En su juventud, nuestro Sol fue una estrella mucho más violenta que machacó a los planetas interiores con superllamaradas y vientos solares tremendamente intensos. Ahora, gracias a un nuevo estudio, estamos comenzando a comprender cuál fue la importancia en aquella época del campo magnético que rodea a nuestro planeta…

Una estrella joven

Esta ilustración artística muestra a Kappa Ceti, una estrella mucho más joven que el Sol, interaccionando con el campo magnético de un planeta rocoso. Crédito: M. Weiss/CfA.

Esta ilustración artística muestra a Kappa Ceti, una estrella mucho más joven que el Sol, interaccionando con el campo magnético de un planeta rocoso.
Crédito: M. Weiss/CfA.

Por suerte, nos ha tocado vivir en un momento mucho más tranquilo de este pequeño barrio de la Vía Láctea al que conocemos como Sistema Solar. Pero no siempre fue así. Sabemos que en el pasado lejano el Sol fue una estrella mucho más activa y violenta, y ahora tenemos la oportunidad de entender mejor qué papel desempeñó el campo magnético de nuestro planeta frente a la intensa actividad de nuestra joven estrella.

Entre los cientos de miles de millones de estrellas de la Vía Láctea está Kappa Ceti. Está a unos 30 años-luz de distancia, en la constelación Cetus (la ballena); es una enana amarilla de tipo G, muy similar al Sol, pero que se encuentra en su más tierna infancia, por decirlo así. Sólo tiene entre 400 y 600 millones de años de existencia, según se ha podido calcular en base a la velocidad de rotación.

Un concepto artístico de cuál podría haber sido el aspecto de Marte, hace 4.000 millones de años. Crédito: Didier Florentz

Un concepto artístico de cuál podría haber sido el aspecto de Marte, hace 4.000 millones de años.
Crédito: Didier Florentz

Como te podrás imaginar, el vecindario de Kappa Ceti es bastante más activo y caótico. La superficie de la estrella está desfigurada por manchas solares mucho más grandes (y abundantes) que las que podemos ver en el Sol. Además, Emite unas llamaradas extremadamente potentes, en las que se liberan de 10 a 100 millones de veces la energía de las llamaradas solares más grandes que hemos podido observar en nuestro Sistema Solar.

En definitiva, a no mucha distancia de nuestro hogar, tenemos una versión del pasado de nuestro Sistema Solar que podemos utilizar para poder entender cómo fue el entorno en el que se encontraban los planetas del Sistema Solar en aquella época. Hay que tener en cuenta que estamos hablando de una estrella que tiene la misma edad (aproximadamente) que tenía el Sol cuando la vida comenzó a aparecer en la Tierra. Y la primera conclusión que nos ha dejado no podía ser más clara: el campo magnético de un planeta puede ser clave para definir su habitabilidad.

El papel del campo magnético

Debido a la atmósfera de Marte, el planeta es más frío de lo que lo sería la Tierra si estuviese a una distancia similar del Sol

Debido a la atmósfera de Marte, el planeta es más frío de lo que lo sería la Tierra si estuviese a una distancia similar del Sol

La actividad en la superficie de Kappa Ceti provoca que haya una corriente permanente de plasma expulsada al espacio. Es lo que conocemos como viento estelar, y en este caso es cincuenta veces más intenso que el que viento solar que podemos observar en el Sol. En un entorno tan hostil como ése, un planeta sin un campo magnético suficientemente intenso podría perder casi toda su atmósfera.

De hecho, sabemos que Marte perdió su atmósfera. No sabemos la fecha exacta en la que sucedió, pero sí calculamos que debió pasar hace más de 3.500 millones de años (del mismo modo, estimamos que Marte perdió su capacidad de tener agua líquida en su superficie hace unos 3.700 millones de años). Es decir, sucedió en un momento en el que el Sol exhibía un comportamiento muy similar al que podemos observar hoy en día en Kappa Ceti.

Fotografía de Marte tomada por el Rover Curiosity

Fotografía de Marte tomada por el Rover Curiosity

Marte fue incapaz de mantener agua líquida, y también perdió gran parte de su atmósfera. La Tierra lo soportó bastante mejor. Nuestro planeta se vio sometido al mismo infierno, pero su campo magnético fue lo suficientemente fuerte para poder aguantar el asalto del Sol y retener la mayor parte de su atmósfera y, por supuesto, la presencia de agua líquida. A partir de diferentes cálculos en los que se han tenido en cuenta las propiedades magnéticas de la Tierra en aquella época, y la fuerza del viento solar hace más de 3.700 millones de años, se pudo determinar que la magnetosfera debía tener un tamaño de entre la tercera parte y la mitad de lo que tiene en el presente.

Es decir, no tenía tanta protección como hoy en día pero fue suficiente para poder soportar la juventud del Sol y permitir que en su superficie floreciese la vida y evolucionase hasta llegar, eventualmente, a la aparición de la civilización. Esa es la conclusión a la que se ha llegado en el estudio do Nascimento et al., “Magnetic field and wind of Kappa Ceti: towards the planetary habitability of the young Sun when life arose on Earth,” (El campo magnético y viento de Kappa Ceti: hacia la habitabilidad planetaria del Sol joven cuando la vida apareció en la Tierra), que ha sido aceptado para su publicación en The Astrophysical Journal.

Referencias: Harvard-Smithsonian Center for Astrophysics, Space, Centauri Dreams