Estos días se está hablando mucho de Marte. Hay varios proyectos que aspiran a enviar humanos allí hacia el año 2030, así como misiones de exploración (como la del rover Curiosity) que ya llevan un tiempo en el planeta rojo enviándonos información muy útil sobre nuestro planeta vecino. Pero… ¿estamos avanzando con la exploración de Marte, y nuestra intención de enviar humanos allí, a la misma velocidad que lo hicimos con el programa Apolo para enviar astronautas a la Luna?

La respuesta simple: No.

La tripulación del Apolo 11: Neil Armstrong, Michael Collins y Buzz Aldrin

La tripulación del Apolo 11: Neil Armstrong, Michael Collins y Buzz Aldrin

El problema de la exploración de Marte no es sólo científico (sí, desde luego hay que solucionar unos cuantos desafíos antes de poder enviar astronautas allí con garantías) si no político. El programa Apolo llegó a recibir hasta un 4,41% del presupuesto federal de Estados Unidos para enviar astronautas a la Luna, y se llevó a cabo en tan sólo ocho años. Es imposible negar que uno de los grandes motivos que hizo que se ejecutase tan rápido fue la guerra fría con la Unión Soviética y el deseo de los americanos de llegar allí primero, pero proporcionalmente, hoy en día se están dedicando muchos menos recursos a la exploración espacial. La NASA, a día de hoy, sólo dispone de un 0,5% del presupuesto federal, muy lejos de ese casi 4,5%.

La NASA llegó a disponer de 43.554 millones de presupuesto anual durante la década de los 60

Esos 43.554 millones son la cantidad ajustada a la inflación actual (es decir, al valor que tenía el dólar en 2014), que la agencia estadounidense recibió en el año 1966. A día de hoy, el presupuesto anual de la NASA oscila en torno a los 17.000 millones de dólares, del presupuesto federal total del país (es decir, la inversión es sensiblemente menor a la que se realizó en aquellos años). Y no hay planes, a menos a corto plazo, de aumentar esa cantidad de dinero.

El presupuesto anual de la NASA, como % del presupuesto federal.

El presupuesto anual de la NASA, como % del presupuesto federal.

La NASA necesita planes a largo plazo, pero a los políticos les interesa el corto plazo

Los planes de la NASA se mueven en una escala de tiempo muy superior a los cuatro años que duran los períodos presidenciales de Estados Unidos. Esto provoca que, cada cuatro años, tengan que justificar ante los políticos por qué deberían seguir financiando sus proyectos. En 2001, el programa VentureStar (un intento de desarrollar una nueva nave que abaratase y simplificase el coste que implicaba usar los transbordadores STS) fue cancelado tras 5 años de investigación y después de que se invirtiesen 1.500 millones en el proyecto (y es lo que hace que hoy en día también dependan de Rusia para poder enviar a sus astronautas a la Estación Espacial Internacional).

En el caso de Marte, los planes actuales de la NASA implican misiones que no tendrán lugar hasta dentro de 10, 15 o 20 años, lo que deja mucho tiempo (y oportunidades) para que el próximo presidente de la nación decida que, simplemente, no vale la pena invertir esfuerzos en la exploración del planeta rojo.

El programa Apolo es considerado uno de los grandes logros tecnológicos de la Humanidad

El programa estadounidense fue un estimulante de muchas áreas de tecnología, entre otras, por ejemplo, el diseño del ordenador de vuelo usando en los módulos de mando y lunares, junto a otros sistemas, son los precursores de los circuitos integrados que se usan hoy en día en la tecnología.

El módulo lunar de Apolo 11 ascendiendo después de haber aterrizado en la Luna.

El módulo lunar de Apolo 11 ascendiendo después de haber aterrizado en la Luna.

La exploración a Marte, sin duda, también traerá grandes avances a la tecnología, y a nuestra comprensión del funcionamiento del cuerpo humano (algo imperativo si queremos que los astronautas que viajen a Marte estén protegidos de los peligrosos rayos cósmicos del espacio profundo, que aumenta la posibilidad de que sufran cáncer a lo largo de sus vidas, sólo por nombrar uno de los muchos riesgos). Esos avances, sin embargo, tardarán algún tiempo en llegar a gran parte de nuestra sociedad.

