En esta entrada de Hijos del Cosmos hablo del desarrollo del ser humano y de posibles civilizaciones extraterrestres. ¿Cuál es la posibilidad de que nuestra especie ya haya superado el Gran Filtro que se planteaba en la Paradoja de Fermi? ¿y si todavía no lo hemos alcanzado?…

El Gran Filtro y la Paradoja de Fermi

Hijos del Cosmos: el Gran Filtro del ser humano

Una civilización de nivel III en la escala de Kardashov podría utilizar la energía de toda una galaxia.
Crédito: Medium.com

No podemos evitar imaginar la vida en otros mundos. Nuestra industria del entretenimiento nos ha hecho pensar en extraterrestres de todo tipo: benevolentes y malignos. Sin embargo, ¿puede una civilización sobrevivir a su extinción y lanzarse a la conquista del espacio? Seguramente hayas escuchado hablar alguna vez de la Paradoja de Fermi y el Gran Filtro. La paradoja es ampliamente conocida por plantear por qué no hemos observado vida extraterrestre si la ciencia nos indica que debería ser común en toda la galaxia.

De lo que no solemos hablar tanto, sin embargo, es el Gran Filtro. Si partimos de la base de que la vida realmente puede aparecer en muchos planetas, quizá haya algo que impida que la vida inteligente llegue a desarrollarse y expandirse por el universo. Pero… ¿el qué? Si observamos la historia de la Tierra, y de nuestra propia especie, hay varios candidatos que parecen obvios. Por un lado, tenemos los fenómenos naturales que pueden dar al traste con la vida de un planeta. El caso más famoso es el de los dinosaurios.

El choque de un cometa, de unos 10 kilómetros de diámetro, provocó la desaparición de los grandes reptiles de la superficie de nuestro planeta. Una extinción en masa y, sabemos, no es la primera a la que se ha enfrentado nuestro mundo. Seguramente, tampoco será la última. Así que hay dos perspectivas que podemos usar al respecto. Podemos creer que la aparición del ser humano sobre la Tierra fue fruto de una casualidad…

La aparición del ser humano

Ilustración de ancestros del ser humano cazando.

Si ese cometa no hubiese exterminado a los dinosaurios, es posible que la evolución no nos hubiese llevado hasta los homínidos. Pero hay otra perspectiva que también podemos considerar. Quizá fuese, simplemente, cuestión de tiempo hasta que la siguiente extinción masiva hubiese provocado la aparición de una especie inteligente y consciente de su propia existencia. Es decir, que fuese un paso inevitable. No es una pregunta fácil.

¿Es el desarrollo de la inteligencia un paso inevitable dentro de la evolución? O, dicho de otra manera, si dejamos que la vida de un planeta se desarrolle de manera indefinida… ¿Es inevitable que termine surgiendo una especie inteligente como la nuestra? Si la respuesta es que no, que la aparición de la inteligencia no es algo inevitable. Entonces quizá ese Gran Filtro esté en un paso muy temprano del camino que recorre la vida en los muchos mundos que componen la Vía Láctea.

Querría decir que los seres inteligentes no abundan. Si la respuesta es que sí, que la aparición de la inteligencia es simplemente cuestión de tiempo y, quizá, cuestión de suficientes extinciones masivas para desencadenar ese desarrollo, entonces, en la historia de la galaxia, deben haber aparecido otras criaturas inteligentes. ¿Cuál de las dos respuestas es la correcta? Con solo la Tierra como ejemplo, es difícil decirlo.

El problema del conocimiento

Reconstrucción de un Dodo.
Crédito: Wikimedia Commons/Ballista

Si conociésemos 100 mundos habitados, con formas de vida en diferentes estados de evolución, la pregunta tendría una respuesta trivial. Tendríamos un sí o un no claro y cristalino. Pero, si la inteligencia es una consecuencia inevitable de la evolución en cualquier mundo en el que la vida llegue a aparecer, debemos hacer varias observaciones. La vida en la Tierra ha sobrevivido a múltiples extinciones masivas. Así que sabemos que la vida es resistente.

