La misión de la sonda Cassini llegó a su fin el viernes 15 de septiembre de 2017. Fue el broche de oro a una misión memorable. Durante 13 años, ha servido para revolucionar nuestro conocimiento de Saturno y su sistema. Pero la pregunta es inevitable. ¿Y ahora qué? ¿Qué viene después de Cassini?

Los descubrimientos de la sonda Cassini

Concepto artístico de la sonda Cassini entrando en la órbita de Saturno.
Crédito: NASA

La sonda Cassini ha sido una pieza fundamental en la exploración de Saturno y sus satélites. Descubrió que Titán tiene mares de metano. Observó, también, que Encélado emite géiseres de vapor de agua. Nos ayudó a comprender que este satélite podría ser un lugar más propicio para la vida de lo que ya se creía. Los dos satélites son, sin ninguna duda, objetos más que deseables para seguir estudiando en los próximos años.

Pero no son los únicos. Los anillos de Saturno y su lunas pastoras también son objeto de interés. Hasta la llegada de la sonda Cassini, en 2004, el planeta era, casi literalmente, conocido por poco más que por tener unos llamativos anillos. Casi una década y media después, se ha convertido en uno de los lugares más interesantes que explorar y estudiar en el Sistema Solar, y todo se debe a la misión de la sonda Cassini.

Ahora, con esa misión ya finalizada, toca poner la vista en el futuro. Hay varios equipos de investigación que ya están trabajando en planes para volver a Saturno. En estos momentos, hay cinco conceptos sobre la mesa para la misión New Frontiers de la NASA. Es posible que el nombre no te diga mucho, pero es la misma misión en la que se encuadran la sonda New Horizons (que exploró Plutón), la sonda Juno (que se encuentra en la órbita de Júpiter) y OSIRIS-REx, una misión que tienen como objetivo traer muestras de un asteroide.

La atmósfera de Saturno

La sonda Cassini desintegrándose en la atmósfera de Saturno

Concepto artístico de la sonda Cassini desintegrándose en la atmósfera de Saturno.
Crédito: NASA

En su gran final, la sonda Cassini se convirtió, durante unos breves instantes, en la primera sonda atmosférica en adentrarse en Saturno. Una de las misiones propuestas para New Frontiers seguiría por este camino. Permitiéndonos profundizar y expandir las mediciones que hizo la sonda Cassini en sus últimos momentos antes de desintegrarse en la atmósfera del planeta gigante. Sería una misión mucho más específica.

La nave, que se denominaría SPRITE (por las siglas en inglés de Sonda exploradora del interior y la atmósfera de Saturno) se adentraría en la densa atmósfera de Saturno, analizando su composición y su estructura. Aguantaría unos 90 minutos hasta que, finalmente, se desintegraría y ardería. Su destino sería el mismo que el de la sonda Cassini, pero con una diferencia muy notable. Esta última solo aguantó algo más de un minuto, ya que no había sido diseñada con este propósito.

Las mediciones de la estructura interior, y la abundancia de gas noble de Saturno son importantes para poder refinar los modelos de formación del Sistema Solar. También serviría para mejorar nuestra comprensión de cómo pueden ser los exoplanetas y sus sistemas. En definitiva, sería una continuación del legado de Cassini en un área que resulta especialmente intrigante, y que sin duda volveremos a visitar.

El estudio de Titán tras la sonda Cassini

Titán, fotografíado por la sonda Cassini.
Crédito: NASA

La sonda Cassini estudió Titán muy de cerca durante 127 sobrevuelos. Además, la nave llevaba consigo un pequeño aterrizador, llamado Huygens. Se trataba de una pequeña nave, que se posó en la superficie del satélite en enero del año 2005. Se convirtió, de hecho, en la nave más distante en lograr aterrizar con suavidad en un objeto del sistema solar exterior. Sus observaciones, junto a las de la sonda, nos permitieron descubrir este satélite mucho mejor.

