Poco a poco la presencia del ser humano en el espacio se va ampliando. El problema es que no todo es tan idílico como podemos querer pensar. A fin de cuentas, en la órbita de nuestro planeta hay satélites que se utilizan con fines militares. Pero… ¿cómo podemos evitar un conflicto más allá de nuestro planeta?

Nota: Este artículo es una traducción del original encontrado en The Conversation, y cuyo enlace puedes encontrar al final. Está escrito por tres personas especializadas en diferentes aplicaciones de la ley (leyes internacionales, y leyes en el aire y el espacio).

El espacio exterior

Ilustración de una guerra espacial. Crédito: Shutterstock/Rustam Zagidullin

Ilustración de una guerra espacial.
Crédito: Shutterstock/Rustam Zagidullin

Cuando el 4 de octubre de 1957 se lanzó el primer satélite artificial del mundo, el Sputnik I, marcó la necesidad de regulación legal para la exploración y uso del espacio exterior. Desde ese momento, la legislación internacional se ha desarrollado para facilitar el uso de tecnologías tales como telecomunicaciones por satélite, sistemas de posicionamiento global (más popularmente conocido como GPS), tecnología de teledetección para la predicción del tiempo y gestión de desastres, así como retransmisión de televisión por satélite.

En ese sentido, es innegable que la regulación espacial ha jugado un papel muy positivo para permitir, sin restricciones excesivas, el desarrollo de tecnología relacionada con el espacio. Al mismo tiempo, sin embargo, esta legislación no ha evitado el desarrollo de tecnología militar capaz de utilizar el espacio exterior. Hay algunas restricciones, pero fueron especificadas en los tratados de ley espacial en términos bastante generales y abiertos a la interpretación sobre qué, y qué no, está prohibido. No debería ser sorprendente. El desarrollo de la tecnología relacionada con el espacio ha estado íntimamente ligado con la fuerza militar, tanto en la realidad como para influenciar la percepción de otros sobre la nación de turno.

Hija de la Guerra Fría

Una réplica del satélite Sputnik 1. Crédito: NSSDC, NASA

Una réplica del satélite Sputnik 1.
Crédito: NSSDC, NASA

La carrera espacial surgió en uno de los momentos más álgidos de la Guerra Fría, cuando tanto los Estados Unidos como la Unión Soviética intentaban mostrar su fortaleza tecnológica a sus oponentes. Las primeras etapas de la actividad espacial coincidieron con un periodo de una tensión considerable. La posibilidad de un conflicto militar, a gran escala y potencialmente destructivo, entre ambas superpotencias era un fantasma permanente en la mente de la sociedad de la época.

El lanzamiento del satélite Sputnik generó malestar en occidente porque la tecnología utilizada era muy similar a la que se usaba para los misiles balísticos (cuyo funcionamiento se apoya, principalmente, en la propia influencia de la gravedad). Era crucial que la comunidad internacional tomase las medidas adecuadas para regular esta nueva frontera y evitar que la construcción de armas y el conflicto armado se extendiese al espacio.

Esas obligaciones y restricciones fueron acordadas y escritas en cinco tratados espaciales de las Naciones Unidas. Se centraba, en parte, en algunos aspectos específicos del ámbito militar y del armamento en las actividades espaciales. Cada año, desde principios de los 80, Naciones Unidas ha publicado una resolución sobre la Prevención de una Carrera Armamentística en el Espacio Exterior (ésta es la del año 2015).

Pero estas iniciativas no eran ni lo suficientemente claras, ni lo suficientemente extensas como para cubrir todos esos retos. Se prohibió el despliegue de armas de destrucción masiva en la órbita de la Tierra, pero no se hizo extensivo a otros tipos de armas y sistemas militares.

El espacio exterior como un lugar pacífico

Concepto artístico de una base lunar. Crédito: Science Photo Library

Concepto artístico de una base lunar.
Crédito: Science Photo Library

Ya allá por 1967, las Naciones Unidas reconocieron «el interés común de toda la humanidad en el progreso de la exploración y uso del espacio exterior con propósitos pacíficos». También declaraba que la luna y otros objetos celestes deben ser explorados y utilizados «exclusivamente para fines pacíficos». La mayor parte de expertos en leyes espaciales interpretaría esto como una prohibición de actividades militares en el espacio, pero no fue seguido por aquellos que tenían la capacidad de llegar al espacio.

Ahora es evidente que el espacio ha sido utilizado con fines militares casi desde el principio de la era espacial. Algunos de esos fines podrían ser clasificados como actividades militares pasivas en el espacio exterior. En eso se incluye la prestación de apoyo a las comunicaciones, imágenes y asistencia en la ubicación a través de la tecnología por satélite. Cada vez más países están utilizando la tecnología espacial como parte de una participación activa en el transcurso de un conflicto armado en tierra, mar o aire y en el contexto terrestre. El uso de sistemas de misiles guiados por satélites GPS es algo habitual en los conflictos modernos.

Lo que quizá resulte aun más preocupante es que las recientes tendencias en desarrollo tecnológico han remarcado que existen graves amenazas para la seguridad global en el espacio exterior, la llamada última frontera. Es el producto del valor estratégico que tiene y la dependencia militar de los recursos en el espacio para poder operar. Todas las potencias espaciales están trabajando para desarrollar sistemas de armamentos basados en el espacio y algunos incluso han llegado a sugerir que una guerra espacial podría ser inevitable.

El proyecto MILAMOS

Concepto artístico de una base en Marte. En este caso, la zona de horticultura está bajo tierra. Crédito: NASA Ames Research Center

Concepto artístico de una base en Marte.
Crédito: NASA Ames Research Center

La ley de conflicto armado es una de las principales fuentes de contención en las operaciones militares que tienen lugar en la Tierra. Sin embargo, apenas hay referencias al espacio exterior en muchos de los tratados que componen esa ley. Hasta el momento, los intentos de llegar a un acuerdo para evitar el uso militar del espacio exterior, o para proteger y garantizar su seguridad, han fracasado.

Es posible que ahora sea una prioridad urgente llegar a un acuerdo y aclaración de las limitaciones que impone la ley en el uso militar del espacio exterior. Con ese objetivo en mente, un grupo de 40 expertos internacionales se van a embarcar en un proyecto que tendrá tres años de duración y que se plasmará en el Manual sobre Ley Internacional Aplicable a Usos Militares del Espacio Exterior (MILAMOS, por las siglas del nombre en inglés).

Este grupo incluirá a abogados, científicos, diplomáticos, así como personal militar y técnico. La visión el proyecto MILAMOS es garantizar que las actividades espaciales se llevan a cabo de acuerdo con la ley. Esto requerirá la consideración de las leyes internacionales existentes sobre el espacio exterior, y también involucrará la integración de la ley internacional humanitaria y las leyes que prohíben el uso de la fuerza.

El objetivo del proyecto MILAMOS, según algunas de las personas que participarán en él, no es olvidar la guerra en el espacio exterior. Al contrario, buscará evitar y prevenir el conflicto armado para minimizar el devastador impacto que la tecnología espacial y las operaciones militares podrían tener en el uso pacífico, a largo plazo, del espacio exterior. Pero la auténtica pregunta, que no se llega a plantear en el artículo original que he traducido es… ¿cuantas generaciones serán necesarias, y cuantos avances faltan en nuestra sociedad, para que dejemos de matarnos mutuamente?

Fuente: The Conversation