Tenemos que volver a Venus. No hay otra manera de presentarlo ni de decirlo. El hermano de la Tierra nos podría ayudar a comprender cómo nace y muere la vida en otros lugares, no sólo del Sistema Solar, si no del universo…

Volver a Venus

Los mapas por radar de Venus muestran que está dominado por las estructuras volcánicas.
Crédito: NASA/JPL

En enero de 2017, la NASA anunció los resultados de su competición del programa Discovery. El objetivo era decidir a dónde enviaría la agencia americana su próxima sonda espacial. Las opciones: dos misiones a asteroides o dos sondas que orbitarían alrededor de Venus. La agencia decidió que su próximo objetivo no sería el planeta que podría guardar mayor parecido con la Tierra, si no los asteroides.

Es comprensible, pero al mismo tiempo extraño. Vivimos en una época en la que queremos encontrar ese planeta análogo a la Tierra, pero lo cierto es que está muy cerca de nosotros y la estamos ignorando por completo. Durante los últimos 65 años, la NASA ha enviado nueve naves a la órbita y ocho rovers a la superficie de Marte. Sus efectos se han dejado notar en un gran interés público por el planeta rojo.

En ese mismo lapso de tiempo, tan sólo tres naves se han colocado en la órbita de Venus. Un planeta que tiene una masa y tamaño tan similar al nuestro que, popularmente, lo llamamos el hermano de la Tierra. De hecho, esa fue la coletilla que utilicé en mi artículo: Venus, el hermano malvado de la Tierra.

Venus a lo largo del tiempo

Concepto artístico de la superficie de Venus.
Crédito: ESA/AOES Medialab

Hoy en día, el segundo planeta más cercano al Sol es una trampa mortal. Su densa atmósfera atrapa el calor en una versión extrema del efecto de calentamiento global que sufrimos en nuestro mundo. Sin embargo, sabemos que en el pasado tuvo océanos líquidos. De hecho, un estudio ha llegado a plantear que pudo ser el primer planeta habitable del Sistema Solar (puedes encontrar el enlace al final del artículo).

Así que comprender qué provocó que Venus terminase perdiendo el control y llegase al punto actual es importante. Podría permitir a los científicos comprender qué permite que otros planetas, más amables para la vida, se mantengan habitables. También nos ofrece una ventana para comprender qué podría suceder si la atmósfera de la Tierra se desestabilizase de una manera similar. Desde un punto de vista científico, sobran motivos para querer comprender por qué un planeta, que tiene la misma masa y tamaño que la Tierra, terminó de una manera tan diferente.

Una aventura muy complicada

Venus, observado en luz ultravioleta en 1979.
Crédito: NSSDC Photo Gallery

Cuando hablamos de mundos habitables, solemos centrar nuestra atención en los planetas que se encuentran en la zona habitable. Esa pequeña franja del espacio en el que un planeta tiene la temperatura adecuada para que haya agua líquida en su superficie. Por eso centramos nuestra atención en los exoplanetas que encontramos a la distancia apropiada de su estrella. El caso más reciente lo tenemos en el caso de TRAPPIST-1. De sus siete planetas, tres se encuentran en esa franja y podrían albergar vida.

Como seguramente sepas, creemos que las condiciones de la Tierra son las ideales para la aparición de la vida (si no, no estaríamos aquí). Pero si la Tierra es ideal, Venus no está muy por detrás. Con un diámetro de 12.100 kilómetros, es sólo un poco más pequeño que nuestro planeta (12.742 kilómetros). También tiene una masa algo inferior, pero muy similar. En la actualidad es un mundo completamente seco, pero las observaciones de las sondas Pioneer sugieren que en el pasado debió tener un océano líquido. Pudo existir durante miles de millones de años, dando a la vida la posibilidad de surgir.

En algún momento de su pasado, la atmósfera tomó el control por encima de lo demás. Un exceso de dióxido de carbono provocó que se produjese un efecto de calentamiento global extremo. El resultado ya lo conocemos, destruyó las regiones más habitables de Venus. De aquel pasado no queda nada. En la actualidad, su temperatura alcanza los 470ºC y la presión en su superficie es comparable a la que podríamos encontrar a casi un kilómetro de profundidad en nuestros océanos. Por si fuera poco, las nubes de ácido sulfúrico sólo contribuyen a crear un paisaje desolador.

Ignorado, pero tiene su explicación

Venus brilla con tanta intensidad que, bajo las condiciones adecuadas, puede proyectar sombras en nuestro planeta.
Crédito: Wikimedia Commons/Brockeninaglory

Volver a Venus no es un capricho, pero tampoco es una tarea sencilla. Si tenemos en cuenta todas estas circunstancias, es comprensible que la NASA haya tenido sus reparos a la hora de decidir invertir su financiación en la exploración del planeta. Marte, mucho menos amenazador, es un objetivo más interesante. Lo mismo sucede con otros lugares del Sistema Solar, tenemos tanto asteroides como satélites que merece la pena visitar.

