Muchas noches, podemos ver a ese astro familiar. El único que podemos observar desde la Tierra y apreciar detalles de su superficie. El objeto celeste más cercano a nuestro planeta tiene un color muy familiar para todo el mundo… ¿o no? Algunos creen que no…

Primero lo básico

Quizá hayas visto esto alguna vez. Si es así, no estás alucinando. La mitad más iluminada de la Luna está recibiendo la luz del Sol directamente. La otra mitad está siendo iluminada por el reflejo de la Tierra (la luz del Sol que rebota en la superficie de nuestro planeta). Crédito: Ilmari Karonen

Quizá hayas visto esto alguna vez. Si es así, no estás alucinando. La mitad más iluminada de la Luna está recibiendo la luz del Sol directamente. La otra mitad está siendo iluminada por el reflejo de la Tierra (la luz del Sol que rebota en la superficie de nuestro planeta).
Crédito: Ilmari Karonen

Si observas la luna durante el día, verás que su silueta es tenue y blanca, completamente rodeada por el azul de nuestra atmósfera. Si la observas durante la noche, la luna parecerá tener un marcado brillo amarillo. Si observas las fotos tomadas desde el espacio, verás que la superficie de la Luna es extremadamente oscura (de hecho, refleja una cantidad de luz, de la que recibe, muy baja).

Las imágenes tomadas desde el espacio son las que mejor ilustran el color de la Luna. Todas esas tonalidades (que van desde el gris al marrón) son producto de los elementos en la superficie de nuestro satélite: oxígeno, silicio, magnesio, hierro, calcio y aluminio. Las rocas de color más claro suelen ser feldespatos plagioclasas, mientras que las rocas más oscuras son piroxeno. La mayor parte de las rocas que podemos ver son de origen volcánico y fueron expulsadas del interior de la Luna durante erupciones volcánicas. Para rematarlo, también hay rocas (bastante raras) llamadas olivinos que son, como su nombre indica, verdes.

Por supuesto, a todo esto hay que sumarle que, vista desde la Tierra, la Luna presenta un color diferente según su altura sobre el horizonte. Cuando está cerca del horizonte, se vuelve rojiza, pero es simplemente consecuencia del fenómeno de la dispersión de Rayleigh (el mismo que provoca que las estrellas parpadeen por las noches, y hasta parezca que cambian de color, o que veamos el Sol rojo en un atardecer). Cuanto más alejada del horizonte, la dispersión es menor y el color cambia a amarillo.

La confusión… que no es tal

El problema surge cuando, al examinar las imágenes que podemos ver de la Luna en diferentes sitios de Internet, algunas personas intentan deducir cuál es el aspecto de la Luna sin tener mayor base de apoyo que sus propias suposiciones. Con una selección limitada de imágenes y sin indagar sobre qué filtros se aplicaron para tomarlas, es muy fácil optar por la explicación que mejor se ajuste a lo que cada uno quiera creer.

Imagen con colores exagerados de la Luna. Crédito: Noel Carboni

Imagen con colores exagerados de la Luna.
Crédito: Noel Carboni

En la imagen que acompaña este párrafo, la luna parece mucho más colorida de lo que la vemos en cualquier otra imagen. ¿Cuál es la explicación? Esas diferencias en la superficie de la Luna son reales. Pero son mucho más sutiles de lo que se muestra en esta imagen. Para crearla, la NASA compuso un mosaico de quince imágenes tomadas con una exposición muy alta (que exagera los colores). Las diferencias en el color de la superficie tienen que ver con la composición química de cada zona de la Luna.

Por ejemplo, algunas regiones de los mares de la Luna presentan un tono gris oscuro, mientras otras presentan un tono azul oscuro. La diferencia en la coloración estriba en que, en el caso de las regiones gris oscuro, estamos viendo una distribución de titanio y hierro diferente a la de las regiones azul oscuro (en las que, por las muestras obtenidas de las misiones Apolo, sabemos que el titanio se encuentra, principalmente, dentro de un mineral llamado ilmenita).

A decir verdad, los astrónomos no están todavía muy seguros de cuál es la composición exacta de las regiones más claras de los mares (no hemos analizado todos, las misiones Apolo sólo trajeron algunos fragmentos de los mares más oscuros). Lo que sí saben, con certeza, es que también depende del estado físico en que se encuentren esos minerales. Los mares son formaciones basálticas, de unos 3.500 millones de años de antigüedad, que se formaron cuando la Luna era mucho más activa geológicamente.

La Luna, vista desde el hemisferio norte de la Tierra. Aunque menos evidentes, esas diferencias en las tonalidades de la superficie lunar siguen siendo apreciables. Crédito: Gregory H. Revera

La Luna, vista desde el hemisferio norte de la Tierra. Aunque menos evidentes, esas diferencias en las tonalidades de la superficie lunar siguen siendo apreciables.
Crédito: Gregory H. Revera

La imagen que acompaña este párrafo, seguramente, te resulta mucho más familiar. Es la Luna tal y como la vemos en el hemisferio norte de nuestro planeta. Tiene una superficie muy oscura (sólo refleja, aproximadamente, un 16% de la luz que recibe), pero al verla en el cielo parece mucho más brillante porque está muy cerca de nosotros. En definitiva, el auténtico color de la Luna no es gris, ni gris y blanco, si no una variación, muy sutil (que se puede apreciar en esta imagen si te fijas con atención) de tonos desde el gris al marrón, pero en general en tonos muy oscuros.

Quizá te preguntes, ¿cuál es la importancia de todo esto? No mucha, excepto la mera curiosidad, o por si te dedicas a la fotografía, en cuyo caso quizá te interese saber qué filtros podrías intentar aplicar a tu imagen para que se parezca a la Luna tal y como la veríamos desde el espacio. Por desgracia, este último punto se escapa del propósito de este blog. Bueno, en realidad hay un motivo más… Resulta que algunas personas defienden que la NASA nos oculta el color real de la Luna (a pesar de que todas las imágenes que he publicado aquí proceden de sus archivos, que son públicos) porque…

Es una conspiración más

La imagen de la discordia...

La imagen de la discordia…

En realidad, esto no es más que otra variante (u otro punto de apoyo, si lo prefieres) de aquellos que se resisten a creer que el hombre estuvo en la Luna. Una búsqueda en Google bastará para ver que la polémica viene, en gran parte, motivada por la imagen que se pudo ver en el aterrizaje del rover chino Chang’e 3, en el que la superficie del satélite parece marrón (o rojizo, según prefieras verlo). A esto hace falta sumarle otro ingrediente: desde 1.976, no habíamos aterrizado en la Luna, así que todas las imágenes que nos llegaban desde su superficie eran en blanco y negro.

Pero como podrás ver, el recorrido de estas imágenes es más bien poco o nulo. Hay otra imagen, de ese mismo aterrizaje, en el que la superficie de la Luna no aparece en ese tono, y además, también tenemos las imágenes de las misiones Apolo (como las que rematan este artículo, aquí debajo) que, como puedes ver, también fueron tomadas a todo color, y donde se puede apreciar que, para bien o para mal, la Luna no es un lugar especialmente rico en colores, pero no por ello, dejará de ser ese objeto celeste que tantos sentimientos ha evocado en nuestra civilización…

Referencias: NASAScientific American