Un equipo de científicos australianos ha anunciado el descubrimiento del planeta, potencialmente habitable, más cercano a nuestro Sistema Solar. Eso sí, no hay que echar las campanas al vuelo porque, entre otras cosas, Wolf 1061 es una enana roja, y eso presenta algunos inconvenientes…

Un sistema planetario muy cercano

Concepto artístico de planetas orbitando alrededor de una estrella de clase M. Crédito: NASA/JPL-Caltech

Concepto artístico de planetas orbitando alrededor de una estrella de clase M.
Crédito: NASA/JPL-Caltech

El sistema planetario de Wolf 1061 está a sólo 14 años-luz de distancia. Aunque nos separan 130 billones de kilómetros, está en nuestro vecindario cósmico. De hecho, Wolf 1061 (también denominada Gliese 628, entre otros nombres) es la 35ª estrella más cercana a nuestro planeta. Es una enana roja de tipo M en la que se han encontrado tres planetas en órbita y, lo más interesante, es que los tres planetas parecen ser rocosos (por la estimación de masa y radio) y no gigantes gaseosos.

Así que el trío de planetas cumple el primer requisito (planetas con una masa lo suficientemente baja como para ser rocosos y tener una superficie sólida). El segundo requisito es que alguno de ellos esté en la zona habitable de la estrella. Ese es el caso de Wolf 1061c, el segundo del sistema (los otros dos son Wolf 1061b y Wolf 1061d). De los otros dos, uno está demasiado cerca (y por tanto su temperatura en superficie es demasiado elevada) y el otro está demasiado lejos (por lo que su temperatura es demasiado baja).

Los tres planetas tienen, respectivamente 1,4, 4,3 y 5,2 veces la masa de la Tierra, y tardan 5, 18 y 67 días en completar una órbita alrededor de Wolf 1061. La estrella, además, es interesante porque es muy tranquila; a diferencia de la mayor parte de las enanas rojas, que emiten ráfagas de rayos X y gigantescas llamaradas solares, que supondrían el fin de cualquier tipo de vida porque la zona habitable está demasiado cerca.

Wolf 1061c

El Sistema Planetario de Wolf 1061. Crédito: UNSW

El Sistema Planetario de Wolf 1061.
Crédito: UNSW

El planeta tarda sólo 18 días en completar su órbita y está a la décima parte de la distancia que hay entre el Sol y la Tierra. Sin embargo, como Wolf 1061 es una enana roja, también es mucho más fría. Tiene una temperatura de unos 3300ºK (que son unos 3025ºC) frente a los 5800º K del Sol (unos 5500ºC). Lo malo de los planetas en las zonas habitables de enanas rojas es que, por su proximidad a la estrella, se encuentran en rotación síncrona.

Es decir, la misma cara del planeta apunta siempre hacia la estrella (igual que la Luna con la Tierra) y eso provoca que un hemisferio sea muy cálido y el otro muy frío. Normalmente, esto significaría que nos podemos olvidar de que pueda haber vida en su superficie, pero los modelos atmosféricos sugieren que es posible distribuir ese calor del hemisferio iluminado al otro. Eso sí, habría vientos muy violentos en la zona de crepúsculo permanente que separa ambos hemisferios.

El otro inconveniente es la masa. Wolf 1061c es un planeta mucho más masivo que la Tierra. En concreto, se calcula que tiene 4,3 veces la masa de nuestro planeta. Eso sería un factor en contra, al menos, para la vida tal y como la conocemos en nuestro mundo.

Cómo se realizó el descubrimiento

Esta animación muestra cómo un objeto pequeño puede provocar variaciones en la posición y velocidad de uno mucho más grande.

Esta animación muestra cómo un objeto pequeño puede provocar variaciones en la posición y velocidad de uno mucho más grande.

La técnica empleada para descubrir estos planetas ha sido la de la Espectroscopia Doppler. Detrás de ese nombre tan críptico se esconde una técnica que observa el siguiente fenómeno: cuando un objeto celeste pequeño (como un planeta) orbita alrededor de uno más grande (una estrella), provoca que la masa central rote dentro del centro de masa de ambos objetos y el espectro de luz que emite varíe. En el caso de sistemas binarios (como por ejemplo Plutón y Caronte, que tienen una masa muy parecida).

En el caso de las estrellas, el centro de masa sigue estando dentro de la superficie de la propia estrella, pero no en su centro exacto, así que hace que describa un pequeño movimiento circular. Los astrónomos son capaces medir la variación de la luz y determinar qué provoca ese movimiento. Con las técnicas de las que disponemos hoy en día, pueden llegar a detectarlo con una precisión de un metro por segundo (3,6 kilómetros por hora, aproximadamente la velocidad a la que camina una persona).

La posición de Wolf 1061. Crédito: UNSW

La posición de Wolf 1061.
Crédito: UNSW

Con esta técnica han sido capaces de determinar la existencia de los tres planetas. Ahora, el siguiente paso es observar este sistema con telescopios, en busca de los tránsitos de los planetas por delante de la estrella (un tránsito es, literalmente, el paso de un objeto celeste por delante de otro). La pequeña reducción en la luz emitida por la estrella (desde nuestra perspectiva) permitirá al equipo de astrónomos recabar más información. En el futuro, además, podría ser posible que, cuando los planetas pasen por delante de la estrella, podamos estudiar sus atmósfera para determinar si serían propicias para el desarrollo de la vida.

Clave para las enanas rojas

Recreación de un atardecer en el exoplaneta Gliese 667Cc. La estrella más cercana es la enana roja Gliese 667 C, en la derecha aparecen Gliese 667 A y Gliese 667 B, las tres forman parte de un sistema solar triple.

Recreación de un atardecer en el exoplaneta Gliese 667Cc. La estrella más cercana es la enana roja Gliese 667 C, en la derecha aparecen Gliese 667 A y Gliese 667 B, las tres forman parte de un sistema solar triple.

Calculamos que hay, como mínimo, unos 100.000 millones de estrellas en la Vía Láctea. La mitad de ellas (es una cifra mareante) son enanas rojas como 1061, y por las observaciones del telescopio Kepler creemos que, al menos, la mitad de ellas deben tener varios planetas rocosos a su alrededor. Es decir, estaríamos hablando de miles de millones de planetas rocosos, sólo en nuestra galaxia, que podrían estar en la zona habitable de enanas rojas.

Por eso es imprescindible que perfeccionemos nuestro conocimiento sobre estos mundos. Si los planetas rocosos alrededor de enanas rojas no son propicios para el desarrollo de la vida (bien porque sea una estrella demasiado activa, o bien porque la rotación síncrona haga que la temperatura en superficie no sea la adecuada), tampoco supondría el portazo al estudio de enanas rojas. Es posible que estos planetas tengan satélites que, del mismo modo, estarían en la zona habitable de la enana roja y que, además, como estarían en la órbita del planeta, no estarían en rotación síncrona con la estrella…

Referencias: Sydney Morning Herald