La señal Wow! sigue siendo uno de los pocos fenómenos de la astronomía para el que no hemos conseguido encontrar una buena explicación. No sabemos muy bien qué lo produjo, y no se ha vuelto a repetir desde hace casi 40 años. Ahora, hay una hipótesis que podría explicarla y que podremos verificar en un futuro próximo…

La enigmática señal

La señal Wow!, registrada el 15 de agosto de 1977. Crédito: Big Ear Radio Observatory and North American AstroPhysical Observatory (NAAPO)

La señal Wow!, registrada el 15 de agosto de 1977.
Crédito: Big Ear Radio Observatory and North American AstroPhysical Observatory (NAAPO)

La señal Wow! sucedió en agosto de 1977. En aquel momento un radioastrónomo, Jerry Ehman, estaba revisando los datos de observaciones del radio telescopio Big Ear, en Ohio, que habían sido recopilados en la jornada del 15 de agosto. Buscaba señales que destacasen por encima del ruido de fondo del espacio, que pudiesen haber sido emitidas por una civilización alienígena. Como el hidrógeno es el elemento más común en el universo, y emite energía a 1420 megahercios (justo por encima de las bandas de TV y bandas telefónicas), no es descabellado pensar que los alienígenas podrían utilizarlo como el idioma universal del cosmos. Por ese motivo, los científicos se centraron en búsquedas de radio alrededor de esa frecuencia, esperando encontrar señales que se pareciesen a la del hidrógeno.

La mayor parte de las búsquedas de Ehman sólo dieron como resultado ruido de fondo hasta que, en una noche a mediados de agosto, se encontró con una sorpresa. En el gráfico había una columna vertical con la secuencia alfanumérica 6EQUJ5. Aunque podría parecer una cadena de caracteres sin sentido, en realidad estaba indicando la presencia de una señal muy fuerte en la frecuencia del hidrógeno. Tal y como habían predicho aquellos que elucubraban sobre cómo se podría comunicar una civilización alienígena.

El telescopio Big Ear recogió la señal desde una estrella relativamente cercana al Sol, de quinta magnitud, conocida como Chi-1 Sagittarii, no demasiado lejos del cúmulo globular Messier 55. Descolocado por el hallazgo, Ehman cogió un bolígrafo rojo, rodeó la secuencia y escribió «Wow!» en el margen del papel en letras grandes. Desde entonces, la conocemos como la señal Wow! (en todo un ejercicio de portentosa imaginación) y está considerada una de las pocas señales del espacio que desafía a todas las explicaciones.

Desentrañando el código de la señal Wow!

Esta imagen muestra la página impresa del ordenador, íntegramente, que contiene la señal Wow! Crédito: Big Ear Radio Observatory and North American AstroPhysical Observatory (NAAPO)

Esta imagen muestra la página impresa del ordenador, íntegramente, que contiene la señal Wow!
Crédito: Big Ear Radio Observatory and North American AstroPhysical Observatory (NAAPO)

Cada dígito del gráfico corresponde a una señal de intensidad de 0 a 35. Cualquier valor por encima de 9 se representa por una letra de la A a la Z. Seguramente fue la U la que más sorprendió al científico, porque indicaba una ráfaga de radio 30 veces más intensa que el ruido de fondo del espacio. En los 35 años en los que funcionó el radiotelescopio Big Ear, fue la señal más intensa, e inexplicable, que llegó a registrar.

El radiotelescopio la captó durante 72 segundos, antes de que la rotación de la Tierra alejase la ubicación de la señal de la recepción de una de las antena. Como la instalación tenía dos, se esperaba que esa transmisión fuese captada otra vez, tres minutos después, en la segunda, pero no sucedió. Aquella enigmática señal sólo fue captada una única vez. Lo que quiera que la produjo no siguió emitiéndola tan sólo tres minutos después. A pesar de las observaciones posteriores (se hicieron más de 100 estudios de esa región del cielo), nunca se volvió a detectar la señal ni nada que se le pareciese.

Su posible origen

El radiotelescopio Big Ear, en el terreno de la Universidad de Wesleyan, en Ohio, funcionó desde 1963 a 1998. Crédito: Bigear.org / NAAPO

El radiotelescopio Big Ear, en el terreno de la Universidad de Wesleyan, en Ohio, funcionó desde 1963 a 1998.
Crédito: Bigear.org / NAAPO

Un estudio muy cuidadoso nos permitió eliminar factores relacionados con nuestro planeta, como la posible presencia de aviones o satélites. Nadie podía transmitir en la banda de 1420 Mhz porque estaba dentro del espectro de radio protegido, utilizado por astrónomos y prohibido a los retransmisores. Por la naturaleza de la señal, todo apuntaba a algún lugar más allá de nuestro planeta. Pero era difícil, si no imposible, determinar de qué lugar procedía exactamente.

