¿Hay agua en la Luna? Si nos ceñimos a lo que sabemos hasta ahora, la respuesta es que sí, pero poca y escasa. Al menos eso es lo que creíamos, pero un nuevo estudio pone patas arriba esa suposición. Además, nos ofrece posibilidades más que interesantes para el futuro…

La abundancia del agua en la Luna

Rocas lunares traídas por los astronautas de la misión Apolo.
Crédito: NASA

Remontémonos a las misiones Apolo. Durante la década de los 70, los astronautas americanos trajeron varias muestras de rocas volcánicas a la Tierra (en los Apolo 15 y 17). En ellas, encontramos algunas muestras residuales de agua. Desde entonces, el tema no nos ha llegado a abandonar. Se han publicado diferentes estudios sobre la posibilidad de que haya agua en la Luna. Pero todos venían a compartir el mismo resultado.

Es difícil concluir cuánta agua podía haber en la Luna a partir de esas muestras. Es decir, no teníamos suficientes evidencias para poder afirmar si el agua es abundante o escasa. Ni tampoco si la mayor parte se encuentra bajo la superficie o, por el contrario, en las zonas de sombra perpetua que haya en los volcanes cerca de los polos. Las muestras de Apolo fueron, en un pasado remoto, material fundido que, eventualmente, emergió en la superficie del satélite.

Esas erupciones volcánicas ayudaron a esparcir ese material por la Luna. Fueron, también un factor para dar forma a su superficie. Aunque, evidentemente, su característica más popular, hoy en día, es la amplia presencia de cráteres de impacto de meteoritos. Pero en cualquier caso, para concluir si el agua es abundante en la Luna, es necesario un sistema más eficiente que traer rocas y rocas de vuelta a nuestro planeta.

Un análisis de superficie en busca de agua en la Luna

Muestras de agua en la Luna

Esta imagen muestra una región de la Luna en la que hay agua. El color azul indica que hay más agua que en el alrededor. Mientras que el amarillo y el rojo marcan los lugares de mayor concentración.
Crédito: Milliken Lab / Brown University

Es imposible analizar toda la superficie de la Luna. Así que, en su lugar, un grupo de investigadores ha optado por utilizar los datos de satélite para deducir cuál es la presencia real de agua en la Luna. En concreto, se han centrado en la búsqueda de depósitos piroclásticos. Es decir, rocas expulsadas por volcanes explosivos. Sus resultados han sido publicados en un estudio de la revista Nature Geoscience.

Por medio de las imágenes de satélite, los investigadores han analizado las rocas volcánicas de la Luna. Lo que han hecho es muy sencillo. Han buscado las longitudes de onda que la luz refleja cuando rebotan en el agua. Y, de paso, han repetido esas pruebas con las rocas Apolo para determinar cuánta agua podían contener. Con la combinación de ambos resultados, es posible deducir si es abundante en esas regiones.

El estudio muestra que casi todos los depósitos piroclásticos de la Luna contienen agua. Así que parece que es una característica común del magma que procede del interior de nuestro satélite. Es decir, el manto de la Luna podría tener una gran cantidad de agua. No es una simple anécdota. Esa conclusión puede llevarnos a revisitar la teoría de formación de la Luna, o bien a preguntarnos cómo fue el pasado del satélite.

El origen del agua lunar

La Luna

La Luna en fase menguante.
Crédito: John Brimacombe

Es posible que ese agua esté ahí desde la formación del satélite. Si es así, quiere decir que el impacto con Theia tuvo que ser mucho más frío de lo que se pensaba. De otra manera, todo el hidrógeno presente se habría destruido durante el proceso de formación. De ahí que pueda ser necesario revisitar esa teoría. Pero por otro lado, es posible que la explicación no esté en su origen, si no en su infancia.

Ese agua pudo llegar desde otros lugares del Sistema Solar, depositada a través de los impactos de asteroides. No es una teoría descabellada. De hecho, una de las grandes interrogantes sobre la Tierra es, precisamente, como llegó el agua de nuestros océanos. Una de las posibilidades es que llegó hasta nosotros gracias al impacto de asteroides durante algo a lo que llamamos el período de bombardeo intenso tardío.

En esa época, que tuvo lugar poco después de la formación del Sistema Solar, las colisiones fueron muy abundantes entre los objetos. Si, realmente, el agua llegó a nuestro planeta gracias a aquellos impactos, no es descabellado pensar que lo mismo debió suceder con la Luna. De hecho, es posible que todos los planetas interiores (Mercurio, Venus, la Tierra y Marte) la obtuviesen gracias a ese mecanismo.

Un mundo de oportunidades

Concepto artístico de una base lunar.
Crédito: Science Photo Library

Pero, ¿qué interés puede tener que el agua en la Luna pueda ser abundante? Más del que parece. No es una simple cuestión científica. No sólo nos puede ayudar a comprender cómo llegó el agua a los objetos celestes. Puede ser también muy importante en nuestro futuro. He hablado largo y tendido de que, en algún momento, nuestra civilización necesitará expandirse más allá de las fronteras de nuestro querido planeta Tierra.

Cuando eso suceda, cabe suponer que el primer objetivo al que miremos será la Luna. Por supuesto, Marte estará en ese mismo nivel de importancia, porque es un objetivo que ya estamos investigando activamente. Si el agua es abundante, sabemos que podemos pensar en construir una base lunar. Quizá incluso una pequeña colonia lunar. Tener agua en el satélite nos permitiría no tener que depender de un sistema de transporte desde la Tierra, que lo lleve con regularidad.

Evidentemente, otra cuestión es a qué profundidad está ese agua, y cuál sería el proceso de extracción y transformación para su uso. Pero la idea de que podríamos crear una colonia en la Luna que sería, hasta cierto punto, sostenible por sí misma, es más que intrigante. Falta mucho para ese futuro, desde luego. Pero noticias como esta son un buen recordatorio de que hay mucho que todavía tenemos por descubrir tanto en nuestro planeta como en nuestro satélite…

El estudio es Ralph E. Miliken y Shuai Li; «Remote detection of widespread indigenous water in lunar pyroclastic deposits». Publicado el 24 de julio de 2017 en la revista Nature Geoscience. Puede ser consultado en este enlace.

Referencias: Smithsonian Magazine