En Astrobitácora hemos hablado en más de una ocasión de la Escala de Kardashov, esa clasificación en la que podríamos encajar a las civilizaciones más avanzadas que la nuestra (si es que existen) en función de su capacidad de utilizar energía. Sin embargo, puede que la tendencia no sea ésa…

En busca de señales tecnológicas

Concepto artístico de un exoplaneta visto desde su luna. Crédito: IAU/L. Calçada

Concepto artístico de un exoplaneta visto desde su luna.
Crédito: IAU/L. Calçada

Partamos de una base que ya he mencionado en otras ocasiones. Clasificar a las civilizaciones en función de la cantidad de energía que puedan manipular (o necesitar) no es necesariamente lógico. Aunque es el sistema que define la escala de Kardashov, y puede parecer natural, en una sociedad como la nuestra donde cada vez necesitamos más y más energía para sostener a nuestra sociedad, que la única tendencia posible sea ascendente.

Sin embargo, no tiene por qué ser el caso, y esto podría ir en contra de lo que he mencionado alguna vez como objetos estelificados que, entre otras cosas, hacen referencia a cosas tan gigantescas como una esfera de Dyson u otros proyectos de astro-ingeniería a gran escala. O puede que aun con una necesidad menor de energía seamos capaces de detectar las huellas tecnológicas de una hipotética civilización más avanzada que la nuestra.

El desarrollo de nuestra tecnología

Recreación del James Webb Space Telescope. Crédito: NASA

Recreación del telescopio espacial James Webb.
Crédito: NASA

Observemos nuestra propia tecnología y su evolución. Si algo hemos aprendido es que nuestra tendencia es ir hacia lo miniaturización. Tenemos la capacidad de trabajar en una escala microscópica para crear cosas mucho más grande, y nuestra ingeniería en ocasiones podría decirse que casi se vuelve invisible. Sin ir más lejos, es posible que tengas uno smartphone, un teléfono que, quizá, tenga capacidad de reconocimiento de voz. Al hablar, un ordenador minúsculo interpreta tus palabras y te muestra lo que hayas solicitado.

Eso sucede en nuestra escala, en la de una sociedad que no es capaz de realizar viajes a otras estrellas. ¿Qué podría hacer una civilización mucho más avanzada que la nuestra, para la que el viaje interestelar fuese algo común? Las posibilidades son inimaginables, pero hay una que puede llamar nuestra atención poderosamente. Utilizar esa tecnología para garantizar la supervivencia a largo plazo no sólo de esa especie, si no de su propio planeta (algo de mucha actualidad, teniendo en cuenta los preocupantes datos que nos llegan desde el Polo Norte sobre el cambio climático).

Nosotros mismos tenemos los medios, en la actualidad, para analizar nuestro planeta, y tenemos las herramientas para observar otros mundos y comprender qué puede salir mal y bien en la evolución planetaria. Así que a esa pregunta que planteaba le podemos dar una pequeña vuelta de tuerca más: ¿cómo evoluciona una civilización para armonizar su tecnología con el planeta que le dio la vida para convertirse, por decirlo de alguna manera, en una inteligencia planetaria? Y lo que es aun más interesante: ¿cómo podríamos detectar una civilización así con nuestras herramientas?

Otro tipo de firma biológica

Marte terraformado podría tener un aspecto similar a éste. Crédito: Daein Ballard/Wikimedia Commons CC BY-SA 3.0.

Marte terraformado podría tener un aspecto similar a éste.
Crédito: Daein Ballard/Wikimedia Commons CC BY-SA 3.0.

En no mucho tiempo, tendremos medios en el espacio con la capacidad de analizar las atmósferas de exoplanetas, y podremos buscar los tipos de desequilibrios que puedan sugerir la presencia de algún tipo de ciclo de vida. La misma tecnología nos permitirá buscar algo que podríamos llamar firma tecnológica, señales no sólo de vida, si no de una civilización. Una posibilidad a considerar podría ser la terraformación, la adaptación de un planeta para hacerlo habitable por seres vivos.

Podemos plantearnos buscar señales de desequilibrio que sugieran la existencia de tecnología como la nuestra, que produzca contaminación atmosférica, que podría ser analizada con nuestras herramientas. Como no sabemos qué podemos encontrarnos, tiene sentido estudiar las posibles señales de un planeta en transición. Es más, no es una pregunta simplemente retórica, es algo que ya ha sido planteado en algún estudio, como este de un equipo de investigadores, llamado «Detecting industrial pollution in the atmospheres of earth-like exoplanets» (detectando polución industrial en las atmósferas de exoplanetas similares a la Tierra), que fue publicado en la Astrophysical Journal Letters y puede ser consultado en arXiv.