Así, sabemos que en Titán hay lluvias de hidrocarburos, que caen del enorme cielo del satélite. Esas lluvias se precipitan en lagos y mares de metano, algunos con un tamaño tan grande como el del Mar Negro en la Tierra. Además, su atmósfera contiene elementos orgánicos complejos. Es decir, los bloques, de carbono, esenciales para la vida tal y como la conocemos. Con el tiempo, descienden desde la atmósfera hasta la superficie del satélite.

Así que es posible que este extraño mundo pueda tener vida. Además, se trataría de una vida muy diferente a la nuestra. En la Tierra necesitamos agua. Pero en Titán no hay agua, hay metano, que ocuparía su lugar. Descubrir vida allí, basada en un elemento diferente al agua, sería importantísimo. Nos haría replantearnos profundamente cómo y cuáles son las posibilidades de que se forme vida en otros lugares de la galaxia (y del universo).

Vida en… ¿los océanos de Titán?

Una de las imágenes de la superficie de Titán tomadas por la sonda Huygens tras su aterrizaje.
Crédito: NASA

Pero por si no fuese suficiente, gracias a la sonda Cassini sabemos que podría haber otro lugar potencialmente habitable, y con vida mucho más similar a la nuestra. Titán podría tener, bajo su superficie, un océano de agua líquida salada. De hecho, la sonda se desintegró sobre la atmósfera de Saturno para garantizar que no pudiese contaminar ni Titán ni Encélado con microbios procedentes de la Tierra.

Una de las misiones propuestas para New Frontiers es Oceanus. Se encargaría de explorar ambos entornos (tanto la atmósfera como bajo la superficie). Lo haría desde la órbita del satélite, realizando diferentes mediciones. De esta manera, podría analizar los compuestos orgánicos de la atmósfera. Además, podría ayudar a los científicos a determinar cuál es el espesor y rigidez de la corteza del satélite, así como descubrir si puede estar enviando calor interno a la superficie.

Oceanus continuaría el legado de la sonda Cassini en los descubrimientos de Titán. Nos permitiría tener una idea mucho mejor de la habitabilidad del satélite. Analizaría el camino que siguen los compuestos orgánicos dentro del ciclo metanológico de Titán. Nos permitiría deducir si existen procesos de intercambio entre la atmósfera, la superficie y el subsuelo del satélite más grande que podemos encontrar alrededor de Saturno.

Explorar Titán desde dentro

Imagen de la atmósfera de Titán en color real.
Crédito: NASA

Hay otra propuesta relacionada con Titán entre las posibles propuestas para New Frontiers. Una de ellas es Titan Dragonfly, que enviaría una sonda para estudiar el satélite desde el aire y desde la superficie. Puede parecer una locura, pero la verdad es que las condiciones de esta luna son tan especiales que lo podría permitir. Allí sería razonablemente fácil hacer que una sonda vuelve. No en vano, su atmósfera es mucho más densa que la nuestra, y Titán solo tiene el 14% de nuestra gravedad.

Es decir, podríamos diseñar una nave que tuviese la capacidad de desplazarse por la superficie y, además, impulsarla a través de la atmósfera del satélite. De esta manera, podríamos recorrer decenas o cientos de kilómetros en el tiempo que durase la misión. Nos posibilitaría estudiar la composición de los compuestos orgánicos de Titán con mucho detalle, observándolos en diferentes lugares.

La idea de Titan Dragonfly es muy interesante. Una nave con la capacidad de explorar lugares muy diversos y definir la habitabilidad del entorno del satélite. Además, investigaría en qué punto se encuentra la química prebiótica del satélite. También podría buscar señales químicas que pudiesen indicar que hay algún tipo de vida, ya sea basada en agua, o basada en hidrocarburos. Es un concepto francamente tentador.

