Vivimos en una época en la que hay más información que nunca al alcance de nuestras manos. Basta hacer una simple búsqueda en Internet para encontrar prácticamente cualquier cosa que quieras consultar. Eso implica que también haya una mayor difusión de noticias, rumores… y muchas falsas alarmas.

Nunca son extraterrestres

Recreación artística de una antena de radiotelescopio. Crédito: Solarseven/Shutterstock

Recreación artística de una antena de radiotelescopio.
Crédito: Solarseven/Shutterstock

La última falsa alarma, sin ir más lejos, se produjo hace sólo una semana. Ya os hablé de ella aquí. En resumen, un grupo de astrónomos rusos, que estuvo observando la estrella HD 164595, provocó un caos en Internet al anunciar que habían detectado una señal anómala, mucho más intensa que todo lo que habían recibido hasta el momento de aquel distante astro. Unos días después, sin embargo, el misterio quedó resuelto. La señal no venía de una estrella a años-luz de distancia, si no que su origen era terrestre, probablemente producida por un satélite militar ruso.

Del mismo modo, también llevamos varios meses dándole vueltas al caso de la estrella KIC 8462852 y su enigmático comportamiento, que no hemos observado en otras estrellas. La presencia de un posible noveno planeta en el Sistema Solar y el reciente anuncio de que en Próxima Centauri, la estrella más cercana al Sol, hay un planeta rocoso en la zona habitable de la estrella, al que llamamos Próxima b, no hacen más que alimentar ese interés por encontrar vida en otros lugares.

Mucha gente quiere creer que hay extraterrestres en otros lugares de la galaxia. Es normal, y cuando tenemos en cuenta el espectacular aumento de exoplanetas descubiertos, hoy en día hemos confirmado la existencia de más de 3.000, es difícil no dejarse llevar. En sólo 20 años, hemos pasado de sospechar que podría haber planetas fuera del Sistema Solar a saber que hay miles de millones sólo en la Vía Láctea (y la nuestra es sólo una galaxia entre miles de millones).

La probabilidad de la vida

Concepto artístico del planeta, Próxima b, orbitando alrededor de su estrella, con Alfa Centauri A y B al fondo. Crédito: ESO/M. Kornmesser

Concepto artístico del planeta, Próxima b, orbitando alrededor de su estrella, con Alfa Centauri A y B al fondo.
Crédito:
ESO/M. Kornmesser

Teniendo en cuenta esa cifra, lo lógico es pensar que los alienígenas deben estar viviendo en alguno de esos planetas. Especialmente cuando hacemos cálculos y descubrimos que hay miles de millones de planetas con características similares a la Tierra. La forma más popular de calcular cuantas civilizaciones podrían existir es la llamada Ecuación de Drake, que habitualmente es enfrentada a la Paradoja de Fermi, porque si la galaxia rebosase vida deberíamos poder verla con facilidad.

Lo cierto es que, aunque no sabemos lo suficiente sobre el origen de la vida para afirmarlo, parece una certeza que los extraterrestres deben haberse desarrollado desde esa sopa primordial en otros lugares. Incluso si utilizásemos cifras ridículamente pequeñas, un universo con un diámetro de 93.000 millones de años-luz nos ofrece innumerables oportunidades para que ese proceso que hace que aparezca la vida funcione.

Si la Tierra fuese el único lugar habitado en un lugar tan sumamente vasto y grande, en el que la cifra de planetas es tan grande que es difícil imaginarla, querría decir que algún tipo de influencia externa, ya sea una deidad o la hipótesis de que vivimos en una simulación artificial. Parece mucho más lógico pensar que es más probable que compartamos este amplio cosmos con otras criaturas inteligentes.

Hacen falta muchas coincidencias

Recreación de un atardecer en el exoplaneta Gliese 667Cc. La estrella más cercana es la enana roja Gliese 667 C, en la derecha aparecen Gliese 667 A y Gliese 667 B, las tres forman parte de un sistema solar triple.

Recreación de un atardecer en el exoplaneta Gliese 667Cc. La estrella más cercana es la enana roja Gliese 667 C, en la derecha aparecen Gliese 667 A y Gliese 667 B, las tres forman parte de un sistema solar triple.

Es, precisamente, el enorme tamaño del universo, que hace que la existencia de extraterrestres parezca una certeza, el mismo que impide que podamos establecer contacto con ellos. Volviendo al caso de la semana pasada, y como mencioné en su momento, Seth Shostak (director del Instituto SETI, en California) calculó que si la señal hubiese sido real, los extraterrestres de HD 164595 tendrían que haber consumido toda una estrella para proporcionar la suficiente energía para alcanzarnos, suponiendo que la hubiesen enviado en todas las direcciones. Si el mensaje fue enviado específicamente en nuestra dirección, entonces la energía necesaria sólo sería… la que ha consumido la humanidad en toda su historia.

