No hay ningún objeto fabricado por los seres humanos que haya llegado más lejos de nuestro planeta que las sondas Voyager. Ya sabíamos, a grandes rasgos, cuál es el camino que van a recorrer, y el telescopio Hubble nos puede dar más información sobre qué se van a encontrar…

Los objetos más lejanos

En este concepto artístico, la sonda Voyager 1 observa el Sistema Solar a vista de pájaro. Los círculos representan las órbitas de los planetas gigantes.  Crédito: NASA, ESA, y J. Zachary y S. Redfield (Wesleyan University); Crédito de la ilustración artística: NASA, ESA, y G. Bacon (STScI).

En este concepto artístico, la sonda Voyager 1 observa el Sistema Solar a vista de pájaro. Los círculos representan las órbitas de los planetas gigantes.
Crédito: NASA, ESA, y J. Zachary y S. Redfield (Wesleyan University); Crédito de la ilustración artística: NASA, ESA, y G. Bacon (STScI).

La sonda Voyager 1 está a unos 21.000 millones de kilómetros de la Tierra. En unos 40.000 años, calculamos que pasará a 1,6 años-luz de distancia de la estrella Gliese 445. Es una enana roja que ahora mismo se encuentra a unos 17,6 años-luz del Sistema Solar, y que se está aproximando hacia nosotros. De hecho, cuando la sonda Voyager 1 se encuentre con ella, estará a sólo 3,45 años-luz del Sol (Próxima Centauri, la estrella más cercana en la actualidad, está a 4,24), y 3.000 años después, se producirá el momento de máximo acercamiento, cuando estará a sólo 3,28 años-luz, antes de volver a alejarse. Curiosamente, a pesar de esa cercanía, no será posible observarla a simple vista porque su brillo no es lo suficientemente intenso.

Por su parte, la sonda Voyager 2 se encuentra a 17.000 millones de kilómetros de la Tierra. También, en unos 40.000 años, se acercará a 1,7 años-luz de distancia de la estrella Ross 248. También se trata de una enana roja, que ahora mismo se encuentra a 10,3 años-luz del Sistema Solar y que se aproxima hacia nosotros. En 37.000 años, estará a sólo 3,03 años-luz de distancia, antes de volver a alejarse de nuevo.

Con el paso del tiempo, las dos sondas están perdiendo la capacidad de transmitir datos. Aproximadamente, en una década se volverán silenciosas. En ese momento, por cierto, algunos han planteado que se les envíe un último comando para quemar el combustible que les queda. Es algo que ya propuso Carl Sagan, y que sería un gesto simbólico que permitiría acelerar el trayecto hacia las estrellas y podría aumentar, aunque sea mínimamente, la posibilidad de que puedan ser interceptadas en un futuro muy lejano por alguna civilización inteligente.

Todavía en servicio

La sonda Voyager 1. Crédito: NASA

La sonda Voyager 1.
Crédito: NASA

Mientras tanto, tenemos dos sondas que siguen siendo útiles en las afueras del Sistema Solar, recopilando datos sobre el material interestelar, los campos magnéticos y los impactos con rayos cósmicos; lo que nos permite comprender cómo es el medio interestelar local. Es información muy importante porque esperamos tener, algún día, muchas sondas operando en el espacio interestelar y en lugares más lejanos. Viajar más allá de nuestro vecindario cósmico nos obligará a conocer la naturaleza del medio en el que se moverán nuestras naves.

Incluso cuando se queden sin energía eléctrica y dejen de enviar datos los astrónomos podrán seguir utilizando las observaciones del telescopio Hubble para comprender el entorno en el que se estarán moviendo. Ambas portan un disco de oro que contiene información sobre nuestra especie, nuestro planeta y nuestro Sistema Solar.

Un análisis preliminar de las observaciones nos revela que el entorno interestelar en el que se están moviendo es muy rico y complejo, conteniendo varias nubes de hidrógeno enlazadas con otros elementos. Los datos del Hubble, en combinación con la información recogida por las Voyager también nos permite comprender mejor cómo viaja nuestra propia estrella a través de ese medio interestelar.