Los géiseres de Encélado

Concepto artístico de Cassini atravesando la pluma de un géiser en Encélado.
Crédito: NASA/JPL-Caltech

Hay otras dos misiones entre las propuestas de New Frontiers que están centradas en Saturno. Más concretamente, en Encélado, su pequeña pero prometedora luna. Gracias a ella hemos podido obtener mucha información interesante. A decir verdad, casi podría decirse que nos ha dejado con la miel en los labios. A mediados de 2017, observamos señales que apuntan a que Encélado podría tener procesos hidrotermales.

Es decir, podría haber una fuente de energía que, junto al océano líquido que existe bajo su superficie congelada, podría ser una mezcla perfecta para permitir el desarrollo de la vida. Las observaciones de sus géiseres fueron muy importantes. Nos ayudaron a comprender que la habitabilidad de los satélites, tan lejos de la zona habitable del Sistema Solar, no es ni mucho menos una quimera. Podría ser muy real.

Dos propuestas con un mismo fin

Imagen de una columna de vapor de un géiser en el polo sur de Encélado.
Crédito: NASA/JPL-Caltech/Space Science Institute

La mejor forma de obtener respuestas sobre el océano de Encélado es analizar sus géiseres. Las dos misiones se centran en este último aspecto. De una de ellas, sabemos poco más que su nombre, Enceladus Life Signatures and Habitability. Parece que está centrada en recoger muestras de las columnas de vapor de agua que emite el satélite. Después, las analizaría en busca de información que nos ayude a comprender mejor su océano.

La otra es ELF (por las siglas en inglés de Buscador de vida en Encélado). Esta nave pasaría repetidamente por las columnas de vapor del satélite, recogiendo y analizando moléculas constantemente. En ellas, buscaría la presencia de compuestos orgánicos complejos, que podrían ser una señal de que existe química prebiótica. O mejor aún, podrían ser señales de que hay vida en el satélite.

La sonda Cassini ya hizo algo de análisis en sus visitas a Encélado, pero ELF estaría mejor equipada. Tendría instrumentos más sensibles que los de su predecesora. A fin de cuentas, no hay que olvidar que, cuando se lanzó la sonda Cassini, no teníamos ni idea de que hubiese géiseres en Encélado. Sus creadores no pusieron ningún tipo de instrumentación para buscar vida. Pero, ¿quién podría culparles?

¿Volará alguna de estas misiones?

Saturno, fotografiado en 2009 por la sonda Cassini.
Crédito: NASA/JPL/Space Science Institute Image

Junto a estas cinco, hay otras siete misiones que forman los 12 candidatos de New Frontiers. Tienen como objetivo la Luna, Venus y hasta un cometa. De todos estos candidatos, se espera que la NASA haga una criba. Se quedará solo con un puñado de finalistas antes del fin de 2017. Después, habrá que esperar hasta algún momento de 2019 para conocer cuál será la misión elegida (y a dónde). Tendrá un presupuesto de 850 millones de dólares, y será lanzada hacia 2025.

Así que de momento es pronto para saber si alguna de estas propuestas llegará a fructificar. Al menos, es una demostración de que el legado de la sonda Cassini no será efímero. Todas estas propuestas ya se empezaron a diseñar antes de que la misión llegase a su fin. Saturno, y su sistema, han atrapado nuestra atención, y sin duda volveremos a visitarla. ¿Cuándo? Eso es más difícil de responder.

Pero como dijo Jim Green, el director de la división de Ciencias Planetarias de la NASA, «los descubrimientos de la sonda Cassini perdurarán durante décadas, y ya nos están tentando a regresar allí». «Entre la misión de las sondas Voyager, que visitaron Saturno en los años 1980 y 1981, y la visita de la sonda Cassini, han pasado 30 años. Creo que esta vez, la espera será mucho más corta». Esperemos que sea así. Porque parece evidente que Saturno y sus lunas todavía tienen mucho que enseñarnos…

Referencias: Space