Seguramente no hayas oído hablar mucho de la astronomía en el imperio azteca. Es más, es posible que alguna vez te hayas preguntado por qué oyes hablar tanto del imperio maya (especialmente hasta hace tres años) pero no se dice nada de los aztecas. El motivo es sencillo… no hicieron grandes avances en la astronomía, a pesar de que desempeñaba un papel importantísimo en su sociedad.

La astronomía de la civilización azteca

Maqueta del Templo Mayor, que fue uno de los principales templos de Tenochtitlan. Crédito: Wolfgang Sauber

Maqueta del Templo Mayor, que fue uno de los principales templos de Tenochtitlan.
Crédito: Wolfgang Sauber

Al igual que prácticamente todas las civilizaciones de la antigua mesoamérica (y de muchos otros lugares del mundo, así como civilizaciones mucho más viejas) los aztecas controlaban el movimiento de la Luna, el Sol, estrellas y planetas. Y al igual que en muchas otras civilizaciones, los sacerdotes eran los principales encargados (a estas alturas seguramente ya no te sorprenda la mención de los sacerdotes como personas que controlaban el movimiento de los cuerpos celestes, la astrología y la astronomía han estado ligadas durante mucho tiempo), pero no eran los únicos. También participaban los nobles.

Controlaban la posición de las estrellas para poder calcular cuándo debían celebrarse los rituales nocturnos. Es más, consideraban que era necesario un sacrificio ritual de sangre para que el sol siguiese moviéndose y para que la tierra fuese fértil. Aunque llegaremos al apartado de los sacrificios más adelante…

La observación del cielo

Los aztecas utilizaban ubicaciones fijas (tanto en los templos como en otros edificios) para observar el firmamento. Observaban la salida y puesta (a la altura del horizonte) del sol, la luna, los planetas, y las estrellas, poniendo grupos de palos cruzados en su línea de visión. De esta manera, podían utilizar las orientaciones y alineaciones para diseñar la arquitectura de la ciudad. Es decir, servía para determinar dónde debían ir los edificios más importantes. El Templo Mayor estaba alineado de tal manera que, en el equinoccio de primavera, el sol se alzaba directamente entre los templos de Huitzilopochtli y Tláloc.

No sólo observaban los objetos celestes para la construcción de edificios. Los ciclos celestes también les sirvieron para calcular la duración del año solar, el mes lunar, la revolución de Venus… y les llevó a la creación de calendarios para poder determinar las fechas ceremoniales. También hicieron predicciones de eclipses lunares y solares, así como observaciones de cometas y estrellas fugaces, a los que les atribuían significados religiosos o algún propósito en sus rituales.

El calendario azteca

El monolito de la Piedra del Sol. O el calendario azteca, si lo prefieres. Crédito: Usuario "El Comandante" de Wikipedia.

El monolito de la Piedra del Sol. O el calendario azteca, si lo prefieres.
Crédito: Usuario «El Comandante» de Wikipedia.

Los aztecas usaban una combinación de sistemas para controlar el paso del tiempo. Tenían dos calendarios con dos propósitos diferentes. Por un lado, el calendario Tonalpohualli, que era un ciclo de 260 días, y se usaba para la adivinación. Por otro lado, el calendario Xiuhpohualli era un calendario solar de 365 días de duración. Regulaba el ciclo de los festivales de cada temporada a lo largo del año y también regulaba la agricultura.

Ambos sistemas funcionaban al mismo tiempo. En cierto modo, se puede imaginar (y de hecho se suele explicar) como dos ruedas que están engranadas de tal manera que el primer día del calendario de 365 días coincide con el primer día del calendario de 260 días cada 52 años. Una cuenta larga (no sólo los mayas utilizaban ese concepto). Al final de cada una de ellas, se celebraban festivales religiosos.

Y esto nos lleva al aspecto, probablemente, más oscuro de los aztecas: sus sacrificios rituales.

Los sacrificios

Huitzilopochtli, tal y como aparece en el códice Telleriano-Remensis

Huitzilopochtli, tal y como aparece en el códice Telleriano-Remensis

El primer sacrificio ocurría, si no lo has intuido ya, cada 52 años… Los aztecas creían que el universo colapsaría al final de cada ciclo si los dioses no eran lo suficientemente fuertes. En la ceremonia del Fuego Nuevo se apagaban todas las hogueras y se realizaba un sacrificio humano. Después, el pueblo esperaba al amanecer. Si el sol aparecía, quería decir que los sacrificios para el ciclo habían sido suficientes, y se encendía un fuego en el cuerpo de la víctima. Ese fuego era llevado a cada casa, cada aldea y cada pueblo. Era un momento de alegría, porque comenzaba un nuevo ciclo de 52 años, y el fin del mundo se había pospuesto. Al menos, hasta que llegase el final del siguiente ciclo…

La principal deidad era Huitzilopochtli. Representaba la personalidad de los aztecas, y era el dios principal del sur, una manifestación del sol, y el dios opuesto a Tezcatlipoca (opuesto porque representaba lo contrario, no por rivalidad). Era el dios principal del norte (un lugar asociado con Mictlan, el inframundo). Los aztecas realizaban sacrificios humanos en su honor. Os ahorraré los detalles más macabros de las ejecuciones (sinceramente, no creo que aporten nada al artículo), pero sí diré que el guerrero responsable de la captura de la víctima ascendía en la jerarquía social. Es decir, era una forma de recompensar a los guerreros más exitosos.

