Un grupo de investigadores cree haber identificado una exoluna volcánica. Un satélite, alrededor de un planeta más allá del Sistema Solar, con una actividad volcánica muy intensa. Tanto que superaría incluso a Ío, el satélite de Júpiter que destaca por ser el más activo (volcánicamente hablando) del Sistema Solar…

Una posible exoluna volcánica y muy activa

La detección ha sucedido en un planeta a 550 años-luz del Sistema Solar. Los datos recogidos por los investigadores indican que se podría tratar de una exoluna volcánica. Sería una versión extrema, muy exagerada, del satélite Ío, que orbita alrededor de Júpiter. Ío, en nuestro pequeño rincón del universo, destaca por ser el objeto celeste con más actividad volcánica. Supera a la Tierra. Pero parece lógico suponer que, en otros lugares, habrá otros satélites con características similares o incluso más pronunciadas. Como en el caso que nos ocupa.

Descubren una posible exoluna volcánica
Concepto artístico de un júpiter caliente. Crédito: NASA/JPL-Caltech

La exoluna volcánica orbita alrededor de WASP-49 b. Su superficie es cualquier cosa menos un entorno paradisíaco. Estaría recubierta de una capa de lava fundida. Sería un entorno infernal, girando alrededor de un júpiter caliente. Un mundo, con unas características y tamaño similar al del gigante del Sistema Solar, pero en una órbita muchísimo más cercana alrededor de su estrella. De hecho, está tan cerca que apenas tarda tres días en dar una vuelta a su astro, una enana amarilla, de características similares al Sol.

Pero ¿cómo se sabe que podría estar ahí? Lo cierto es que, por ahora, no se ha descubierto ninguna exoluna rocosa más allá del Sistema Solar. No porque no existan, ya que, si las podemos observar aquí, parece descabellado pensar que no ocurrirían de forma natural en otros lugares, sino porque son muy difíciles de observar. En este caso, las evidencias que apuntan a una posible exoluna volcánica son circunstanciales. O quizá incluso haya que ponerlo en singular, porque la presencia del sodio, en forma de gas, es el principal culpable.

Sodio a mucha distancia del planeta

Porque los investigadores se apoyan en la presencia de sodio, muy lejos del planeta, que tiene un origen difícil de explicar. Es poco probable que proceda únicamente del planeta. Eso hace suponer a los investigadores que debe haber algo más. Su deducción es que debería ser un satélite con unas características similares a las de Ío. Sería una fuente adicional de sodio que podría explicar por qué el entorno de WASP-49 b es así. Además, no es la primera vez que se sugiere que la presencia de una gran cantidad de sodio, en un exoplaneta, podría ser una pista.

La erupción de una columna volcánica en Ío, vista por Voyager 1. Crédito: NASA

En 2006, dos investigadores (Bob Johnson y Patrick Huggins) ya jugaron con esa posibilidad, explicando que podría apuntar a la presencia de una exoluna o un anillo de material. En 2009, se calculó que un sistema de estas características, formado por un planeta gigante cercano a su estrella, una luna y la propia estrella, podría ser estable durante miles de millones de años. Tras aquel estudio, ya una década más tarde, hemos llegado a lo que podría ser un descubrimiento más que interesante. No solo por la presencia de la exoluna…

Porque los investigadores explican que la fuerza de marea, producto de la gravedad, es una parte esencial en todo este conjunto. La energía liberada por las mareas, provocadas por la inmensa gravedad del planeta en su satélite, provocan que su órbita sea estable. Además, al mismo tiempo, calientan su interior y producen que sea una exoluna volcánica con una actividad elevadísima. Como consecuencia, el satélite podría expulsar grandes cantidades de sodio y potasio, más de lo que podría un planeta gaseoso, y a mayor altura.

No es suficiente para determinar si hay una exoluna volcánica

Aunque una exoluna volcánica podría ser la mejor explicación para lo observado en WASP-49 b, no es la única opción. Los investigadores explican que el planeta podría estar rodeado de un anillo de gas, o que podría haber algún otro mecanismo en funcionamiento. Por lo que es necesario recurrir a más observaciones para entender qué es lo que está sucediendo. Estos mundos, además, pueden tener fecha de caducidad en algún momento, porque es muy posible que sean destruidos en una escala de miles de millones de años.

Júpiter e Ío. Crédito: NASA/Johns Hopkins University Applied Physics Laboratory/Southwest Research Institute

A fin de cuentas, están sujetos a una gran pérdida de masa por todos los procesos que están experimentando. Es, a su vez, un buen aliciente para centrar la atención, en la medida de lo posible, en lugares que poco tienen que ver con la posibilidad de que estén habitados. Porque, como explican los investigadores, ofrecen la posibilidad de entender cómo funcionan esos procesos destructores. Dan la oportunidad de analizar algo que también ayudará a comprender mejor cómo es el universo. No solo se trata de buscar lugares que puedan albergar vida.

Sea como fuere, el estudio de otros lugares de la Vía Láctea, tanto estrellas, como exoplanetas o exolunas, servirán para entender mejor el complejo lugar en el que vivimos. En algunos casos, como este, no nos ayudará a entender si hay vida lejos de este planeta. Pero sí permitirán entender cómo evolucionan las estrellas y sus entornos. O, como en este caso, qué sucede con los satélites que se ven sometidos a condiciones como las de Ío, pero elevadas a la máxima potencia. Todo ello servirá para seguir haciéndose nuevas preguntas…

Estudio

El estudio es A. Oza, R. Johnson, E. Lellouch et al.; «Sodium and Potassium Signatures of Volcanic Satellites Orbiting Close-In Gas Giants Exoplanets». Publicado en la revista The Astrophysical Journal. Puede ser consultado en este enlace.

Referencias: Phys