Estos investigadores están interesados en la contaminación antropogénica (es decir, provocada por humanos) como una posible firma tecnológica, un indicador de vida y algún tipo de tecnología. El telescopio espacial James Webb, que será lanzado en octubre de 2018, tendrá la capacidad de detectar el tetrafluorometano y el triclorofluorometano atmosféricos, que son los cloroflorocarbonos más fáciles de detectar de los producidos por las actividades industriales, aunque el estudio plantea hacerlo buscando niveles de contaminación diez veces más intensos que en la Tierra en mundos que orbiten enanas blancas.

Una posibilidad intrigante

Extensión global del hielo marino en los últimos años. La tendencia en 2016 (línea roja) es preocupante. Crédito: Zack Labe/Wipneus

Extensión global del hielo marino en los últimos años. La tendencia en 2016 (línea roja) es preocupante.
Crédito: Zack Labe/Wipneus

Puede sonar completamente descabellado buscar algo así: un mundo sumamente contaminado que orbite alrededor de un remanente estelar. Sin embargo, puede que no sea una completa locura. Sabemos, por nuestra propia experiencia, que si hubiese una civilización viviendo en un entorno tan contaminado, su situación es transitoria. Dicho llanamente, o solucionan sus problemas de contaminación, o tienen que buscar soluciones alternativas como ocultarse bajo la superficie del planeta, o simplemente se extinguen. Todo ese proceso ocurre en una pequeña escala de tiempo, en términos astronómicos.

A fin de cuentas, el tiempo medio de vida del tetrafluorometano es de unos 50.000 años, por lo que no es inimaginable suponer que una civilización alienígena que hubiese industrializado su mundo hace miles de años, pudiese tener la cantidad suficiente de este compuesto en su atmósfera como para poder detectarlo. Si queremos fantasear, incluso podemos plantearnos la posibilidad de que una civilización pueda utilizar moléculas con la capacidad de provocar un calentamiento global para terraformar un planeta que se encuentre en el borde de la zona habitable o para mantenerlo caliente a medida que la enana blanca se va enfriando.

Si optásemos por esta última posibilidad, estaríamos buscando una señal de terraformación. Si nos encontramos con un planeta que tenga un clima extraño, que esté siendo controlado por compuestos atmosféricos que normalmente no encontraríamos, como los clorofluorocarbonos, sabremos que estamos ante algo que merece nuestra atención. Si nos encontramos con un planeta que tiene un albedo (la cantidad de luz que refleja) poco común, o con un patrón de noche y día extraño, podríamos suponer que estamos ante un caso de ingeniería planetaria en el que se está intentando alterar la superficie de ese mundo, y deberíamos centrar nuestra atención en ese hipotético lugar si detectamos que el clima está en un estado que podría proteger o extender una fase evolutiva del envejecimiento de su estrella.

Detectar el tipo de ingeniería global que podría anular, por ejemplo, un efecto invernadero, es algo que deberíamos plantearnos por si algún día lo observamos. No podemos pensar en cómo van a actuar las sociedades alienígenas más avanzadas que la nuestra, pero sí podemos buscar lo que nos parecerían estados planetarios antinaturales, que nos podrían indicar la presencia de algún tipo de influencia externa.

Dicho de otra manera, si queremos buscar vida ahí fuera, es posible que tengamos que dejar a un lado los razonamientos humanos, porque no sabemos nada sobre cómo se podrían comportar los hipotéticos alienígenas que puedan habitar en otros lugares de la Vía Láctea.

Hablando a las estrellas

El mensaje de Arecibo

El mensaje de Arecibo

Como seguramente sepas, en varias ocasiones hemos enviado mensajes a otras estrellas. El ejemplo más célebre y conocido, con diferencia, es el del mensaje de Arecibo, pero no es el único. En 1999 y 2003 se enviaron otros dos mensajes, llamados Cosmic Call 1 Cosmic Call 2. El primero, el de 1999, se envió a cuatro estrellas diferentes, mientras que el segundo, el de 2003, se envió a cinco estrellas similares al Sol a una distancia de entre 30 y 45 años-luz.

Cabe preguntarse si es una buena idea, o no, enviar mensajes de radio teniendo en cuenta que no tenemos ni la más remota idea sobre el tipo de civilizaciones alienígenas que podrían existir. Es cierto que ahora mismo estamos gritando a ciegas, sin saber muy bien quién puede estar escuchándonos, y que puede que nuestros deseos por encontrar a otras criaturas inteligentes se conviertan en arrepentimiento al ver que su naturaleza no es, ni mucho menos, tan bondadosa como podríamos esperar.

