Aunque se podría decir que ya está muy asentada la teoría de que fue el impacto de un asteroide el que puso fin al reinado de los dinosaurios, eso no quiere decir que los científicos se queden de brazos cruzados y se den por satisfechos con esta explicación. Ahora un nuevo estudio plantea que el origen de la extinción pudo ser algo diferente, mucho más grande que un asteroide…

Un invierno largo y duro

Esculturas de dinosaurios y mamíferos extintos, en el Crystal Palace Park en Londres. Crédito: Lynn Hilton/Alamy Stock Photo

Esculturas de dinosaurios y mamíferos extintos, en el Crystal Palace Park en Londres.
Crédito: Lynn Hilton/Alamy Stock Photo

La mayor parte de científicos están de acuerdo en que un gran impacto, hace 66 millones de años, causó la la desaparición de los dinosaurios, y creó el famoso cráter de Chicxulub en la costa de México, pero un nuevo estudio plantea una teoría bastante más radical. Un equipo de científicos japoneses cree que el motivo de la desaparición de los dinosaurios sería diferente. Según ellos, la Tierra podría haber pasado a través de una densa nebulosa hacia la época en la que se extinguieron los dinosaurios, desatando algo a lo que llaman invierno nebular, que causó un gran enfriamiento global y terminó con la mayor parte de la vida en nuestro planeta.

Cada cierto tiempo, al menos según sospechan algunos astrónomos, la Tierra se encuentra con una gigantesca nebulosa de gas molecular y polvo, mucho más denso que el espacio interestelar que está casi vacío (de hecho suele decirse que está completamente vacío, aunque técnicamente no es así). Un encuentro de este tipo hubiera rodeado a nuestro planeta con niebla galáctica, algo que habría oscurecido el cielo y provocaría el enfriamiento de la superficie del planeta hasta que, eventualmente, desencadenó la llegada de un invierno duro y muy largo. Ese encuentro también habría destruido la capa de ozono y habría detenido el proceso de fotosíntesis.

El papel del iridio

Esta es la nube molecular Barnard 68 (es una nebulosa oscura, o nebulosa de absorción). Crédito: ESO

Esta es la nube molecular Barnard 68 (es una nebulosa oscura, o nebulosa de absorción).
Crédito: ESO

La evidencia del equipo de científicos se encuentra en un depósito de iridio especialmente denso, encontrado en el Océano Pacífico. Nuestro planeta está cubierto de una capa de 30 centímetros de iridio, que se cree que es de origen extraterrestre, procedente de impactos de asteroides. Sin embargo, el equipo liderado por Tokuhiro Nimura, de la Japan Spaceguard Association, ha encontrado un depósito de 5 metros de espesor que, desde su punto de vista, no puede ser explicado por el impacto de un asteroide.

En su lugar, plantean que una nube molecular, con un tamaño de 330 años-luz y mil veces más denso que el espacio a su alrededor, podría ser la culpable. A medida que la Tierra pasó a través de la nube, en una travesía de como mínimo un millón de años, nuestro planeta habría sufrido un enfriamiento significativo por el oscurecimiento del cielo, que desembocó en la extinción de los dinosaurios hace 66 millones de años. El iridio habría sido capturado de esa nube mientras nuestro planeta la atravesaba.

Esa nube oscura podría haber causado un enfriamiento global del clima en los últimos 8 millones de años del período cretácico. El crecimiento de la capa de hielo continental también provocó el retroceso del nivel del mar. Ese enfriamiento global, que parece estar asociado con una reducción en la diversidad de fósiles, eventualmente condujo a la extinción masiva del Cretácico-Terciario.

Una hipótesis extraña

Esta imagen muestra los efectos calculados de la colisión en Chicxulub. Desde el punto negro (el cráter) hacia fuera, lo que ves es: Cráter, zona en la que cayó el material eyectado, zona afectada por la radiación térmica, zona afectada por terremotos, y zona afectada por tsunamis. Crédito: Ron Blakey, NAU Geology

Esta imagen muestra los efectos calculados de la colisión en Chicxulub. Desde el punto negro (el cráter) hacia fuera, lo que ves es: Cráter, zona en la que cayó el material eyectado, zona afectada por la radiación térmica, zona afectada por terremotos, y zona afectada por tsunamis.
Crédito: Ron Blakey, NAU Geology

No todo el mundo ha acogido la teoría con los brazos abiertos. Adrian Melott, de la Universidad de Kansas, en Lawrence, considera que la idea es extravagante, especialmente teniendo en cuenta que tenemos evidencias que apoyan el impacto de un asteroide, pero no es imposible. A fin de cuentas, esas nubes existen a lo largo y ancho de la Vía Láctea, y no es descabellado pensar que nuestro planeta pueda encontrarse con alguna a medida que el Sol orbita alrededor del centro de la galaxia.

David Kring, del Instituto Planetario y Lunar en Houston, Texas, por su parte, ataca directamente a la evidencia ya que entiende que el depósito podría haberse visto perturbado por las corrientes marinas, los organismos vivos y las perforaciones, que podrían haber aumentado su espesor a nivel local. Ha habido varios estudios específicamente diseñados para determinar el espesor de la anomalía de iridio, e indican que se trata de una anomalía que está concentrada y no dispersa, lo que favorecería la hipótesis del impacto del asteroide que todos conocemos.

En realidad, este equipo de científicos no está rechazando el impacto de Chicxulub. Lo que sostienen es que ambos podrían haber sucedido y que la principal causa de la extinción fue la nube. Una colisión con una nube interestelar podría haber empujado a las rocas que se encuentran en las regiones más exteriores del Sistema Solar hacia la Tierra, explicando el cráter y la existencia de esa fina capa de iridio que recubre nuestro planeta.

Imagen de la Tierra atravesando una nube molecular. Crédito: Vadim Sadovski/Shutterstock

Imagen de la Tierra atravesando una nube molecular.
Crédito: Vadim Sadovski/Shutterstock

Alexander Pavlov, del Centro de Vuelo Espacial Goddard de la NASA, en Maryland, cree que esta idea podría ser probada examinando la superficie del océano en busca de elementos radioactivos que sepamos que son repuestos desde el espacio, como el uranio y el plutonio. La mayor parte de los isótopos de uranio ni siquiera pueden ser encontrados en el Sistema Solar, así que encontrarlos junto con iridio demostraría que algo interestelar, como una nebulosa gigante, fue la auténtica culpable…

Sea como fuere, por ahora la hipótesis más aceptada sigue siendo la del asteroide que dejó el cráter de Chicxulub como huella de su impacto, pero no deja de ser interesante ver que, incluso en asuntos como éste, en el que parece que todo podría estar ya dicho, los astrónomos y los científicos siguen moviéndose en busca de dar con la respuesta definitiva, con la llave que nos permita entender qué fue lo que provocó una de las grandes extinciones de la vida en nuestro planeta…

Referencias: New Scientist, IFLScience, Arxiv