Esta es la tercera parte, y última, del artículo sobre cómo podría ser el futuro lejano de la Humanidad, cuando lleguemos a ese momento en el que la Tierra, ni el Sistema Solar, ya no puedan ser habitables y sea necesario buscar un nuevo hogar más allá de este pequeño rinconcito de la Vía Láctea…

Nota: este artículo de Dale Tarnowieski puede leerse íntegramente, en inglés, en este enlace del popular blog Centauri Dreams. La primera parte de la traducción está aquí, y la segunda aquí.

Destinos en la galaxia

El centro de la Vía Láctea. Crédito: NASA/JPL-Caltech/ESA/CXC/STScI

El centro de la Vía Láctea.
Crédito: NASA/JPL-Caltech/ESA/CXC/STScI

Con la búsqueda de un nuevo hogar en el espacio interestelar ya en camino, ¿qué tipo de planeta estaremos buscando y dónde podremos esperar encontrarlo? En nuestra Vía Láctea, hay una región relativamente estrecha, llamada la zona galáctica de vida, donde la vida tal y como la conocemos podría sobrevivir. La vida de la Tierra no podría sobrevivir en sistemas estelares localizados demasiado cerca del centro de la galaxia, extremadamente denso y altamente radioactivo, o en regiones en las que ciertos elementos no están presentes o son escasos. Además, las zonas habitables que rodean a las estrellas, en las que la vida similar a la de la Tierra podría sobrevivir, son también relativamente estrechas, y tendrían que entrar en juego varios factores, en relación a los objetos planetarios apropiados que estén localizados dentro de esas zonas, para hacerlos apropiados para la migración.

En el espacio interestelar, estamos buscando planetas, que tengan más o menos la misma gravedad que la superficie de la Tierra, en zonas habitables de estrellas que estén en su secuencia principal. Idealmente, estos planetas tendrán ciclos de día y noche similares a los de la Tierra y suficiente oxígeno atmosférico para permitirnos respirar, pero no tanto como para que la combustión sea descontrolada. La temperatura media en, al menos, partes de la superficie de esos planetas debería estar entre los puntos de congelación y ebullición del agua, que tendrá que estar presente en esos mundos para que las formas de vida terrestres y humanas puedan sobrevivir. Cualquier forma de vida indígena de esos mundos debería ser más o menos compatible con la vida terrestre y no excesivamente hostil. Si hay ADN y proteínas indígenas similares a las variedades encontradas hoy en la Tierra, los gérmenes virulentos no deberían ser más prevalentes que hoy en día.

En unos 3.750 millones de años, la Vía Láctea y Andrómeda comenzarán a distorsionarse mutuamente por la acción de la gravedad. Crédito: NASA

En unos 3.750 millones de años, la Vía Láctea y Andrómeda comenzarán a distorsionarse mutuamente por la acción de la gravedad.
Crédito: NASA

Un evento cósmico que podría afectar a nuestra migración interestelar será la fusión, en unos cuatro mil millones de años, de las galaxias de la Vía Láctea y Andrómeda. Las dos son parte de una familia más grande de galaxias conocida como el Grupo Local, y se espera que las interacciones gravitacionales las convierta en una galaxia elíptica mucho más masiva. Algunos modelos muestran a las dos galaxias, ya unidas, absorbiendo a la Galaxia del Triángulo unos miles de millones de años después. Aunque se espera que las colisiones entre las estrellas individuales sean raras, las estrellas en ambas galaxias serán recolocadas en nuevas órbitas alrededor del nuevo centro galáctico. Hay muchas preguntas sobre cómo podría afectar esta reconfiguración al momento, y otros aspectos de nuestra reubicación, desde un sistema solar moribundo a un nuevo hogar alrededor de otra estrella.

La emergencia de la Inteligencia Artificial

Un agujero de gusano en Star Trek

Un agujero de gusano en Star Trek

La supervivencia de la especie humana y otras formas de vida autóctonas de la Tierra necesitarán el desarrollo de tecnologías descritas a lo largo de este relato, y la no ocurrencia de algún desastre natural o hecho por el hombre lo suficientemente severo como para acabar con toda o casi toda la vida en la Tierra antes de que un Sol más luminoso nos obligue a abandonar nuestro planeta. Se espera que nuestra reubicación nos lleve primero a las profundidades del Sistema Solar, mientras las entidades controladas por robots buscan y preparan, para ser habitados por humanos, al menos un nuevo mundo orbitando alrededor de otra estrella. Y cuando nuestro Sol comience a morir, nuestra supervivencia necesitará naves tripuladas por robots que transporten a ese mundo los bloques vitales de humanos y otros tipos de formas de vida para su subsiguiente recolección.