Pero precisamente ese hilo de pensamiento también debería invitarnos a preguntarnos por qué las civilizaciones avanzadas podrían querer mantener un perfil bajo y no anunciar su presencia al resto de la galaxia. Por un lado, podemos decir que esas transmisiones son una forma de exploración, y una que es necesaria porque si todas las civilizaciones se limitan a escuchar, nunca habrá un mensaje que recibir.

Quizá haga falta alcanzar un consenso internacional para poder tratar el campo de los mensajes a inteligencias extraterrestres de una manera más razonable. Podemos utilizar como ejemplo el llamado Proceso Asilomar, una serie de acuerdos dentro de la comunidad de investigación del ADN para trabajar en guías para experimentos y procedimientos de contención, prohibiendo experimentos particularmente peligrosos en los que se involucran patógenos muy difíciles de contener.

Esas guías se incorporaron en los laboratorios a medida que el campo de la biotecnología fue creciendo. Fue una forma de autocontrol que les permitió mantener la investigación en activo mientras minimizaban los posibles riesgos asociados a esos procesos. En el caso del envío de mensajes al espacio exterior, es posible que sea necesario desarrollar una serie de procesos similares sobre los que sea posible alcanzar un acuerdo.

Los posibles receptores de un mensaje interestelar

Quizá haya vida extraterrestre con una forma como la de esta recreación artística...

Quizá haya vida extraterrestre con una forma similar a la de esta recreación artística…

No es sorprendente que este tema esté lleno de argumentos y contraargumentos. La realidad es que, para bien o para mal, hay mucho que todavía no conocemos. Es muy sencillo caer en la tentación de utilizar nuestra experiencia humana para generalizar sobre qué podrían hacer los alienígenas. Es algo que sucede muy a menudo, pero… ¿cuál es la probabilidad de que una cultura alienígena nos viese como una posible amenaza? ¿hasta qué punto podemos suponer que una civilización avanzada habrá abandonado la idea de la guerra? ¿es descabellado pensar que una civilización mucho más avanzada que la nuestra, científicamente hablando, tenga también una moral mucho más desarrollada? Es más, ¿podrían sentirse tentados a ayudarnos a elevar a nuestra propia sociedad hasta alcanzar su nivel?

Todas las respuestas que se nos puedan ocurrir para estas preguntas son válidas. Tanto si se parecen al razonamiento que utilizamos como seres humanos, como si tienen una base completamente infundada, por el simple hecho de que no sabemos nada sobre nuestros posibles e hipotéticos receptores. No podemos anticipar sus razonamientos, ni realizar suposiciones de tipo alguno sobre su forma de actuar.

¿Por qué? Porque somos una sociedad que en muchos aspectos todavía está dando sus primeros pasos. Basta poner otros ejemplos a modo de paralelismo. Tenemos mucho que aprender sobre la climatología antes de que podamos, siquiera, plantearnos la posibilidad de terraformar la superficie de la Tierra para revertir los daños que ha provocado nuestra actividad industrial (eso sin entrar en la tecnología necesaria para llevarlo a cabo).

Quizá el gran desafío para encontrar vida inteligente en otros lugares de la galaxia no sea conseguir desentrañar cómo pueden pensar civilizaciones que tengan un nivel de desarrollo social, moral y tecnológico que no podemos ni comenzar a imaginar, si no que, en su lugar, nuestro gran desafío sea comprendernos mejor a nosotros mismos como especie y como sociedad. Alcanzar un acuerdo global, ser capaces de actuar como una única entidad y recordar que no sólo estaremos mandando un mensaje a posibles extraterrestres que pueden escuchar, o no, nuestro mensaje. También se lo estaremos mandando a nuestros descendientes.

A esas futuras generaciones, las que sí sabemos que vendrán (porque por suerte no parece que la humanidad vaya a desaparecer de la faz de este planeta en un futuro cercano) también les estaremos mandando un mensaje. Para poder encontrar formas de vida inteligentes en otros lugares de la Vía Láctea, quizá sea necesario comenzar por el paso más elemental, trabajar  en común con nosotros. No sólo con los que nos rodean, si no con las generaciones que todavía están por llegar, y a las que, dicho sea de paso, les estamos dejando un planeta en unas condiciones realmente complicadas… (especialmente pensando en el cambio climático).

Referencias: Centauri Dreams