A pesar de su importancia, Huitzilopochtli no era considerado el dios más poderoso. Ese título le pertenecía a Tezcatlipoca, el dios de la noche. Los aztecas creían que creaba guerras para alimentar a los dioses. Era considerado el enemigo de Quetzalcoatl. Según la creencia, tenía el poder de perdonar pecados, curar enfermedades y otras virtudes, pero su naturaleza caprichosa le hacía cambiar la fortuna, trayendo sequías y hambrunas… Algunos presos eran ejecutados en sacrificios gladiatorios (en una burda imitación de los combates de gladiadores). Las víctimas eran atadas y recibían una imitación de un arma. De esa guisa, tenían que enfrentarse hasta a cuatro guerreros completamente armados…

Tezcatlipoca, tal y como aparece en el Códice Borgia.

Tezcatlipoca, tal y como aparece en el Códice Borgia.

Y a pesar de eso, no era el único sacrificio en nombre de este dios. Durante el mes de Toxcatl, también se sacrificaba a un joven imitador de Tezcatlipoca. Durante un año, el elegido vestía como la deidad y era tratado como la encarnación viviente del dios. Recibía a cuatro bellas mujeres como compañeras hasta que llegase la fecha de su destino. Mientras tanto, caminaba por las calles de Tenochtitlan tocando una flauta. En el día del sacrificio, se celebraba un festín en honor a Tezcalitpoca, durante el que el joven subía a la pirámide, rompía su flauta y entregaba su cuerpo a los sacerdotes.

Para calmar al dios del fuego, Huehueteotl, los aztecas celebraban una ceremonia en la que se preparaba un gran festín. Al finalizar, los cautivos eran quemados y sus corazones eran ofrecidos al dios del fuego. Creían que, sin esas ofrendas, arrasaría la ciudad con fuego.

Estatua de Huehueteotl, en el museo nacional de México.  Crédito: Usuario "Rosemania" de Wikipedia

Estatua de Huehueteotl, en el museo nacional de México.
Crédito: Usuario «Rosemania» de Wikipedia

La cosa no era mucho mejor con Tláloc, el dios de la lluvia. La lógica es la misma. Si no se realizaban suficientes sacrificios, no habría lluvia y las cosechas no prosperarían y la lepra y el reumatismo (enfermedades atribuidas a esta deidad) infestarían la población. Para aplacar al dios, era necesario que las lágrimas de los jóvenes formasen parte del sacrificio. Los sacerdotes hacían que los niños llorasen antes de su inmolación…

Podría seguir, pero probablemente ya te hayas hecho a la idea: los aztecas realizaban sacrificios humanos todos los meses del año (y cualquiera podía ser víctima, desde niños, que eran elegidos por sus propios padres, a esclavos, prisioneros, doncellas y nobles) con la esperanza de aplacar la ira de los dioses. Quizá la parte más oscura de toda esta historia (si es que no es ya suficientemente oscuro todo lo referente a los sacrificios en sí mismo) es que en la mayoría de ellos hacía falta la participación de más de dos personas (solían participar cuatro o cinco sacerdotes). Antes y durante la ejecución los sacerdotes y el público se herían a si mismos como parte del ritual.

Más astrología que astronomía

No son muchos los logros de los aztecas que se puedan remarcar en cuanto a astronomía, a pesar de que desempeñaba un papel fundamental en el funcionamiento de su sociedad. Lograron medir el tiempo razonablemente bien, pero nunca se interesaron por cuestiones como la forma de la Tierra. Sabemos que, como mínimo, reconocieron la existencia de Venus. Probablemente también reconocieron Mercurio, Marte, Júpiter y Saturno porque son objetos bastante brillantes en el cielo, pero no tenemos forma de demostrar que fuese así.

También reconocían algunas constelaciones que parecen encajar con las nuestras (como la de Escorpio). Identificaron las pléyades, que utilizaban para crear nuevo fuego cuando comenzaba su ciclo de 52 años…  Es un caso interesante, porque es evidente que todo lo que pasaba en el firmamento tenía una importancia fundamental para los aztecas, pero nunca llegaron a profundizar de la manera en la que lo hicieron otras civilizaciones. Quizá, por eso, lo que ha perdurado hasta nuestros días eran sus elaborados y cruentos rituales…

Referencias: Wolfwikis, Mexicolore