Quizá muchas personas todavía no sean conscientes de ello, pero ayer se abrió una nueva etapa en la exploración espacial. SpaceX lanzó su satélite Falcon 9, compuesto de dos fases, al espacio. En el aspecto menos interesante, de este lanzamiento en particular, la segunda parte completó su tarea de colocar 11 satélites en órbita para Orbcomm, uno de los clientes de SpaceX. La primera parte volvió al planeta… ¡y aterrizó!

Un aterrizaje histórico

Imagen del momento en el que se posa la primera parte del cohete Falcon 9 de SpaceX después de su lanzamiento. Crédito: SpaceX

Imagen del momento en el que se posa la primera parte del cohete Falcon 9 de SpaceX después de su lanzamiento.
Crédito: SpaceX

Lo que sucedió ayer es algo que entrará en los libros de historia. Es un paso de gigante en el viaje espacial porque, al menos por ahora, uno de los aspectos más costosos de cualquier misión al espacio es tener que desechar las partes responsables de poner cualquier carga en órbita (o enviarla más allá de la órbita de nuestro planeta). Ahora, SpaceX ha conseguido establecer los cimientos de una nueva era de cohetes reutilizables, que conllevará consigo también la reducción de los costes de futuros lanzamientos.

El cohete Falcon 9 despegó de Cabo Cañaveral, en Florida (Estados Unidos) a las 20:29 de ayer (eran las 2:29 de la madrugada aquí, en la Península Ibérica). Transportaba 11 satélites para la misión ORBCOMM-2 y, como decía en la entradilla del artículo, toda esa parte de la misión se llevó a cabo sin mayores sobresaltos. Diez minutos después se hizo historia. La primera parte del cohete utilizó sus motores para tocar tierra en una plataforma de aterrizaje a sólo diez kilómetros de la plataforma de despegue, donde se posó después de haberse elevado a una altura de 200 kilómetros (la mitad de la altura a la que orbita la Estación Espacial Internacional).

Inicialmente, Elon Musk (el CEO de SpaceX) creyó que habían fracasado en su intento. No hubiese sido ni una sorpresa ni hubiese sido decepcionante. A fin de cuentas, hay que tener en cuenta que estamos hablando de que un cohete, viajando a una velocidad enorme, tenía que reducir su velocidad y tocar tierra en vertical, sin desequilibrarse, y por supuesto sin que alguna parte terminase saltando por los aires. Las ondas sónicas que se produjeron en el momento del aterrizaje (cuando él se encontraba en el exterior), y el polvo que levantó el cohete al posarse, hicieron pensar a Musk que no lo habían conseguido…

Se cumple uno de los grandes objetivos de SpaceX

Esta imagen de larga exposición muestra el despegue del cohete Falcon 9 y el uso de los motores para lograr tocar tierra en su aterrizaje. Crédito: SpaceX

Esta imagen de larga exposición muestra el despegue del cohete Falcon 9 y el uso de los motores para lograr tocar tierra en su aterrizaje.
Crédito: SpaceX

Se equivocó. No sólo lo había conseguido, es que se posó prácticamente en el centro de la plataforma. Desde su creación, uno de los grandes objetivos de SpaceX era abaratar los costes de lanzamiento de nuevas misiones. En sus tres intentos anteriores, en los que fracasó, había intentado algo que, en perspectiva, quizá podríamos considerar el más difícil todavía: aterrizar sobre una plataforma en el océano. Probablemente más difícil, pero más seguro en caso de que algo saliese terriblemente mal.

No sólo habían fracasado en esos intentos de aterrizar en una plataforma en el océano, en Junio de este año también perdieron un cohete completo. Ahora, intentándolo por primera vez en tierra firme, lo han logrado. Al final, la perseverancia ha valido la pena.

Esta imagen de larga exposición, por su parte, muestra el recorrido de la primera parte del Falcon 9, desde su despegue hasta su aterrizaje. Crédito: SpaceX

Esta imagen de larga exposición, por su parte, muestra el recorrido de la primera parte del Falcon 9, desde su despegue hasta su aterrizaje.
Crédito: SpaceX

Hasta el momento todos los cohetes que se fabrican son desechables. Están concebidos para funcionar una única vez. Tras su lanzamiento terminan o bien estrellados en el océano o en suelo firme. Ese procedimiento hace que el lanzamiento de misiones espaciales sea increíblemente caro (la mayor parte del gasto es, precisamente, en las fases de lanzamiento, y no tanto en el coste de lo que sea que queramos poner en órbita). Por establecer un paralelismo, es como si después de realizar un sólo vuelo nos deshiciésemos del avión de turno y nos pusiésemos a construir uno nuevo para el siguiente viaje…

Ahora, si SpaceX consigue repetir su hazaña en el futuro (algo que llevará todavía años, pero que será probado de nuevo a lo largo de 2016) y los cohetes orbitales reutilizables se convierten en algo cotidiano, estaremos hablando de reducir el coste de nuevos lanzamientos en hasta diez veces su coste actual. Un precio que se calcula en decenas de miles de euros/dólares por kilogramo de carga que queramos poner en órbita.

Los siguientes pasos

En última instancia, esto nos acerca más al sueño de Elon Musk. Alcanzar la superficie de otros planetas (como Marte). Crédito: SpaceX

En última instancia, esto nos acerca más al sueño de Elon Musk. Alcanzar la superficie de otros planetas (como Marte).
Crédito: SpaceX

Evidentemente, por la importancia histórica de lo sucedido ayer, esta primera parte del cohete Falcon 9 no va a ser utilizada de nuevo, ya que la empresa quiere conservar la primera parte que lanzaron al espacio y consiguió sobrevivir. Los datos extraídos de este lanzamiento servirán para el diseño de futuras primeras partes de los cohetes que SpaceX construya. Pero los desafíos no terminan aquí.

Ahora, ante la empresa californiana se abren dos retos. Por un lado, repetir el aterrizaje de la primera fase con éxito y asentar el proceso de construcción, maniobras, etcétera que permitan que la recuperación de la primera parte del cohete sea algo rutinario. También habrá que determinar, seguramente, cuál es el máximo de vuelos que puede realizar una primera parte antes de que sea necesario reconstruirla por completo.

Por otro lado, queda otro reto que no va a ser ni mucho menos fácil: hacer que la segunda parte del cohete también sea reutilizable. En el caso de ayer, fue enviada a la atmósfera para que se desintegrase allí. De momento, quedémonos con que estamos a las puertas (si no hemos entrado de lleno ya) de una nueva era de los viajes espaciales. A partir de aquí, en las próximas décadas quién sabe qué objetivos podremos ponernos en mente si las misiones son mucho más baratas…

Puedes ver el momento del aterrizaje en el minuto 32:25 de este vídeo (¡cuidado con el volumen o los gritos machacarán tus oídos!)

Referencias: IFLScience

Postdata: Este es el artículo nº 200 publicado en Astrobitácora. ¡Gracias a todos por seguir el blog!