Todo esto nos ofrece una gran oportunidad para comparar las mediciones del entorno espacial, realizadas por las sondas, con las mediciones hechas por el telescopio. Las Voyager están analizando regiones diminutas a medida que viajan a unos 61.000  kilómetros por hora, pero no sabemos si estas pequeñas regiones son típicas o raras. Las observaciones del telescopio, por su parte, nos permiten observar el conjunto, y poner en contexto qué está atravesando cada sonda.

Comprendiendo el medio interestelar

En esta ilustración se muestra la linea de visión del telescopio Hubble en la dirección de las sondas Voyager 1 y 2. Crédito: NASA, ESA, y Z. Levy (STScI).

En esta ilustración se muestra la linea de visión del telescopio Hubble en la dirección de las sondas Voyager 1 y 2.
Crédito: NASA, ESA, y Z. Levy (STScI).

Los astrónomos esperan que las observaciones del telescopio Hubble les ayuden a definir las propiedades físicas del medio interestelar local. A las mediciones realizadas por las sondas Voyager les complementan las observaciones del telescopio, que mira en la dirección de la trayectoria de cada nave para crear un mapa de la estructura interestelar hacia las estrellas cercanas. Cada línea de visión del telescopio recorre varios años-luz, recogiendo y analizando la luz de esos astros, y midiendo cómo el material interestelar absorbe parte de esa luz (algo que nos permite comprender qué elementos contiene, entre otras cosas).

De esta manera, el telescopio ha descubierto que la sonda Voyager 2 abandonará la nube interestelar que rodea al Sistema Solar en varios miles de años. Después, los astrónomos creen que pasará 90.000 años en una segunda nube antes de recorrer una tercera. Sus composiciones son ligeramente diferentes en cuanto a la abundancia de elementos químicos, lo que indica que debieron formarse de maneras diferentes, o en regiones diferentes, y después se unieron.

Un primer análisis de los datos del telescopio Hubble también sugiere que el Sol está atravesando una zona, de material espacial más denso, que podría afectar a la heliosfera; esa gigantesca burbuja que contiene a nuestro Sistema Solar y que está producida por el fuerte viento solar de nuestra estrella. En su frontera, la heliopausa, el viento solar empuja contra el medio interestelar. Tanto el telescopio como la sonda Voyager 1 han hecho mediciones del entorno interestelar más allá de este punto, a dónde llega el viento solar de otros astros.

Un trabajo que no cesará

Los discos de oro de las Sondas Voyager

Los discos de oro de las Sondas Voyager

No deja de ser sorprendente pensar que dos naves, lanzadas en 1977, diseñadas para estudiar los planetas gigantes, están dándonos información sobre algo para lo que nunca fueron concebidas. Todavía no hemos construido la próxima generación de naves que sí hayan sido diseñadas para el estudio del medio interestelar local, y que, con toda seguridad, tendrán unas herramientas mucho más adecuadas.

A pesar de todo lo que estas dos venerables sondas nos siguen dando, son dos sondas planetarias. Su supervivencia hasta la fecha es algo impresionante y un regalo que muy pocos hubieran esperado en el momento de su lanzamiento. En el futuro, tendremos naves cuyo objetivo será estudiar el entorno más allá de la heliopausa, pero cuándo llegará el momento de su creación y su lanzamiento es una absoluta incógnita.

Mientras tanto, seguiremos aprovechando el largo viaje que espera a estas dos sondas. En sólo unos años se volverán silenciosas y ya sólo seremos capaces de seguir su posición poco tiempo más. Después, se convertirán en viajeras de la Vía Láctea. Serán compañeras de la galaxia, permanecerán casi inalterables durante miles de millones de años. Quizá, y sólo quizá, algún día contarán a alguna civilización extraterrestre, a través de sus discos de oro, lo que este pequeño rincón de la galaxia vivió en un pasado para ellos muy lejano…

Referencias: Centauri Dreams, HubbleSite