Durante estos días tenemos toda la atención puesta en Plutón y la sonda New Horizons (como la portada de este mismo blog atestigua, sin ir más lejos). Pero lo cierto es que, hace sólo un par de semanas, se realizó un anuncio de lo más interesante. Puede que la Vía Láctea tenga muchos más planetas con una composición química similar a la de la Tierra de lo que inicialmente pensábamos.

Otros planetas rocosos pueden tener los mismos tipos de minerales

Hay un rico espectro de colores en las rocas alrededor de los volcanes Mutnovsky y Gorely, en la península de Kamchatka (Rusia). La mineralogía de las rocas en la Tierra proporcionan los bloques químicos necesarios para la vida.  Crédito: Europlanet/A. Samper

Hay un rico espectro de colores en las rocas alrededor de los volcanes Mutnovsky y Gorely, en la península de Kamchatka (Rusia). La mineralogía de las rocas en la Tierra proporcionan los bloques químicos necesarios para la vida.
Crédito: Europlanet/A. Samper

La noticia es la siguiente: los planetas similares a La Tierra (es decir, planetas rocosos con un diámetro similar al del nuestro) orbitando otras estrellas en la Vía Láctea pueden tener el tripe de probabilidad de que tengan los mismos tipos de minerales (y la misma composición química) de lo pensado inicialmente. De hecho, un estudio de varios investigadores británicos, sobre la evolución química de nuestra galaxia, revela que las condiciones para crear materiales como los que componen las rocas de nuestro planeta se dan en prácticamente toda la Vía Láctea.

Esto querría decir que el paisaje de los planetas rocosos que se forman en sistemas solares, alrededor de una estrella similar al Sol, están compuestos de minerales formados por carbono, oxígeno, magnesio y silicio. Seguramente la pregunta que se te esté pasando por la cabeza es ¿y en qué nos afecta esto?. Un pequeño cambio en la mineralogía puede provocar que el funcionamiento de la tectónica de placas de un planeta sea muy diferente, y que por tanto, afecte a cómo se calienta y enfría la superficie del mismo. Algo que, en última instancia, puede ser determinante para que un sea habitable o no (por supuesto, siguen influyendo otros factores, como la distancia a la estrella, cómo es la atmósfera del planeta y un largo etcétera). Hasta ahora, los astrónomos creían que los planetas rocosos se clasificaban en tres grupos: aquellos con una composición similar a la de la Tierra, aquellos con una concentración mucho más elevada de carbono, y aquellos que tienen una cantidad de silicio marcadamente mayor que de magnesio.

La cantidad de cada elemento en la Tierra es lo que ha provocado que las condiciones químicas sean las adecuadas para la vida. Con demasiado magnesio, o con poco silicio, el planeta hubiera tenido un equilibrio incorrecto de minerales para poder crear un manto de rocas como el que compone nuestro mundo. Si hubiese demasiado carbono, el manto hubiera sido más parecido al grafito de la punta de un lápiz que al paisaje que vemos hoy en día.

Puede ser una puerta a perfeccionar la búsqueda de vida en otros mundos

Concepto artístico de un disco de polvo y gas girando en torno a una estrella joven. Son los materiales primordiales para la formación de planetas. Nuestro Sistema Solar se formó de un disco similar capturado por el Sol. Crédito: NASA/JPL-Caltech

Concepto artístico de un disco de polvo y gas girando en torno a una estrella joven. Son los materiales primordiales para la formación de planetas. Nuestro Sistema Solar se formó de un disco similar capturado por el Sol.
Crédito: NASA/JPL-Caltech

El equipo de investigadores del Centro de Astrofísica E. A. Milne, en la Universidad de Hull, ha construido una compleja simulación de la evolución química de la Vía Láctea. Al ejecutar esta simulación, obtuvieron como resultado una versión muy certera de la galaxia tal y como la observamos hoy en día. Es decir, han podido contrastar que su modelo funciona y encaja con lo que vemos. Eso les ha permitido poder centrarse en ver la química de procesos como la formación de planetas con un mayor nivel de detalle.

Y ahí es donde comienzan las sorpresas. En un principio, al examinar la química planetaria, pensaron que su modelo estaba mal. A nivel global (es decir, para toda la Vía Láctea) todo era prácticamente perfecto. Todo estaba en el lugar correcto, el índice de nacimientos y muertes de estrellas concordaba, los elementos e isótopos encajaban con las observaciones de la galaxia… pero en la formación planetaria, todo los sistemas solares que observaron tenían los mismos bloques de elementos (en la misma proporción) que permiten la formación de planetas como la Tierra, en lugar de uno de cada tres sistemas solares.

Es decir, todos (o casi todos, para no ser demasiado ambiciosos) los sistemas solares de la Vía Láctea tienen la misma disposición de elementos que permitirían que un planeta rocoso, si se forma en un sistema solar alrededor de una estrella similar a la nuestra, tenga la misma composición de minerales que nuestro planeta. La nube de la que se formó nuestro sistema solar tenía el doble de átomos de oxígeno que de carbono, y alrededor de cinco átomos de silicio por cada átomo de magnesio. Lo que este modelo nos está diciendo es que esa disposición puede ser mucho más frecuente de lo que se pensaba hasta ahora.

 

No todos los planetas serán como la Tierra

 

900px-NASA-Apollo8-Dec24-Earthrise

La Tierra vista desde la Luna.

El espectro del oxígeno y el níquel, históricamente, han sido bastante difíciles de diferenciar. Es un problema difícil de ignorar, porque impide a los astrofísicos poder determinar con exactitud cuál es la composición del cuerpo celeste que están observando. Por suerte, gracias a las mejoras en las técnicas de espectroscopia, está comenzando a ser más sencillo poder determinar con más exactitud la composición química de los exoplanetas que puedan observar en otros sistemas solares. Aún queda mucho por recorrer, de todos modos. Ahora mismo, la mayor parte de planetas que están siendo estudiados son gigantes alrededor de estrellas muy brillantes, que es algo que provoca que la incertidumbre en los datos medidos (y la proporción de elementos) pueda ser considerable.

Sea como fuere, incluso si tenemos la cantidad apropiada de átomos de cada elemento para formar planetas con los mismos tipos de minerales y la misma composición que la Tierra, así como las condiciones que permitan que exista agua líquida en la superficie y sean adecuados para la habitabilidad, no hay ninguna garantía de que el planeta resultante se vaya a parecer al nuestro. Basta con ver el ejemplo de Venus y Marte, que son muy diferentes a La Tierra. Lo que sí sabemos es que ahora la posibilidad de que haya planetas como la Tierra ahí fuera (suponiendo que se den las condiciones apropiadas) es tres veces superior a lo que se pensaba.

Referencia: RAS