En el programa 1×23 de Astrobitácora, hablamos del mínimo de Maunder, y de su relación con la Pequeña Edad de Hielo. En YouTube, además, nos centramos en la microgravedad; qué es y su importancia y utilidad para el ser humano…

Astrobitácora 1×23: Un período de poca actividad solar

Entre 1645 y 1715, el Sol pasó por un período de actividad inusualmente bajo. Es algo que popularmente se conoce como el mínimo de Maunder. Un término que fue acuñado en 1976 por un astrónomo. Curiosamente, tuvo lugar durante la Pequeña Edad de Hielo, que tuvo una duración bastante superior, de 1300 a 1850, o de los siglos XVI a XIX. Es, en cualquier caso, una gran oportunidad para observar un momento poco frecuente en la actividad solar. Aunque algunos estudios indican que podría ser relativamente común.

Astrobitácora 1x23: El mínimo de maunder
El Támesis congelado en el año 1677. Cuadro de Abraham Hondius (1631-1691)

Cabe la posibilidad de que el Sol pase hasta el 25% de su vida en períodos de tan poca actividad como el mínimo de Maunder. Por ejemplo, entre 1672 y 1699, en un período de 27 años, apenas se observaron 50 manchas solares. Lo normal, en ese período, es que se produzcan más de 50 000 manchas solares. Que se produjese durante la Pequeña Edad de Hielo no deja de ser llamativo. Fue un episodio particularmente frío, que afectó al hemisferio norte de la Tierra, aunque el nombre no deja de ser una exageración.

No se trató de una edad de hielo, ni nada similar. Tampoco es el único mínimo que conocemos en la historia reciente. También nos encontramos con el mínimo de Spörer y el de Dalton. En cualquier caso, el estudio de su actividad permite entender qué relación podría haber (si es que existe) entre la actividad solar y el clima de la Tierra. Puedes escuchar Astrobitácora 1×23, todo sobre el mínimo de Maunder, los ciclos solares, y más, en iVoox, tanto en la app como en su web, y también aquí mismo:

Astrobitácora – 1×23 – El mínimo de Maunder y los ciclos solares

YouTube: ¿Qué es la microgravedad?

La Estación Espacial Internacional es nuestro laboratorio más avanzado. Está a 400 kilómetros de altura sobre nuestro planeta. Hemos visto multitud de imágenes de los astronautas en ingravidez. Pero, ¿cómo es posible? La respuesta no es porque estén tan lejos que no haya gravedad. Al contrario. La Luna, a 384 400 kilómetros, también experimenta la gravedad de la Tierra. Por lo que la respuesta debe estar en alguna otra cosa. A fin de cuentas, a esos 400 kilómetros, la gravedad no es muy diferente a la de la superficie.

La Estación Espacial Internacional, fotografiada el 23 de mayo de 2010 desde el Space Shuttle Atlantis. Crédito: NASA

Para poder entender cómo es posible, entonces, que se produzca un entorno de gravedad cero, es necesario hablar de cómo se puede producir. Hay diferentes formas. En nuestro planeta, se puede realizar con una caída libre. Sin embargo, debe ocurrir en condiciones especiales. Saltando desde la atmósfera no sucede, porque el propio aire nos frena. También con un vuelo parabólico, con aviones diseñados especialmente para ello, se puede experimentar durante unos segundos la sensación de ingravidez.

Pero una órbita en el espacio es la mejor solución. En ese entorno, además, se pueden obtener multitud de respuestas sobre cómo se comporta el cuerpo humano en esas condiciones. Permite entender, por poner un ejemplo, cómo se adapta el cuerpo humano a un entorno que es muy diferente al que estamos acostumbrados a experimentar. Algo que ayudará, por ejemplo, en ese ansiado viaje a Marte. Puedes ver esto, y mucho más, tanto en vídeo, al principio de este artículo, como en el canal de YouTube.