Aunque, ahora mismo, es difícil imaginar a los humanos viajando a otras estrellas como seres vivos funcionales por las enormes distancias de las que hablamos, se ha propuesto que se podría hacer en estado de animación suspendida. La animación suspendida implica la ralentización de los proceso de la vida por medios externos, sin acabar con ella. Pero la reubicación de una cantidad considerable de humanos, ya sea como seres vivos funcionales o en estado inanimado a bordo de naves, podría requerir muchas naves de tamaño considerable, mientras que una cifra más pequeña de naves que lleven los diversos bloques genéticos de la vida podrían cumplir el mismo objetivo.

Exceptuando el desarrollo de un motor warp que viaje más rápido que la luz, la actualización de los atajos de agujeros de gusano a través del espacio de la teoría de la relatividad, u otras aplicaciones teóricas de la física y la ingeniería, el transporte interestelar y posterior cosecha de los bloques biológicos de humanos y otras formas de vida indígenas deberían ser el trabajo de identidades robóticas, con la supervisión proporcionada por un superordenador capaz de realizar operaciones cognitivas altamente sofisticadas.

Un futuro humano entre las estrellas puede depender de la inteligencia artificial que creemos. Crédito: RAND Corporation.

Un futuro humano entre las estrellas puede depender de la inteligencia artificial que creemos.
Crédito: RAND Corporation.

Pero no pasará mucho tiempo hasta que la singularidad tecnológica haga posible ver niveles de inteligencia artificial que se cree que superarán a la de los seres humanos más inteligentes y los ordenadores más avanzados que tenemos hoy en día; un tiempo en el que el curso de la historia humana animada se vuelve altamente impredecible. ¿La inteligencia artificial de ese nivel podría decidir deshacerse de los seres humanos animados por su incapacidad para aguantar su ritmo? En ese caso, no habrá transporte de bloques de vida biológicos de la humanidad a otro sistema estelar.

Otra idea plantea la eventual transferencia de la esencia humana a los ordenadores. Cuando los cerebros orgánicos de los humanos comenzasen a morir, la consciencia y la memoria se transferirían a implantes de memoria. El contenido de estos implantes sería introducido en un dispositivo computacional y existiría para siempre en algún tipo de equivalente futuro de un mundo virtual. Lo que se reubicaría a otro sistema estelar sería el dispositivo y sus contenido, no a los seres humanos en sí.

Pero suponiendo que el transporte interestelar y la eventual recogida de los bloques de vida biológicos de la humanidad, por robots, sea lo que ocurra, podemos pensar en esos agentes robóticos como niñeras electromagnéticas encargadas de responder de manera amable a las necesidades físicas, intelectuales y emocionales de un niño o un joven, y de supervisar muchos de los complejos requisitos esenciales para el desarrollo inicial y educación de un niño. El superordenador y los robots que serán necesarios para supervisar todos los aspectos de este transporte y recolección necesitarán tener capacidades que superan, por mucho, lo que podemos hacer hoy en día.

La socialización exitosa de la primera generación de humanos recolectados en algún mundo distante será mejor realizada por robots benignos, inertes pero conscientes, llamados androides, que simulan la apariencia, comportamiento y habla de humanos adultos. Con el desarrollo de esas entidades ya en progreso, esas máquinas controladas por ordenador eventualmente tendrán capacidades similares a las de los humanos para ver, oír, probar, oler y tocar.

Otro concepto artístico de un astronauta en una base lunar, con la Tierra de fondo. Crédito: Science Photo Library

Concepto artístico de un astronauta en una base lunar, con la Tierra de fondo.
Crédito: Science Photo Library

La supervivencia a largo plazo de nuestra especie necesitará el desarrollo y uso inteligente de sistemas de propulsión, robótica, genética, ordenadores y tecnología de la información innovadores diseñados para esparcir la vida terrestre más allá de la Tierra y nuestro sistema solar. Aunque la mayor parte de lo que se ha comentado en esta serie pertenece al futuro distante, es una aventura maravillosa en la que ya nos hemos embarcado.

Fuente: Centauri Dreams