Puede que una gran cantidad de especies desaparezca con cada cataclismo que sacude al planeta. Pero la vida en sí nunca ha llegado a erradicarse por completo. Probablemente sea razonable pensar que lo mismo sucede en otros mundos, porque la Tierra no parece tener nada especial. La otra es que, como parece plantear la Paradoja de Fermi, no parece haber señales de ningún tipo de otras civilizaciones inteligentes.

Esto, sin embargo, no tiene por qué ser necesariamente una paradoja. Quizá, simplemente, estemos siendo impacientes. O quizá el Gran Filtro esté en un punto diferente. Algo que nos lleva, en cierto modo, al punto de partida pero con un matiz. Es cierto que la vida ha sobrevivido a cataclismos. Pero en el camino, la Tierra ha perdido a incontables especies que una vez caminaron sobre su faz.

El papel de las extinciones masivas

Una cápsula Soyuz (izquierda) y una cápsula Progress (derecha), acopladas la Estación Espacial Internacional.
Crédito: NASA

En la próxima extinción masiva, es posible que el ser humano, si no ha expandido su presencia a otros lugares del Sistema Solar, desaparezca junto a muchas otras especies, dejando un lienzo casi en blanco para que la evolución siga avanzando hacia nuevas formas de vida. ¿Cuánto tiempo tiene una civilización, desde que su inteligencia le hace cobrar consciencia de su existencia, hasta desarrollar la tecnología necesaria para colonizar otros mundos y garantizar, así, su supervivencia en caso de cataclismo en su mundo natal? Aún no lo sabemos.

Sí que podemos decir que, en la escala cósmica, parece una cantidad de tiempo insignificante. En apenas 2000 años, desde la Grecia clásica hemos pasado de no saber, ni siquiera, observar el cielo con un telescopio, a tener una Estación Espacial Internacional sobre nosotros. Como hemos establecido que nada sobre nuestro planeta parece especial (nuestra estrella es una enana amarilla más, y sabemos que hay miles de millones de planetas rocosos como el nuestro) podemos suponer que no tenemos nada de especial desde el punto de vista tecnológico.

Así que, si imaginamos que otras civilizaciones podrían desarrollarse a la misma velocidad que nosotros, o incluso más rápido, todo debería hacernos pensar que los extraterrestres, si los hay, tienen que estar viviendo cómodamente en otros mundos además del que les vio nacer. En este caso vamos a ignorar el hecho de que quizá no seamos capaces de reconocer sus mensajes. O que quizá estén tan lejos de nosotros que no tienen manera alguna de detectar que nuestro planeta rebosa vida.

Ubicando el Gran Filtro

Maqueta de la bomba nuclear ‘Fat man’.
Crédito: U.S. Department of Defense

Porque lo que buscamos es saber dónde está el Gran Filtro. Nuestra historia reciente nos deja entrever varios momentos que podrían considerarse críticos. El más importante, sin duda alguna, fue la Guerra Fría. A finales del siglo XX, Estados Unidos y la Unión Soviética llegaron a amasar un arsenal nuclear completamente excesivo. Disponían de miles de cabezas nucleares y, para colmo de males, parecían completamente dispuestos a utilizarlo contra su enemigo si llegase el momento.

Afortunadamente, ya en el siglo XXI, podemos echar la cabeza atrás y ver que ese momento nunca llegó a suceder. Pero… ¿qué habría pasado si se hubiese producido una guerra nuclear? Es muy posible que nos hubiésemos extinguido a nosotros mismos. La radiación nuclear no conoce fronteras. Puedes bombardear Japón y, en cuestión de horas, esa radiación estará afectando a China.

