En esta entrada de Hijos del Cosmos, repaso cómo afectará a nuestra sociedad la primera colonia orbital. ¿Cuándo se construirá? ¿cómo cambiará nuestra forma de viajar y comunicarnos? ¿quiénes serán sus primeros habitantes? ¿Los ricos? ¿o por el contrario los pobres?…

La necesidad de una colonia orbital

Hijos del Cosmos: nuestra primera colonia orbital

Recreación artística de cómo sería el interior de un cilindro de O’Neill.
Crédito: Rick Guidice, NASA Ames Research Center

Si nuestra civilización se expande a otros lugares del Sistema Solar, tarde o temprano construirá su primera colonia orbital. Un hogar a unos pocos cientos de kilómetros de la superficie de la Tierra. Quizá con capacidad para albergar a cientos de miles de personas… Pero, ¿cómo llegaremos a ese punto? Lo más probable es que primero construyamos una base lunar y una base marciana. Son los primeros pasos que tenemos que dar en nuestro camino a la colonización del espacio.

No podemos pensar en habitar otros mundos, es demasiado pronto. Nuestra industria espacial tiene que madurar mucho. No es descabellado pensar que las primeras colonias lunares y marcianas no lleguen hasta el próximo siglo, aunque estemos a solo unos años de enviar a los primeros astronautas a Marte. En ese sentido, aún queda mucho por hacer. Ni siquiera estamos completamente seguros de cuáles son los peligros de permanecer en el espacio durante períodos de tiempo muy prolongados.

La supervivencia en la Luna, especialmente, se antoja complicada. No tiene ni atmósfera ni un campo magnético protectores. Pero son dos lugares que nos ofrecen acceso a la mayor parte de recursos que un asentamiento humano podría necesitar. Una superficie sólida y rocosa, hielo (en determinadas regiones de ambos lugares) y una protección relativa ante los fenómenos astronómicos más comunes.

Los primeros asentamientos

Concepto artístico de una base lunar.
Crédito: Science Photo Library

En la Luna podríamos construir ciudades en los tubos de lava, bajo la superficie, protegiéndonos de amenazas como los micrometeoritos, que golpean constantemente la superficie, así como la radiación. En Marte, la atmósfera, aunque delgada, proporcionaría cierta protección. El camino hasta esos asentamientos hará que nuestra tecnología avance y evolucione. Será necesario que nuestra industria aeroespacial pueda sostener un ritmo de lanzamientos espaciales mucho más alto que en la actualidad.

Además, tendrá que ser asequible para todos los públicos. Porque, si solo podemos mandar a astronautas a otros mundos, no estaremos avanzando mucho. Es una cuestión de supervivencia, necesitamos expandir nuestra presencia a otros lugares del Sistema Solar para garantizar que no somos víctimas de un fenómeno de extinción global. No es un sueño o una simple pregunta retórica. Realmente, si queremos que el ser humano sobreviva es nuestra única respuesta y esperanza.

Tenemos que dar el salto más allá de esta pequeña canica azul que vio nacer a nuestra especie hace ya unos cuantos millones de años. Al principio, sin ninguna duda, serán solo los más ricos los que podrán plantearse viajar a otros lugares. En el caso de la Luna, no habrá que complicarse mucho la vida para convencer a la gente de los atractivos de viajar a una ciudad lunar. Sería fácil mantener el contacto. Por su distancia, la luz tardaría solo un segundo en comunicarnos con la Tierra.

El impacto de las comunicaciones

Concepto artístico de una base lunar

Concepto artístico de una base lunar, formada por diferentes cúpulas, construida por medio de impresión 3D.
Crédito: ESA/Foster+Partners

Así que las comunicaciones serían razonablemente fáciles. No sería difícil estar al corriente de lo que pasa, constantemente, en nuestro planeta. Estarían dentro de las comunicaciones de la Tierra. Una ciudad marciana, sin embargo, sí que necesitará un atractivo diferente. En según qué momentos, las comunicaciones pueden tardar hasta 30 y 40 minutos en recibirse. Los seres humanos que se vayan allí, lo harán sabiendo que se alejarán de sus seres queridos.