Suponiendo que realmente se tratase de un contacto alienígena, ¿por qué se hubiesen contentado con intentarlo sólo una vez y durante un intervalo de tiempo tan breve? Incluso Ehman dudó (y todavía duda) de que el origen sea una posible inteligencia extraterrestre, pero tampoco hemos conseguido atribuirle algún otro origen que lo explique de manera satisfactoria… (entre muchas teorías se llegó a sugerir que podía ser el resultado de algún microondas defectuoso, cosa que finalmente fue desechada).

Ahora, una sugerencia hecha por el profesor Antonio Paris, de la Universidad de St Petersburg en Florida, puede darnos la respuesta a un misterio que perdura desde hace casi 4 décadas. Tras analizar diversas bases astronómicas, este profesor descubrió que dos cometas tenues, 266P/Christensen y 335P/Gibbs, descubiertos durante la última década, se habían encontrado en la zona de la señal Wow! el 15 de agosto de 1977.

El papel de los cometas

Esta imagen muestra al cometa Hale-Bopp (que se acercó al Sol en 1997) en luz ultravioleta. La nube de hidrógeno es muchísimo más grande que la cola visible del cometa (que se muestra en la imagen incrustada en el centro). Tenía un tamaño 70 veces más ancho que el Sol (representado a escala con un circulo amarillo). Crédito: SOHO (ESA y NASA) y SWAN Consortium / Crédito imagen incrusada: Dennis di Cicco

Esta imagen muestra al cometa Hale-Bopp (que se acercó al Sol en 1997) en luz ultravioleta. La nube de hidrógeno es muchísimo más grande que la cola visible del cometa (que se muestra en la imagen incrustada en el centro). Tenía un tamaño 70 veces más ancho que el Sol (representado a escala con un circulo amarillo).
Crédito: SOHO (ESA y NASA) y SWAN Consortium / Crédito imagen incrusada: Dennis di Cicco

Quizá recuerdes las lecciones de astronomía sobre cometas (¡o quizá incluso las estés haciendo ahora mismo!). A grandes rasgos, un cometa se compone de la cabellera y una o dos colas de material que va dejando tras de sí a medida que su órbita lo lleva alrededor del Sol. Aunque es invisible a los telescopios ubicados en nuestro planeta, los que se encuentran en órbita pueden analizar la luz ultravioleta de la cabellera y ver que está rodeada por una nube de hidrógeno neutral. A medida que la superficie del cometa se calienta el hielo se evapora de su núcleo. Ese tipo de energía de nuestra estrella es capaz de romper las moléculas de H20 y descomponerlas en H2 y O. El H2 forma una corona gigantesca que puede expandirse a muchas veces el tamaño del Sol.

Paris publicó un estudio a principios de este año, en el que exploraba la posibilidad de que ese envoltorio de hidrógeno, de uno o de ambos cometas, fuese responsable de esa señal tan intensa que fue captada en la banda de 1420 Mhz por el radiotelescopio. A priori podría parecer que tiene sentido, pero no todos los astrónomos están de acuerdo. Por un lado, si los cometas son tan brillantes en radio al analizar la banda de hidrógeno, ¿por qué no los captamos mucho más a menudo? No sucede. Por otro lado, algunos astrónomos dudan de que las señales de esos cometas fuesen lo suficientemente intensas como para ser captadas por las instalaciones.

Tanto 266P como 335P, en el momento de la señal, se encontraban a unas 5 UA del Sol (más o menos a la distancia de Júpiter) y eran extremadamente tenues, con magnitudes de 22 y 27 respectivamente. A esa distancia, ¿estaban lo suficientemente activos como para poder llegar a formar nubes tan grandes que pudiesen ser detectadas por las antenas de Big Ear?

Se podrá comprobar en el futuro

El cielo en aquella noche del 15 de agosto de 1977. La ubicación de los cometas 266P y 335P sería muy cercana a la región del cielo en la que se originó la señal. Diagrama: Bob King, Fuente: Stellarium

El cielo en aquella noche del 15 de agosto de 1977. La ubicación de los cometas 266P y 335P sería muy cercana a la región del cielo en la que se originó la señal.
Diagrama: Bob King, Fuente: Stellarium

La única forma de comprobar si es así es observarlo. El cometa 266P pasará por la misma zona el próximo 25 de enero de 2017, mientras que 335P lo hará el 7 de enero de 2018. Por desgracia, el científico no puede utilizar ninguno de los radiotelescopios existentes, porque todos están ocupados, así que ha comenzado una campaña para comprar e instalar un radio telescopio, de 3 metros, con el que rastrear y analizar el espectro de estos dos cometas.

Es posible que, al final, la señal Wow! sólo sea el resultado de un cometa. Si es así, le daremos carpetazo a un enigma con una respuesta que, seguramente, no será demasiado interesante pero que, sin duda alguna, nos serviría para poder tener respuestas y plantear nuevas preguntas… Si es que está en lo cierto. Si no es así, quién sabe cuántos años podrían pasar hasta que por fin logremos descubrir qué hizo que aquella noche del 15 de agosto de 1977, un astrónomo, extrañado y sorprendido, escribiese «Wow!» en el margen de un papel con dígitos ininteligibles…

Referencias: Universe Today