En cierto modo, quizá no sea una locura decir que la Guerra Fría y el hecho de no iniciar una guerra nuclear supuso que el ser humano alcanzase la mayoría de edad. Hasta cierto punto. Nos escapamos de la posibilidad de extinguirnos a nosotros mismos, con nuestra tecnología. Quizá otras civilizaciones no fuesen tan maduras. Es posible que, llegado el momento, su propia tecnología fuese lo que acabó con ellos. Otros, quizá, sí pulsaron el botón de lanzamiento de una guerra nuclear que provocó que su planeta se volviese inhabitable para ellos mismos.

La naturaleza humana

Un león.
Crédito: Alamy

Sabemos que el comportamiento violento es parte del reino animal, del que formamos parte. Como seres inteligentes, tenemos la posibilidad de desterrar ese comportamiento de nosotros y de nuestra sociedad. Pero es parte de nuestra naturaleza biológica, por decirlo así. Siguiendo con el razonamiento de que no somos especiales. Probablemente es razonable suponer que otras especies, en otros mundos, exhibirán comportamientos igualmente violentos.

¿Y si las guerras no fuesen algo estrictamente humano? ¿y si fuesen común a la inteligencia? En el resto de especies, el comportamiento violento tiene un propósito claro: supervivencia. Los más fuertes se comen a los más débiles para alimentarse y sobrevivir. Los más débiles se enfrentan a sus depredadores para intentar proteger a sus camadas y perpetuar su desarrollo. Pero en un ser inteligente… ¿qué propósito sirve?

Puede que el conflicto sea, en sí mismo, el Gran Filtro. Una guerra lo suficientemente cruenta podría suponer un paso atrás en el desarrollo de una civilización. Si el paso atrás es grande, quizá no sea posible recuperarse. Aunque otro Gran Filtro quizá sea nuestro propio desarrollo. La llegada de las vacunas supuso un gran avance en la medicina de nuestra especie. Disparó la esperanza de vida y, poco a poco, ha hecho que gran parte del mundo no tenga que enfrentarse a enfermedades terribles.

El desarrollo como un impedimento

Representación artística de Venus terraformado.
Crédito: Wikimedia Commons/Ittiz

A pesar de todo lo bueno que ello supone, no ha estado libre de ser criticada por hombres y mujeres desde su propia concepción. Porque el desarrollo de nuestra sociedad permite invisibilizar aquello que una vez nos aterrorizó. Ya no vemos los efectos de enfermedades crueles. Cuando el peligro desaparece, cuando no es evidente, se olvida. La vida es una lucha constante por la supervivencia. Sin las herramientas adecuadas, es una lucha que estamos destinados a perder.

Los dinosaurios no tenían la capacidad de hacer frente a su extinción. Nosotros sí. Las enfermedades son, en cierto sentido, uno de nuestros depredadores naturales. No somos invencibles. Pero, si aquí cuestionamos nuestra tecnología, y ponemos en duda nuestros avances simplemente, porque los peligros a los que nos exponían ya no son evidentes… Es perfectamente posible que lo mismo haya sucedido en otros mundos.

¿Es posible que el Gran Filtro sea el desarrollo de la inteligencia en sí mismo? ¿Inteligentes para ser conscientes de nuestra existencia y para hacernos preguntas sobre el universo, pero no para sobrevivir? Estamos transformando nuestro planeta a pasos agigantados. La terraformación es un recurso muy habitual de la ciencia ficción que nos lleva a soñar con transformar la superficie de Marte, y otros objetos celestes, para convertirlos en lugares habitables.

El impacto humano en la Tierra

Un oso polar en un trozo de hielo.
Crédito: Desconocido

Por extraño que parezca, estamos terraformando nuestro planeta. Y no para hacerlo más habitable. El cambio climático, que algunos niegan, supone una amenaza para nosotros mismos. Nos pone en peligro de extinción por hacer que nuestro mundo sea inhabitable para el ser humano. Porque, de nuevo, otras especies serán perfectamente capaces de sobreponerse a esos cambios. Si no luchamos por sobrevivir, la Tierra sobrevivirá a la humanidad.

