El Sistema Solar tiene una gran división fácilmente observable. Los planetas rocosos están en el interior. Los gaseosos, en el exterior. Un grupo de investigadores cree que su presencia podría ser algo más que una simple anécdota, y explicar incluso por qué es importante para la vida en la Tierra.

El origen de la Gran División del Sistema Solar

El Sistema Solar es muy llamativo cuando lo comparamos con alguno de los muchos sistemas, alrededor de otras estrellas, que se han descubierto en los últimos tiempos. En la región interior nos encontramos con los planetas rocosos. En el exterior, sin embargo, están los gigantes gaseosos. Ambas regiones están muy bien diferencias. Los planetas a cada lado están compuestos por elementos diferentes. Algo que ha llevado, a un grupo de investigadores, a preguntarse cómo es posible crear esa separación.

La Gran división del Sistema Solar y su importancia
Concepto artístico del Sistema Solar. Crédito: NASA

¿Qué mecanismo puede dar lugar a la aparición de esta Gran división que podemos observar en el Sistema Solar? A fin de cuentas, algo debería impedir, en las primeras etapas de la formación de este pequeño rincón de la Vía Láctea, que el material se mezclase y diese lugar a la aparición de planetas con una composición muy diferente. Lo más intrigante es que no solo creen tener una respuesta convincente para ello. Es que ese mismo mecanismo puede que sea importante para entender la aparición de la vida en la Tierra.

Para entenderlo, es necesario remontarse a la formación del Sol y el disco de material a su alrededor. Mucho antes de la formación de los planetas que conocemos. En ese momento, explican los investigadores, es posible que el disco de material estuviese dividido en dos regiones en forma de anillo. De ahí, se derivaría la evolución de los futuros planetas y el resto de objetos que componen el Sistema Solar. Cada anillo se correspondería con el material que, predominantemente, forma cada región de nuestro sistema.

Su huella sigue presente

Cabe destacar que son los propios investigadores los que han bautizado como Gran división (o Great Divide, en inglés) a esa separación. Explican, además, que todavía existe en la actualidad. Es una pequeña franja de espacio que está relativamente vacía. Se encuentra cerca de Júpiter, algo más lejos del Cinturón de asteroides. Su efecto, sin embargo, sí sigue siendo visible. Hacia el interior de esa región, la mayor parte de planetas y asteroides muestran una cantidad de moléculas orgánicas que es muy baja.

Júpiter, visto desde el Polo sur, fotografiado por la sonda Juno. Crédito: Álex Riveiro/Astrobitácora

Hacia el exterior sucede lo contrario. En las regiones más lejanas encontramos objetos que son principalmente ricos en carbono. Hasta ahora, se había supuesto que Júpiter era, seguramente, el gran culpable de su existencia. Actuaría como una barrera gravitacional, impidiendo que el polvo, y los fragmentos más pequeños, de las regiones exteriores, se precipitasen hacia el interior del Sistema Solar. Pero es algo que nunca ha convencido a los investigadores. Tanto es así, que decidieron simularlo por ordenador.

Querían entender cuál era el papel de Júpiter en la evolución de este pequeño rincón de la galaxia. Así, llegaron a la conclusión de que, aunque es un planeta masivo, en ningún momento lo fue lo suficiente, en su formación, para poder bloquear ese flujo de material hacia el interior del Sistema Solar. Eso, lógicamente, plantea una pregunta que parece tener una respuesta imposible. Si Júpiter no es el responsable, como se planteaba popularmente, ¿cuál era la explicación? Su planteamiento no tiene un origen muy lejano…

La Gran división no es exclusiva del Sistema Solar

Gracias al radiotelescopio ALMA, a lo largo de los años se ha observado muchas estrellas. En algunos casos, en estrellas lejanas y jóvenes, se observó algo llamativo. Los discos a su alrededor, formados por gas y polvo, parecían un ojo de tigre al observarlos en infrarrojo. Por lo tanto, parece lógico suponer que nuestra propia estrella, en su infancia, pudo tener un aspecto similar, hace unos 4500 millones de años. Si fuese así, podríamos estar ante el origen de la Gran división que separa ambas regiones.

Concepto artístico de un disco protoplanetario. Crédito: NASA

Ese anillo crearía regiones, de gas y polvo, de alta y baja presión. Esas franjas podrían atraer el material a diferentes regiones. Una daría lugar al nacimiento de planetas como Júpiter o Saturno. La otra, por contra, a planetas rocosos como Marte o la Tierra. Aunque, probablemente, esa división no fuese perfecta. Parte del material del Sistema Solar exterior pudo atravesarla y adentrarse en el interior. Su efecto podría haber sido muy importante para provocar que apareciese la vida en nuestro planeta, por su importancia.

Porque esos materiales, que podrían llegar a la Tierra, serían volátiles, ricos en carbono. Es decir, los materiales que permitirían que llegase el agua y los compuestos orgánicos. Elementos esenciales para la aparición de la vida. En definitiva, no deja de ser una hipótesis muy curiosa. Puede plantear, también, un método adicional para entender cómo llegó el agua a nuestro planeta. Al observar este tipo de anillos en torno a otras estrellas, la pregunta es inevitable: ¿cuantos sistemas similares al nuestro están esperando ser descubiertos?

Estudio

El estudio es R. Brasser y S. J. Mojzsis; «The partitioning of the inner and outer Solar System by a structured protoplanetary disk». Publicado en la revista Nature Astronomy el 13 de enero de 2020. Puede ser consultado en este enlace.

Referencias: Phys