El cometa C/2024 S1 (ATLAS) no sobrevive al perihelio

El cometa Wirtanen, observado en su perihelio el 12 de diciembre de 2018. Crédito: Stub Mandrel/Wikimedia Commons

El cometa C/2024 S1 (ATLAS) apuntaba a que podría ser el Gran Cometa de 2024 y una cita fantástica para Halloween. Sin embargo, no ha logrado sobrevivir a su perihelio, en el que ha pasado a poco más de un millón de kilómetros del Sol. Era una posibilidad y, ni mucho menos, un resultado sorprendente…

El cometa C/2024 S1 (ATLAS) ha sufrido el mismo destino de otros rasantes del Sol

El cometa C/2024 S1 (ATLAS) fue descubierto hace solo un mes. El pasado 27 de septiembre, el sistema ATLAS (por las iniciales de Asteroid Terrestrial-Impact Last Alert System) en Hawái identificó este cometa. Es parte de la familia de rasantes del Sol Kreutz (por Heinrich Kreutz, su descubridor). Se trata de un grupo de cometas que siguen una órbita muy similar y que los lleva muy cerca del Sol cada entre 500 y 800 años. Depende de las órbitas individuales de cada uno de esos cometas. A su vez, su origen, según determinó Kreutz, están en un objeto más grande que se fragmentó.

Aproximación y desintegración de C/2024 S1 (ATLAS) al Sol. Crédito: ESA/NASA SOHO

El cometa se ha evaporado al acercarse al perihelio. Había esperanzas de que el cometa pudiese sobrevivir y, si hubiese sido así, se convirtiese en un espectáculo a simple vista. Sin embargo, ya había señales, en semanas anteriores, de que el cometa estaba comenzando a desintegrarse. Las posibilidades de que pudiese sobrevivir eran cada vez más bajas. Algo que se ha confirmado en la fecha clave. La sonda SOHO (Solar and Heliospheric Observatory) ha captado la aproximación del cometa y se ha podido observar su trayecto hasta la desintegración.

La nave está operada conjuntamente por NASA y la ESA y ha sido una herramienta muy útil a lo largo de los años. No solo para observar el destino de cometas como este, también para descubrirlos (lleva más de 5000). El cometa pasó por el perigeo (su punto más cercano a la Tierra) el pasado 23 de octubre, alcanzando una magnitud de 8,7. Era demasiado tenue para poder observarse a simple vista, pero sí suficiente para poder captarlo con la ayuda de telescopios. Tras su aproximación, el cometa siguió su viaje hacia el Sol, dificultando las observaciones.

Los cometas son impredecibles

La realidad es que los cometas como C/2024 S1 (ATLAS) y, rasantes del Sol, son extremadamente impredecibles. Muchos no llegan a sobrevivir a su paso cerca de la estrella. O, si lo hacen, quedan tan fragmentados que ya no hay posibilidad de observarlo. Es lo que sucedió, de hecho, con el cometa ATLAS en 2020. Todo apuntaba a que, si las previsiones se cumplían, podría ser el gran cometa de aquel año. Sin embargo, cuando todavía estaba acercándose al Sol, se fragmentó y su brillo bajó enormemente. Aunque no todo fue negativo.

En aquel mismo año tuvimos el cometa NEOWISE. No fue tan espectacular como se esperaba de ATLAS, pero nos dejó imágenes espectaculares. Ahora, en 2024, la historia se ha repetido a la inversa. El primer cometa, Tsuchinshan-ATLAS, ha aguantado su paso y nos ha dejado algunas imágenes espectaculares, mientras que el segundo ha sido el que se ha fragmentado. Lo importante es que, por suerte, habrá otros visitantes inesperados en los próximos años. Nadie contaba con la llegada del cometa C/2024 S1 (ATLAS) y no será el último con el que suceda.

De los cometas rasantes del sol Kreutz, hay que decir que se plantea que, ya en el año 317 ANE (antes de nuestra era), según explica la Agencia Espacial Europea en su página web (en este enlace). Al igual que el resto de cometas, C/2024 S1 (ATLAS) era, en esencia, una bola de nieve sucia. Un objeto congelado compuesto por gases, rocas y polvo sobrantes de la formación del Sistema Solar hace unos 4600 millones de años. Algunos cometas tienen órbitas extremadamente largas, y eso se suma a la dificultad para predecir cómo se van a comportar.

El atractivo de los cometas «nuevos»

Algunos cometas tienen órbitas cortas. De hecho, se llaman cometas de corto período a aquellos cuya órbita es inferior a 200 años. Aquí entran objetos como el cometa Halley, uno de los más conocidos, que tarda unos 75 años en completar una vuelta al Sol. El cometa Encke lo hace en una órbita muchísimo más corta. Tarda apenas 3,3 años en completar una órbita. El cometa Tsuchinshan-ATLAS pasó por su perihelio el pasado 27 de septiembre y, ahora, ya se está dirigiendo de nuevo a los confines del Sistema Solar y es un caso interesante.

El cometa Encke, responsable de las Táuridas. Crédito: Jim Scotti

Su órbita, hasta acercarse al sol, era de 110 millones de años. Tras la interacción gravitacional con nuestra estrella, que ha alterado esa trayectoria, ahora es de 235 000 años. Algunos cometas pasan miles de millones de años en la Nube de Oort hasta que una interacción gravitacional provoca que se precipiten al interior. Después, su órbita puede variar de diferentes maneras. El cometa puede estrellarse contra el Sol, quedar en una órbita de mayor o menor duración e, incluso, ser expulsados del Sistema Solar (algo que se ha planteado en algunos casos).

Estos cometas que se adentran por primera vez, o que lo han hecho en muy pocas ocasiones, resultan particularmente interesantes porque contienen mucho material volátil, que se evapora al acercarse a la estrella. Es lo que provoca que puedan dejar imágenes tan espectaculares, siempre que sobrevivan. En este caso no ha sido así, pero quién sabe, puede que en 2025, o 2026, nos esté esperando un cometa todavía más espectacular de lo que se esperaba en esta ocasión. Es lo que hace que la búsqueda de cometas sea tan intrigante…

Referencias: Space

Alex Riveiro: Divulgador científico. Autor de "Hacia las estrellas: una breve guía del universo", "Más allá de las estrellas: ¿estamos solos en el universo?" y la saga de ciencia ficción "Ecos de un futuro distante". Colaborador en eltiempo.es y Otros Mundos. También en Twitter, YouTube, Twitch e iVoox.
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