Seguro que, sin duda, habrá personas que irán sin vacilar. También familias enteras, pero no todos podrán hacerlo. En ese caso, aunque suene irónico, se sentirán como si retrocediesen en el tiempo. A la época en la que las comunicaciones eran mucho más lentas y primitivas. Con el tiempo, es muy posible que los seres humanos que se vayan a vivir a Marte terminen convirtiéndose en una sociedad completamente independiente. Una sociedad aislada de la de la Tierra, con sus propias preocupaciones y objetivos.

Pero más allá de Marte y la Luna, es complicado pensar en otros lugares que puedan ser habitables desde un punto de vista práctico. Podríamos terraformar Venus pero, para ello, necesitaríamos que la tecnología diese un gran salto. En una dirección, además, diferente a la utilizada hasta el momento. Así que el tercer asentamiento podría ser la construcción de una colonia orbital.

La construcción de una colonia orbital

Recreación artística del interior de una esfera de Bernal.
Crédito: Rick Guidice – NASA Ames Research Center

Cabe suponer que, para hacer más cómodos los viajes a Marte, las naves cuenten con secciones que simulen la gravedad terrestre durante el viaje. Incluso podría ser más complejo que eso. Podría funcionar de tal manera que, una vez la llegada al planeta rojo esté en el horizonte, esa sección de gravedad artificial gire a una velocidad inferior, así permitiría a sus ocupantes adaptarse a la gravedad del planeta antes de llegar.

Por lo que, probablemente, pensar en la construcción de una colonia orbital sería una consecuencia lógica de lo que ya se llevaría años, o décadas, haciendo. Simular la gravedad en el espacio es relativamente fácil, y solo se trataría de construir una gran estructura. Eso sí, una estructura muchísimo más grande que cualquier cosa que se haya construido hasta el momento. Pero, ¿cuál sería la colonia elegida? ¿cómo de avanzada sería nuestra tecnología cuando llegase el momento de plantear, seriamente, construir una colonia orbital?

El diseño más eficiente es el de una Esfera de Bernal. Quizá incluso sería una buena prueba de concepto. Con un diámetro de 16 kilómetros, podría dar cobijo hasta a 30.000 personas. Al ser una esfera, solo habría que pensar en cómo construir la estructura y llenarla de aire. La parte negativa de este diseño es que los polos no podrían ser habitables, solo el ecuador de la esfera, que es donde se simularía la gravedad artificial, pero no sería un problema.

Una esfera de Bernal

Concepto artístico del módulo agrícola de una colonia espacial con forma de Esfera de Bernal.
Crédito: NASA Ames Research Center

Porque los polos de la esfera podrían servir como muelles de atraque de las naves, e incluso se podría vender como una atracción “Experimente la gravedad cero en su viaje hasta la colonia orbital”. Sin embargo, también habría muchos puntos negativos al usar este diseño. La luz del Sol solo podría llegar al interior de la esfera por medio de espejos que la introduzcan (rebotándola) desde el eje polar, pero todo lo que verían los habitantes de esa estación, constantemente, sería solo la propia estación. Ni estrellas, ni la Tierra, ni nada más…

Así que eso, probablemente, sería un factor para que algunos planteen la necesidad de construir un cilindro de O’Neill o un toro de Stanford. Los dos modelos sí contemplan secciones transparentes que permitirían observar el espacio. La Tierra también sería visible. Esa imagen, de la familiar canica azul, ayudaría a sus habitantes a no perder su identidad. Algunos tendrían a sus familias en la superficie y las comunicaciones, como con una ciudad lunar, serían muy sencillas.

El mantenimiento de una colonia así traería muchas oportunidades. Al menos, al principio serán necesarias cadenas de transporte para llevar todo lo necesario para garantizar el bienestar de la población. No solo elementos básicos, también elementos de lujo. Todo ello hará que la industria tenga que expandirse para mantener esa población. Pero… ¿cómo llegaremos a ese punto? Es relativamente fácil imaginar una colonia orbital cerca de la Tierra. Incluso imaginar cómo sería la vida de sus habitantes.