Solo hay que esperar a que llegue el impacto del siguiente gran cometa… o hasta que nuestro propio clima nos mate. Si ese es el caso, entonces el Gran Filtro estaría por delante de nosotros. Aún no habríamos llegado a él. ¿Cuántas civilizaciones ha habido en la historia de la Vía Láctea? Si el Gran Filtro está en la aparición de la inteligencia, es muy posible que hayan sido muy pocas. Sin embargo, si está en algún otro punto, es posible que haya habido muchas y que todas hayan fracasado.

Quizá presas del propio éxito de su tecnología. O presas de haber tenido la mala fortuna de desarrollarse poco antes de que llegase un cataclismo que no podían evitar. Pero, en este último caso, cabría suponer que alguna civilización, en algún lugar, habría superado todas esas barreras. ¿A qué precio lo hizo? Pensar en esta pregunta es inquietante. Sabemos que el cambio climático, todavía, es reversible. Pero, ¿y si no lo logramos?

El ser humano no tiene por qué superar el Gran Filtro

Concepto artístico de la Vía Láctea.
Crédito: NASA/JPL

De alguna manera, seguramente, el ser humano llegará a sobrevivir si se produce el cambio climático. Probablemente, viviendo cerca de las regiones polares. Si a nuestros descendientes no los extingue el impacto de algún cometa o asteroide, nuestra civilización volverá a renacer. Será una sociedad diferente. Quizá mucho más consciente del poder, y la responsabilidad, que nos confiere el hecho de haber alcanzado un nivel tecnológico que afecta incluso a nuestro propio hogar.

El único planeta habitado que conocemos, a día de hoy, en todo el largo y ancho de la Vía Láctea. Puede que sea una circunstancia inevitable. Es posible que el Gran Filtro sea ese. Que una civilización llegue al borde de su extinción. Muchas habrán fracasado en ese momento y no lo habrán superado, convirtiéndose en historia silenciosa de esta galaxia en la que vivimos. Otras, pocas probablemente, de algún modo habrán logrado sobrevivir y habrán cobrado consciencia de la importancia de centrarse en expandirse a otros mundos.

¿Cómo transforma a una civilización lograr sobrevivir a su propia extinción y tener una segunda oportunidad? ¿Hace que se conviertan en seres más pacíficos? ¿Benevolentes para con quienes no han tenido la misma fortuna que ellos? ¿O les convierte en conquistadores? En alienígenas que sienten que el resto de planetas de la Vía Láctea les corresponde por derecho propio. O, por el contrario, ¿el paso del tiempo les lleva a volver a cometer los mismos errores hasta, finalmente, acabar extintos de una u otra manera?

La lucha por la supervivencia no ha terminado

La Vía Láctea vista desde Arizona.
Crédito: David Lane & Robert Gendler

El ser humano ciertamente parece una criatura olvidadiza. Parecemos no recordar lo cruel que fue, por ejemplo, la peste negra. En cualquier caso, sin importar dónde esté el Gran Filtro, ya sea por delante o por detrás de nosotros, debemos tener presente que somos criaturas afortunadas. Tenemos la oportunidad de sobrevivir con mejores herramientas que el resto de especies que pueblan la Tierra.

Por extensión, seguramente contamos con mejores herramientas que muchas otras especies que puedan habitar otros mundos de la Vía Láctea en los que, quizá, la inteligencia todavía no haya llegado a manifestarse. Es nuestro deber, y nuestra responsabilidad, comprender qué somos. No importa si hay alienígenas más avanzados. Más violentos o benevolentes. Son cuestiones irrelevantes si no somos capaces de entender la magnitud de nuestros actos, no solo en nosotros mismos, sino en el mundo en que vivimos.

Aunque en ocasiones queramos considerarnos omnipotentes, debemos comprender nuestro poder. Tanto su alcance como sus limitaciones. La historia de la galaxia nos dice que, si ha habido civilizaciones inteligentes en otros lugares, deben haber pasado por lo mismo. De nosotros depende ser capaces de encontrar nuestro lugar en la Tierra y en el universo. Si no lo hacemos, seremos nuestro propio Gran Filtro.