El camino para llegar a Marte es muy complejo

En el año 2004, George W. Bush anunció el proyecto Constelación: un plan para enviar humanos a la Luna en el año 2020, y a Marte algunos años después. En este plan se incluía una nueva cápsula (Orión) y un nuevo sistema de lanzamiento de cohetes (denominado Ares). Sin embargo, el programa siempre estuvo corto de presupuesto, y fue, finalmente, cancelado por Barack Obama en el año 2010.

No lo pudo cancelar por completo, ya que los proyectos Ares y Orión estaban proporcionando miles de puestos de trabajo en el Centro Espacial Kennedy en Florida, y en otros lugares, lo que eventualmente ha llevado a la nasa a diseñar un nuevo sistema de cohetes (llamado SLS) para reemplazar Ares.

Obama, poco después de cepillarse el proyecto Constelación.

Obama, poco después de cepillarse el proyecto Constelación.

¿El problema? No había ninguna misión para el sistema SLS. El propio Obama llevar astronautas a un asteroide en la década de los 20, como paso previo a llegar a Marte (manteniendo la nueva cápsula Orión como parte del proyecto).

Sin embargo, llevar a los astronautas a un asteroide es increíblemente complejo, así que la NASA añadió un nuevo paso intermedio, la misión ARM (por sus siglas en inglés), por la que se pretende atraer un asteroide a la órbita de la Luna, y en su lugar enviar a los astronautas allí.

Pero hasta en este aspecto, la agencia espacial lleva mucho retraso. Su intención era tener una misión tripulada en el asteroide capturado allá por el año 2025, pero todavía no han indicado ni qué asteroide, ni cómo sería el diseño de la sonda que se utilizaría para atraer primero el asteroide a la órbita lunar, ni el calendario de esta misión.

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Concepto artístico del rover Curiosity en Marte.

Muchos políticos americanos no consideran que la misión del asteroide sea una parte lógica del proceso de ir a Marte, y preferirían, sin embargo, volver al plan de Bush de ir a la Luna primero. No están del todo desencaminados, ya que existen dudas sobre la necesidad o interés de atraer un asteroide, cuando se podría hacer lo mismo en nuestro satélite a un coste más reducido.

¿Es imposible que lleguemos a Marte?

Todo esto no quiere decir que llegar a Marte sea imposible. Hay quién cree que la NASA liquidará la misión ARM en algún momento de manera silenciosa y optará por una misión más barata que les ayude a desarrollar la tecnología necesaria para llegar a Marte. Una alternativa es utilizar el SLS y Orión para poner a los astronautas en órbita alrededor de la Luna y desarrollar un módulo que permita la habitabilidad durante un largo período de tiempo.

También puede que entren en juego algunas compañías privadas que colaboren con la NASA para enviar misiones más allá de la órbita baja de la Tierra (en la que se encuentra la Estación Espacial Internacional). SpaceX ha hecho progresos más que destacables para llevar mercancía a la EEI, y tanto ellos como Boeing aspiran a transportar a los astronautas allí en la década de 2020. En ese sentido, ambas empresas están demostrando ser capaces de avanzar más rápido que la NASA (probablemente por no tener que enfrentarse a los políticos que cada 4 años intentan discernir si vale la pena seguir invirtiendo dinero del erario público en sus proyectos).

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Concepto de una posible base en Marte

¿Llegaremos a Marte algún día? Sin duda alguna. Está por ver si será en la década de los 30, o mucho más tarde. Pero, si aspiramos a viajar a las estrellas algún día, es imperativo que seamos capaces de abandonar nuestro planeta y llevar astronautas a otro lugar, y ese lugar será, sin duda alguna, el planeta rojo.

¿Hubiéramos avanzado más rápido en este objetivo si hubiese una carrera espacial como la sucedida en los años 60 por llegar a la Luna? Probablemente sí, pero es una mera elucubración personal. En cualquier caso, es evidente que el programa Apolo fue mucho más rápido y sus progresos han sido más que evidentes en la sociedad de nuestros días, pero la situación política (y quizá la conciencia social también) eran muy diferentes a la de nuestros días.