Crédito: Emmanuel Shiu / www.eshiu.com

Que la estrella más cercana esté a un poco más de 4 años-luz quiere decir que nuestro Sistema Solar es un lugar bastante tranquilo en la galaxia, pero claro, también es un lugar un tanto solitario. En un cúmulo globular, con esas distancias mucho más reducidas entre estrellas, el viaje interestelar sería más accesible- Las oportunidades para exploración de otras estrellas, y para el establecimiento de asentamientos, por tanto, mucho más numerosas. En última instancia, también implicaría que es mucho más sencillo comunicarse con otras posibles civilizaciones que pudiese haber en el mismo cúmulo.

De hecho, el equipo de Di Stefano lo llama «la oportunidad del cúmulo globular» y dice que, en cierto modo, enviar una señal entre estrellas en ese hipotético cúmulo, no llevaría mucho más tiempo de lo que se tardaría en enviar una carta de Estados Unidos a Europa en el siglo XVIII. Por ahí, también, va enfocada una de las posibles formas de intentar dectectar la existencia de civilizaciones que estén habitando en cúmulos globulares: buscar posibles transmisiones de radio, o láser, enviada de un sistema estelar a otro dentro del propio cúmulo con la ayuda de SETI.

Si estuviésemos en un cúmulo globular, la sonda Voyager 1 (que es la más distante de nuestro planeta), ya habría recorrido la décima parte del trayecto que la separaría de la estrella más cercana. Es decir, ya tendríamos, a día de hoy, el nivel tecnológico para poder enviar sondas a otras estrellas si estuviésemos en un cúmulo. Como no es el caso, sin embargo, tenemos las cosas un poquito más complicadas…

Referencia: Harvard-Smithsonian Center for Astrophysics