El reto de una construcción enorme

Éste es el concepto artístico de un Toro de Stanford. Un hábitat espacial que podría albergar de 10.000 a 140.000 personas. Fue propuesto en 1975.
Crédito: Donald Davis – NASA Ames Research Center

La construcción, sin embargo, es algo mucho más complejo. ¿Cómo obtendríamos ese material? ¿de dónde? A fin de cuentas, para una estación grande (de varios kilómetros de diámetro) hará falta mover mucho más material del que hemos lanzado al espacio hasta el momento. Tendremos que ir a buscarlo a otros lugares del Sistema Solar. A la Luna y al cinturón de asteroides. Además, la construcción será larga y repetitiva. Una tarea ideal para la industria robótica, cada vez más desarrollada.

Esas misiones robóticas podrán encargarse de traer el material desde ambos lugares, y participar también en la construcción con supervisión humana. Pero hay varios factores que cabe preguntarse… ¿a qué altura estaría esa colonia orbital? ¿A unos 400 kilómetros, como la Estación Espacial Internacional? ¿O mucho más lejos? A esa altura, podría ser una especie de recordatorio constante de lo que ha hecho nuestra especie.

Sería visible cada noche desde casi cualquier lugar del mundo, y las telecomunicaciones serían extremadamente rápidas. Por el contrario, podría estar mucho más lejos, en la órbita geosíncrona. De manera que solo sería visible desde una parte del planeta, y con peor comunicación. ¿Cómo serán las primeras personas que vayan a una colonia así? ¿Serían los más ricos, en busca de nuevas experiencias? O por el contrario, los más necesitados, ¿en busca de la promesa de nuevas oportunidades y la posibilidad de una vida mejor?

Una oportunidad de trabajo

Recreación artística del interior de un cilindro de O’Neill, en el que se puede apreciar la curvatura de la superficie.
Crédito: Donald Davis – NASA Ames Research Center

Habría muchos trabajos. Algunos que, ahora mismo, ni siquiera podemos imaginar. Habría personas dedicadas a supervisar el estado de la biosfera de la colonia. Asegurando que se parezca lo máximo posible al entorno de la Tierra. Tendrán que estudiar el equilibrio del ecosistema y las diferentes formas de vida. Porque, como quizá imagines, una colonia espacial no tendría solo seres humanos. Haría falta vegetación: árboles y una amplia variedad de plantas que enriquezcan la atmósfera, con todo lo que ello conlleva.

En algunos modelos de colonia, incluso podría haber ríos. Quién sabe, quizá ese tipo de colonias, con sus valles, ríos y montañas, serían las que se anunciarían como la residencia perfecta para los ricachones del futuro, mientras las clases menos pudientes se tienen que conformar con una colonia orbital equipada solo con lo esencial. ¿Cómo será el ser humano de esa época? ¿Qué percepción tendrá de nuestro lugar en el cosmos?

Para nosotros, viajar a otros lugares del Sistema Solar es una utopía, salvo para un puñado de elegidos que serán los primeros en visitar otros lugares de este rincón de la Vía Láctea. Pero para ellos, una visita a Venus quizá sean unas simpáticas vacaciones. La vida en el espacio transformará, también, nuestra percepción sobre la dificultad de viajar más allá de los confines de nuestro planeta. La llegada de las colonias orbitales será un gran impulso.

Resolviendo otros problemas

Recreación de los cilindros de O’Neill vistos desde el espacio.
Crédito: Rick Guidice NASA Ames Research Center

No solo será un gran beneficio en lo que concierne al espacio. El problema de superpoblación de la Tierra se podría resolver con facilidad. En el cinturón de asteroides hay material suficiente para construir multitud de colonias que diesen cobijo a un número desorbitado de seres humanos. Tanto, que quizá no es descabellado imaginar un futuro en el que haya más seres humanos viviendo fuera de la Tierra que en ella, especialmente si se popularizase la construcción de colonias orbitales.