HD 164595 está a 91 años-luz de distancia de la Tierra. Un cálculo simplista sugiere que los extraterrestres que viviesen allí verían nuestra estrella como sólo una más de las 14.000 que tendrían a la misma distancia (o menos). Pensar que nuestro astro, perfectamente ordinario dentro de la galaxia, o nuestro planeta, que desde la distancia también parecería perfectamente ordinario, es tan especial como para enviarnos un mensaje, cuando tendrían tantas opciones a su disposición, parece un tanto arrogante.

Por si fuese poco, no sólo hay que tener en cuenta que el universo es irracionalmente grande, tiene un tamaño que nos es difícil de comprender; también es extremadamente antiguo. Han pasado casi 14.000 millones de años desde que comenzó su existencia, pero nosotros  sólo hemos sido capaces de comunicarnos con otras estrellas desde hace algo menos de un siglo. No sabemos cuánto tiempo estaremos por aquí (como especie), pero si los alienígenas también se comunican durante un período de tiempo tan breve (en comparación a la edad del universo) es poco probable que les encontremos.

No van a venir a buscarnos

Concepto artístico de una esfera de Dyson. Crédito: Adam Burn

Concepto artístico de una esfera de Dyson, una estructura hipotética que podría ser construida por civilizaciones mucho más avanzadas que la nuestra.
Crédito: Adam Burn

Es cierto que siempre existe esa posibilidad de que interceptemos un mensaje extraterrestre que haya sido enviado por algún motivo (una baliza de emergencia que envía un mensaje de auxilio, por ejemplo). Por eso tiene sentido seguir escuchando el espacio, incluso si la búsqueda de la gente que trabaja en el Instituto SETI (y otros lugares del mundo) puede resultar poco fructífera. Pero en lugar de esperar que nos lleguen mensajes del espacio exterior, o que, directamente, las naves de los extraterrestres aterricen en nuestro planeta, deberíamos aceptar que es muy poco probable que vayan a venir a buscarnos.

En su lugar, la mejor manera que tenemos de confirmar que no estamos solos es por medio de las observaciones que ya estamos realizando, que nos han permitido descubrir miles de exoplanetas (y los que están por venir). En una década, la próxima generación de telescopios masivos nos dejará llegar a examinar las atmósfera de estos mundos distantes, lo que nos permitirá buscar la presencia de moléculas de oxígeno, metano y agua, que podrían apuntar a un origen biológico.

Aun si lo encontrásemos, tampoco sería el momento de echar las campanas al vuelo. La presencia de esos elementos podría tener una explicación geológica, o su concentración podría ser demasiado baja para poder permitir el desarrollo de la vida. Así que, siendo realistas, es posible que necesitásemos otra década más de discusiones en la comunidad científica para poder determinar cuál es la explicación más apropiada.

Sería un descubrimiento muy importante

La Vía Láctea vista desde Arizona. Crédito: David Lane & Robert Gendler

La Vía Láctea vista desde Arizona.
Crédito: David Lane & Robert Gendler

Es posible que, en un futuro relativamente cercano, lo único que podamos llegar a confirmar es que podría haber algún tipo de vida (seguramente microbiana) en las rocas de algún planeta distante. Puede parecer un anuncio simple, de muy poca relevancia, pero estaríamos cometiendo un craso error si nos dejásemos llevar por ese hilo de pensamiento. En realidad, sería un descubrimiento increíble, que transformaría nuestra concepción del origen de la vida, porque tendríamos la confirmación de que el proceso que permitió que nosotros apareciésemos en la Tierra también sucede en otros lugares del universo.

Esperar que un día veamos un ovni gigantesco sobre alguna capital del mundo es algo que no parece que vaya a suceder (salvo en la siempre rica y popular ciencia ficción), al menos no en las próximas décadas (y seguramente ni en los próximos siglos, aunque al ritmo que avanzan las cosas, quién sabe qué conocimientos sobre el universo tendrán los habitantes de este planeta en sólo cien años). No es probable que nos vayamos encontrar con esa vida avanzada, y puede que incluso sea algo bueno, ya que algunos científicos creen que podríamos encontrarnos con alienígenas hostiles. A fin de cuentas, tal y como planteaba el brillante escritor y científico británico Arthur C. Clarke… Existen dos posibilidades: o estamos solos en el Universo, o no lo estamos. Ambas son igual de aterradoras.

Referencias: New Scientist