La basura espacial es un serio problema. Aunque no la vemos desde la superficie, alrededor de nuestro planeta hay una nube de material que presenta muchos riesgos para futuras misiones, y que sólo irá a peor si no hacemos algo por remediarlo…

Una amenaza constante

Las explosiones de cohetes son una de las diferentes fuentes de basura espacial.
Crédito: ESA

La basura espacial es, simplemente, el resultado de décadas de lanzamientos espaciales. Está compuesta por satélites, partes de cohetes que sólo fueron usadas para impulsar la nave, así como otros componentes. Con el paso del tiempo, en órbita, estos objetos han ido chocando entre sí. Eso ha provocado que las piezas se desintegren y se fragmenten en muchas otras piezas, que han hecho que la cantidad de basura espacial sea cada vez mayor.

Es una situación muy seria. Todos estos restos son una amenaza para los satélites que tenemos en órbita. También suponen un peligro para las misiones orbitales a largo plazo, como la Estación Espacial Internacional. Para futuros lanzamientos, también será un problema. El Centro Europeo de Operaciones Espaciales ha publicado sus cifras sobre la basura espacial, y todo indica que las cosas están yendo a peor.

Así que utilicemos números para poner en perspectiva la situación. La era espacial comenzó el 4 de octubre de 1957, con el lanzamiento del satélite soviético Sputnik 1. Desde entonces, se han realizado 5250 lanzamiento. De todas las misiones que se han llevado a cabo desde entonces, 23.000 permanecen en órbita, pero tan sólo 1.200 siguen operativas. Es decir, ni siquiera el 10% de las misiones está en funcionamiento.

¿De qué está formada la basura espacial?

En mayo de 2016, un pequeño fragmento de basura espacial provocó esto. Es un impacto de 7 milímetros de diámetro en el cristal de la Cúpula; uno de los módulos de la Estación Espacial Internacional.
Crédito: ESA/NASA/Tim Peake

Pero esa cifra no es más que el 6% del total de objetos en órbita. Hay un 38% que corresponde a satélites que ya no están en funcionamiento, fases de lanzamiento de cohetes que están en órbita, y objetos pertenecientes a diferentes misiones (piezas especiales usadas en el lanzamiento, cubiertas, etcétera). En total, el 94% de los objetos que hay en órbita alrededor de la Tierra son, sencillamente, basura espacial. Es el término que utilizamos para referirnos a todo aquello que no tiene ningún propósito útil.

El 64% de estos objetos procede de roturas, explosiones y colisiones de satélites, o fases de cohetes, que han ido sucediendo a lo largo de las décadas. Además, hay evidencia de que existe una cantidad de fragmentos aun mayor que no podemos rastrear. En este momento es cuando es necesario recurrir a las cifras de la Agencia Espacial Europea para comprender la magnitud de la situación.

Según diferentes modelos estadísticos, hay unos 166 millones de objetos en órbita que tienen un diámetro de 1 milímetro a 1 centímetro. Hay otros 750.000 objetos que van desde 1 a 10 centímetros de diámetro. Así como unos 29.000 objetos que tienen un tamaño superior a 10 centímetro. La Agencia Espacial Europea, y otras agencias espaciales alrededor del mundo, se encargan de vigilar alrededor de 42.000 de los más grandes.

Toneladas de basura

La Estación Espacial Internacional, fotografiada el 23 de mayo de 2010 desde el Space Shuttle Atlantis.

Así que, en total, la masa de todos los objetos que están dando vueltas alrededor de la Tierra es de unas 7.500 toneladas. Entre todos estos fragmentos de basura espacial, se han dado unas 290 roturas, explosiones y colisiones. Eso ha provocado que los objetos más grandes se hayan fragmentado en trozos mucho más pequeños. El tamaño, por desgracia, no quiere decir que se conviertan en objetos seguros o que no sean preocupantes, por la velocidad orbital a la que se mueven.

Para que nos entendamos, la basura espacial puede alcanzar una velocidad de hasta 56.000 km/h por la rotación de nuestro planeta. A esta velocidad todo se convierte en una seria amenaza. Un fragmento de tan solo 1 centímetro de tamaño tiene la capacidad de dañar y dejar inoperativa a una nave o satélite. Una colisión con un fragmento que tenga más de 10 centímetros de diámetro podría provocar roturas catastróficas, que liberarían aun más fragmentos y podrían provocar más colisiones en el futuro. Es lo que conocemos como el Síndrome de Kessler.

Llegados a este punto, es posible que te hayas dado cuenta de que hace falta atajar el problema. Si no hacemos nada, sólo se convertirá en una situación mucho peor. Por suerte, las agencias espaciales están al corriente de esta amenaza. De hecho, están trabajando en medidas para poder mitigar la amenaza que supone toda esa basura espacial. Algunas de las propuestas incluyen reducir la masa de objetos en las regiones de más densidad. Diseñar naves con tecnología de reentrada segura también ayudaría. Ambas servirían para reducir el aumento de basura espacial.

Retirar la basura espacial activamente

Esta imagen es una pequeña animación. Pulsa en ella para ver cómo cambiaría el entorno de basura espacial si se toman las medidas adecuadas.
Crédito: ESA

Otra propuesta, quizá más interesante, es la de eliminar la basura espacial de forma activa. Ya se han planteado algunas ideas sobre cómo lograrlo. Desde láseres en el espacio, que podrían despejar la órbita de la Estación Espacial Internacional, a naves que sean capaces de sujetar esa basura espacial y enviarla de vuelta a la atmósfera de la Tierra (donde se desintegraría de manera segura).

Puede que te preguntes por qué debería preocupar esto a la mayoría de la población. Tarde o temprano, la órbita baja de la Tierra será una zona que comercialicemos. Diferentes empresas trabajarán en ella (ya sea para ofrecer una plataforma de investigación o para tener, por ejemplo, hoteles espaciales). Los científicos ya están pensando en formas de despejar el camino al espacio. A fin de cuentas, no es difícil imaginar situaciones catastróficas.

¿Qué pasaría si una misión a Marte, por ejemplo, fracasase por colisionar con basura espacial justo después de su lanzamiento? Sería un varapalo, especialmente si se tratase de una misión tripulada. Además, no hay que olvidar que tenemos astronautas en la Estación Espacial Internacional de manera permanente. Seguro que todos, en general, apreciarían que la órbita baja de nuestro planeta sea lo más segura posible..

Referencias: Universe Today