Nuestra vida en ellas no sería muy diferente a lo que conocemos. La gravedad artificial se encargaría de hacernos sentir como en casa. Incluso algunos de los deportes más populares, como el fútbol o el baloncesto, seguirían siendo bastante fáciles de practicar. Es la ventaja de vivir en una gravedad artificial que simule la de la nuestro planeta madre. Además, las colonias orbitales pueden servir, también como naves espaciales para viajes largos.

En un futuro muy lejano, cuando la Tierra, y su entorno, dejasen de ser habitables, bastaría con mover la estación al nuevo hogar. Quizá en la órbita de algún satélite de Júpiter. Cabe suponer que, con el paso del tiempo, las colonias orbitales se volverían cada vez más populares. El Sistema Solar podría tener hasta cientos de ellas, ocupadas por seres humanos de orígenes muy diferente. Algunos, incluso, quizá nunca lleguen a poner sus pies en un planeta.

La vida después del Sol

Concepto artístico de un toro de Stanford
Crédito: NASA Ames Research Center

Cuando los días del Sol lleguen a su fin, será necesario abandonar el Sistema Solar para que el ser humano sobreviva. En ese caso, una colonia orbital podría funcionar como nave generacional. Su población viviría toda su vida en ella, mientras viajan a otra estrella. En ese caso, las colonias orbitales también podrían ser una versión pequeña de las naves generacionales. Para el viaje interplanetario, e interestelar, será necesario cubrir esas naves con caparazones de roca, quizá de asteroides, para protegerse de la radiación.

La experiencia de nuestros descendientes con esas colonias, por tanto, podría permitir que la transición a la construcción de una nave generacional fuese una tarea trivial. Las colonias orbitales, en algún momento, podrían llegar a ser autosuficientes por sí mismas. No puedo evitar pensar en qué sentirá una persona que, desde una colonia orbital, pueda ver la Tierra en todo momento, sabiendo que en ella viven miles de millones de personas.

Siendo consciente de que ese es el hogar de la especie humana, la cuna que nos vio nacer. Lo que está claro es que, si queremos que nuestra especie tenga un futuro, tendremos que dar el salto a otros lugares. Marte y la Luna podrán tener muchos asentamientos, pero tarde o temprano se planteará construir una colonia orbital. Quizá antes de lo que pensamos. En ese momento, quizá, nuestra sociedad en su conjunto comprenda que la supervivencia de nuestra especie no es la misión de unos pocos, sino el objetivo de todos.

Un futuro que tenemos que buscar

Sección horizontal de una esfera de Bernal vista desde fuera.
Crédito: NASA Ames Research Center

Pero para llegar a ello, debemos cuidar nuestro planeta, y seguir avanzando. Podemos viajar a otros mundos.Pero para lograrlo, tenemos que demostrarnos a nosotros mismos que somos capaces de hacer algo más que poner piedras y palos en nuestro propio camino, y no olvidarnos de que hay algo más que el hoy. El futuro está en nuestras manos… si es que queremos tomarlo. No vendrá a nosotros por arte de magia.

Si ese es el tipo de sociedad que queremos, debemos construirlo. No es simple palabrería. No va a llegar a nosotros de ninguna otra manera. Si queremos un futuro en el que viajemos a otros mundos, hay que trabajar en él. Es algo que he comentado en más de una ocasión. Aunque pueda parecerlo, no es algo que ataña solo a científicos y/o astronautas. Una sociedad que no entienda la importancia de esos avances no podrá valorarlos.

Del mismo modo que unos líderes políticos, que no lo sepan poner en contexto, no podrán avanzar en ese objetivo. En ambas cosas, todos y cada uno de nosotros podemos hacer que nuestra voz cuente. Es como la lucha contra el cambio climático, por poner un ejemplo. Son el tipo de problemas y desafíos que solo podemos resolver participando a todos los niveles. Este es nuestro mundo, pero podemos llegar mucho más lejos. Solo tenemos que desearlo.