¿Alguna vez has experimentado el placer de salir por la noche a la calle y poder observar la Vía Láctea? En mi caso puedo presumir de que sí, aunque no en la actualidad. Si conoces esa sensación, estás de suerte, porque alrededor de la tercera parte de la población del planeta no puede verla….

Occidente se lleva la palma (para sorpresa de nadie)

La Vía Láctea vista desde un parque nacional. Crédito: Dan Duriscoe

La Vía Láctea vista desde un parque nacional.
Crédito: Dan Duriscoe

Probablemente no te sorprenda saber que la mayor parte de la población que no puede ver la Vía Láctea de noche se encuentra en occidente. Según las conclusiones a las que ha llegado el equipo dirigido por Fabio Falchi, del Instituto de Ciencia y Tecnología de la Contaminación Lumínica, en Italia, el 60% de los europeos, y el 80% de los norteamericanos no pueden ver nuestra galaxia desde sus lugares de residencia.

De las 20 naciones más industrializadas, las que tienen una mayor superficie de su territorio contaminada por la iluminación artificial, mientras Canadá y Australia son las que menos contaminación sufren. La cosa empeora si aplicamos la interpretación más severa de la contaminación lumínica, que es el nivel de brillo en el que la luz artificial oscurecen sustancialmente cualquier observación astronómica que podamos intentar realizar. En ese caso, el resultado es deprimente (y demoledor), el 80% del mundo (¡del mundo!) y casi el 100% del cielo occidental se puede considerar contaminado.

Un resultado preocupante

Europa, norte de África y partes de Asia en el Nuevo Atlas Mundial de la iluminación artificial del cielo, tal y como aparece en Google Earth. Crédito: Fabio Falchi

Europa, norte de África y partes de Asia en el Nuevo Atlas Mundial de la iluminación artificial del cielo, tal y como aparece en Google Earth.
Crédito: Fabio Falchi

El proyecto fue presentado en Science Advances bajo el título «Nuevo Atlas Mundial del brillo del cielo nocturno» y ha sido llevado a cabo como trabajo voluntario, sin ningún tipo de financiación dedicada a esta tarea. Este trabajo es una actualización del atlas original, que fue creado también por Falchi y sus compañeros, hace más de una década. En este caso, se han utilizado nuevas herramientas y se han incorporado datos del satélite de alta precisión Suomi NPP.

El análisis se apoya en varias suposiciones. El equipo científico ha utilizado variables como la transparencia de la atmósfera, cuánta luz de las ciudades es emitida hacia el firmamento, la hora de la noche, y el espectro de luz, por lo que el atlas puede que no siempre reproduzca el mundo real con total fidelidad. Pero aun así, teniendo en cuenta las posibles incertidumbres, el mensaje no podría ser más preocupante. La luz artificial influye muy negativamente en nuestros patrones de sueño, y hay lugares del mundo, como Singapur, que nunca llegan a experimentar una noche completa. La contaminación lumínica no sólo nos impide ver el cielo, también puede afectar negativamente a nuestra salud.

En particular, la reducción de la luz de azul está considerada un problema particularmente importante. Por inocuo e irrelevante que pudiese parecer el color de la luz, el azul mejora nuestro tiempo de reacción, nuestra atención y nuestro humor, algo que es fantástico de día, pero no ayuda demasiado cuando cae la noche. Para ahorrar energía, ha habido un empuje bastante importante hacia el uso de LEDs, y aunque son mucho mejores para el entorno, emiten una cantidad de luz azul muy importante. Si todas las luces fuesen LEDs, el cielo sería el doble de brillante.

Posibles soluciones

La Vía Láctea vista desde Arizona. Crédito: David Lane & Robert Gendler

La Vía Láctea vista desde Arizona.
Crédito: David Lane & Robert Gendler

La verdad es que el estudio no es demasiado optimista, especialmente si te gusta observar el cielo de noche. El equipo de investigadores sugiere posibles soluciones para mitigar los efectos de la contaminación lumínica, desde limitar las direcciones en las que se emite la luz, pasando por apagar y limitar el uso de la iluminación pública cuando ya no es necesario (por ejemplo, desde hace algún tiempo, la iluminación de algunos lugares públicos de Madrid se apaga a las 2:00), así como una reducción significativa de la emisión de luz azul de los LEDs.

Es posible que también podamos hacer algo en una escala mucho más modesta. El propio Falchi comenta que, en Italia, una asociación llamada cieloBuio fue capaz de contactar directamente con políticos regionales y convencerles de la oportunidad de apoyar leyes contra la contaminación lumínica. De esta manera, al menos, podemos colocar freno al aumento constante de la contaminación lumínica. A fin de cuentas, como recuerda el investigador, del mismo modo que con cualquier otro contaminante, lo que necesitamos es reducirlo con el paso del tiempo, así que es necesario tomar acciones en ese sentido, y el primer paso es llamar la atención de la población sobre el problema.

Perder la oscuridad del cielo nocturno es mucho más perjudicial de lo que podemos creer. Aun así, si te gusta la astronomía y no tienes la posibilidad de salir de tu ciudad para observar el cielo, es posible utilizar un telescopio para ver algunos de los objetos astronómicos más conocidos desde tu hogar, como explico aquí.

Referencias: IFLScience