Hoy en día el hermano malvado de la Tierra no es un lugar especialmente atractivo para la vida. Pero puede ayudar a los científicos a averiguar qué deberían buscar en la exploración de mundos potencialmente habitables. Descubrir hasta qué punto esa espiral de destrucción del planeta tiene que ver con su ubicación, y cuánto con otras características, sería útil. Sabríamos qué mundos similares a la Tierra, alrededor de otras estrellas, podrían ser habitables, y cuáles podrían ser similares a Venus.

En ese sentido, tenemos una excusa perfecta para visitarlo. Con más estudios, podríamos comprender qué puede provocar que se pierda la habitabilidad de un mundo que se encuentra en el borde interior de la zona habitable de su estrella.

Una llave para entender atmósferas

Mapa topográfico de Venus.
Crédito: NASA

Los científicos están comenzando a comprender la naturaleza de las atmósferas de otros mundos. Especialmente de los gigantes gaseosos que hemos descubierto más allá del Sistema Solar. En la última década, el telescopio Hubble ya ha sido utilizado para analizar las nubes de mundos distantes. Su sucesor, el telescopio James Webb, será una herramienta todavía más potente, y será lanzado en 2018. A medida que mejore nuestra capacidad para analizar atmósferas de exoplanetas, las nubes de Venus nos podrían ayudar a descifrar sus secretos.

A fin de cuentas, comprender cómo son las condiciones atmosféricas de esos planetas será clave para entender cómo son. Con una atmósfera similar a la Tierra, quizá podamos dejar volar nuestra imaginación. A lo mejor podremos llegar a elucubrar con la posibilidad de que algunos de esos mundos pueda tener organismos simples. Sin embargo, si resultan tener una atmósfera similar a la de Venus, sabemos que la posibilidad de que haya vida será muy inferior…

Esas dos atmósferas tan diferentes las tenemos aquí, en nuestro Sistema Solar, en dos planetas casi idénticos que siguieron caminos completamente diferentes en su evolución. Ese es un punto a favor de volver a Venus y estudiarlo…

¿Qué nos espera en el futuro?

Concepto artístico de la sonda MESSENGER en órbita alrededor de Mercurio.
Crédito: NASA / JHU/APL

Aunque han pasado 30 años desde que la NASA enviase una misión a Venus, no han dejado de prestarle atención. Las sondas Galileo y Cassini lo sobrevolaron rumbo hacia los planetas exteriores. La sonda MESSENGER, asimismo, también le rindió una breve visita en su viaje hacia Mercurio. Aunque no han sido muchas las ocasiones, Venus ha seguido estando en el centro de atención de la agencia americana.

Esa atención podría ir a más en el futuro. Rusia está trabajando en una misión a Venus, y la NASA va a colaborar con ellos. Se trata de la misión Venera-D. En realidad, el nombre completo es Venera-Dolgozhivuschaya (al parecer, quiere decir de larga duración). El objetivo es depositar una sonda en la superficie de Venus y colocar una nave en su órbita para realizar sus propios estudios. La intención de la misión es comprender mejor la atmósfera y descubrir cómo interactúa con la superficie.

La principal cuestión es comprender qué mecanismos hicieron que se convirtiese en un lugar tan diferente a la Tierra. Es una cuestión interesante no sólo en la búsqueda de exoplanetas habitables, también en la comprensión de nuestro propio mundo. Poco a poco, nuestro planeta es cada vez más caluroso debido al cambio climático. Estudiar Venus podría ayudar a los científicos a descubrir si, un día, la Tierra podría llegar a un punto en el que su clima ya no pueda dar marcha atrás.

Una misión que todavía está lejos

Venus, en color real, fotografiado por la sonda Mariner 10.
Crédito: NASA

Así que Rusia y Estados Unidos podrían encontrarse de camino a Venus gracias a un interés común. Sin embargo, por ahora no existe una propuesta de trabajo conjunto. Lo cierto es que la misión no está confirmada y, en cualquier caso, no será lanzada hasta 2025, como mínimo. Habrá que prestar atención a la política en los próximos años. Aunque desde la propia NASA ya se ha mencionado en ocasiones que no están demasiado preocupados. Los científicos de ambos países fueron capaces de trabajar juntos incluso durante la Guerra Fría. En la actualidad, la NASA y Roscosmos (la Agencia Espacial Federal Rusa) trabajan codo con codo en la Estación Espacial Internacional.

Si finalmente sale adelante, la misión Venera-D traerá a Venus a la atención del gran público una vez más. Podrá ayudarnos a responder cuestiones sobre la evolución de la Tierra y otros planetas habitables del universo. También nos permitirá diferenciar mejor entre un planeta con un tamaño similar a la Tierra, y un planeta similar a la Tierra. Esa diferencia, en la que incluiremos otros factores, nos ayudarán a comprender, algún día, qué mundos alrededor de otras estrellas son realmente habitables…

Como mencionaba en el artículo, es posible que Venus fuese el primer planeta habitable del Sistema Solar. El estudio en el que se explica es M.J. Way, Anthony D. Del Genio et al., «Was Venus the first habitable world of our solar system?». Puede consultarse en este enlace.

Referencias: Smithsonian Magazine